En familia, las distancias cortas suelen ser siempre las peores hasta que alguien demuestra lo contrario. Para eso están las canciones, podriamos añadir. Y el misticismo de San Juan de la Cruz, que siempre ayuda en ciertos menesteres. Entre eso y las 'Luces rojas' que nunca llegan a encenderse de verdad tenemos bastante para ir tirando física y espiritualmente. Como los músicos lo saben, se recrean en la evidencia y se ceden terreno en paz y armonía, que para algo esta crónica se escribe durante los días postreros a la Navidad. Ambos, el Pájaro grande que jamás, valga su propio reconocimiento, se construirá un nido lo bastante sobrio como para permitirle posteriores inversiones, y el polluelo (don Raúl Fernández, para más señas) que puntea con fruición y recolecta viandas acústicas para engordar la cosecha, perfilan a su manera los apellidos Fernández Melgarejo y elevan al cielo un más que vivo 'Rezaré' para que la esencia no se pierda, pero también tienen armas poderosísimas para adaptar su artillería al recinto y lugar precisos. 'Tres pasos al cielo', así de cerca y así de lejos, parece la distancia justa para que las guitarras ardan sin llegar siquiera a tocarse. Y para que las cuerdas se llenen de lamentos, nada grave si la pena con melodía entra, lo mejor es recurrir al acento italianizante de 'Tuttos' y 'Perché', cagándose en el amor a la antigua usanza, como mandan los cánones. O visitando 'El pudridero', un oscuro antro al que ya le pusieron cimientos Silvio y Luzbel y que podría servir como escaparate del repugnante paisaje político que nos engulle (la modernidad no es eso que nos cuentan los catálogos del El Corte Inglés), y recuperando la memoria histórica en los bolsillos que alojaron billetes de veinte duros con el adusto rostro de don Manuel de Falla, cuya 'Danza del fuego' alimentó tantos rescoldos que aún podemos quemarnos si nos los acercan demasiado.
Su planear es amplio, y no solo se nutre de brisas mediterráneas, sino de soleadas y lejanas costas donde practicar surf sin despeinarse, y ahí está Dick Dale y su 'Misirlou' para demostrarlo. Sin que haga falta electricidad alguna, con la actitud les basta. La música contenida en 'Santa Leone', que aunque no lo parezca sigue siendo la excusa para seguir girando, se recrea en cornetas de penitencia y polvos de spaghetti-western, pero cuando sale de excursión es capaz de recogerse, concentrarse y expandirse en un par de mástiles bien afinados, unas cuantas copas compartidas con los amigos y una explosión de humanidad que necesita ser compartida, escuchada, saboreada y finalmente, devuelta en un aplauso monumental. El que merece el trabajo bien hecho y las canciones compuestas con mimo y respeto por las raíces. Como ya venimos diciendo, y para no redundar más en la evidencia, este sí que es un Pájaro de buen agüero.
Texto: JJ Stone
Fotografías y vídeo: Raisa McCartney
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