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miércoles, octubre 30, 2013

Los Perros del Boogie - Ambigú Axerquía. Córdoba, 26.10.13

Los Perros del Boogie - Ambigú Axerquía. Córdoba, 26.10.13

¿Qué es el blues? ¿Es lo mismo que el rock and roll? ¿No es el country el pasillo más estrecho para llegar a ambos? Preguntas retóricas, respuestas sin punto final y párrafos en blanco que se podrían ensuciar con definiciones imprecisas. Lo mejor es dejarse llevar y enchufar amplificadores, cables, micrófonos y pedales hasta que los decibelios lo permitan. No es que no le demos importancia al sonido, que en ciertas circunstancias es lo realmente importante, pero pocas salas hay actualmente por nuestra piel de toro que se preocupen realmente de seleccionar, escuchar y programar en sus escenarios a bandas que lo dan todo a cambio a veces de muy poco. Y que llevan su espectro sonoro al límite de lo mínimamente digno para que no se diluya demasiado su propuesta, algo sumamente importante cuando las intenciones son tan buenas como en este caso.

Ante una audiencia que solo se contaba en una escasa decena –reflejo fiel y cruel del esfuerzo que hoy supone movilizar a un contingente de músicos y técnicos ilusionados y no siempre correspondidos-, la sala Ambigú Axerquía acogió a unos Perros del Boogie que han cambiado de collares para seguir campando a sus anchas por los mismos parques. Tras la salida precipitada de los hoy Zigarros (los hermanos Ovidi y Álvaro Tormo optaron por poner voces y guitarras en su propio proyecto), la garganta sureña de Ximo Romero y la insultante juventud de las cuerdas de Ángel Vela dan cauce al nuevo rock, que es el mismo, de una banda con poder suficiente para poner patas arriba cualquier ambiente, sea más o menos acorde con su certera mordedura. ‘Con desprecio y entrega’ fue el primer traje canino que diseñaron cuando su carrera parecía tomar un rumbo claro y nada hacía presagiar que cuatro de sus seis patas tendrían que buscar un par de nuevos huesos para sostenerse sin problemas. Y de ahí, con otro color, más matizado pero igual de intenso, salen las afiladas garras de temazos como ‘Rocanrol y fiebre’, perfectos para reventar cualquier fiesta en la que tocaran The Black Crowes o Tequila (no es descabellada la asociación), y ‘No necesito nada’, otro himno que, de vender discos a espuertas, deberían conocer públicos de cualquier condición. Pero como se nota que el escenario es su entorno natural y donde realmente marcan sus dentelladas, miman los apuntes de teclado, la profundidad de los bajos (Ernesto Sánchez es un verdadero showman) y las guitarras acústicas que perfilan los riffs protagonistas (David Lobo es el alma mater en letras y arreglos) y siguen a lo suyo, que en esta gira no es otra cosa que presentar las nuevas canciones incluidas en ‘Salvaje’, un retorno para muchos casi inesperado que en realidad es solo la continuación de un camino sin demasiados senderos adyacentes. Vamos, que saben a dónde van y cómo llegar a su destino.

Seis músicos en plenas facultades con arrestos para desafiar la frialdad que les rodeaba y presentar un impecable ‘Vivir sin miedo’, un identificable ‘Johnnie Cadillac’, otro viaje básico a las raíces de ‘Nueva Orleans’ y sacar el billete de vuelta gritando proclamas como ‘Buenos tiempos (para el r’n’r)’ con credibilidad y fundamentos. Si ellos se lo creen, ¿por qué íbamos a ser nosotros los que dudásemos de su palabra? Porque como todos sabemos, y el diablo ya se encargó de ratificarlo, el mensaje del rock and roll es eterno, está grabado a fuego en nuestro subconsciente, y solo tenemos que esperar a que salga alguno de sus emisarios más cercanos a recordárnoslo, no vaya a ser que se nos olvide que todos, los que tocan y los que escuchamos, estamos en esto para disfrutar y confirmarnos en nuestra doctrina. Una vez más, lo conseguimos.


Pero, tras la satisfacción del deber cumplido, volvamos a incidir en las mismas torpes cuestiones que nos hacemos una y otra vez: ¿es el blues lo único que importa? ¿Qué eso eso que llaman boogie y que parece que solo unos cuantos elegidos pueden explicarnos? Ante las eternas dudas, acudamos al médico de guardia. En urgencias, siempre nos podemos encontrar con galenos como Los Perros del Boogie que sepan cómo hacer que cicatricen nuestras pequeñas heridas cotidianas. Y todo sin una mísera sirena de emergencia sonando, no vaya a ser que se entere mucha gente. 



























Más info:

Texto: JJ Stone
Fotografías: Raisa McCartney

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