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lunes, junio 16, 2014

La Costa Brava - Sala López. Zaragoza 14-06-2014

Concierto de reunión de La Costa Brava por el 10º Aniversario del Bar Bacharach - Sala López. Zaragoza 14-06-2014 (Crónica y fotografías de Susana Godoy)

  
Volver a casa. Cruzar el Ebro, llegar a mi antiguo barrio. No pisar la playa, pero aun así, fabricar mis propios recuerdos perfectos y ponerles una banda sonora que nunca existió. 

Volver a casa, de nuevo, con más reencuentros emocionales de los habituales y una razón añadida. Otro sábado, con una marca indeleble en el calendario: La Costa Brava, con el recuerdo de Sergio Algora en las retinas, se reúne en un concierto único para recolocar nuestra memoria y su música en un nuevo e impecable orden. Motivos para ello podría haber muchos, pero nada mejor que la celebración de una parte de esa historia de amistad que es La Costa Brava. 

El Bar Bacharach, fundado por Sergio, cumple diez años este mes de junio y todas las historias acontecidas delante y detrás de la barra confluyeron en una noche irrepetible. Lleno absoluto en la Sala López, gente venida de diversos lugares pero con un objetivo común, cumplido con creces. Un ejercicio de nostalgia luminosa que mira hacia delante, con cinco músicos que han seguido su camino pero que sonaron como si semejante paréntesis no hubiera existido nunca. 

Supliendo la gran ausencia con maestría, el recuerdo de Sergio, apenas nombrado (nunca será necesario para tenerlo presente) inundaba la atmósfera de la sala en todo momento.  



Fran Nixon, Eloy Cases, Ricardo Vicente, Dani Garuz y Enrique Moreno (con la participación de Liborio al bajo) forman un equipo de victoria segura por el que parece que no haya pasado el tiempo, casi como si hubiesen estado tocando esas canciones sin parar. Fran Nixon comenzó el concierto pidiendo la ayuda del público, por si la memoria fallaba, pero lo cierto es que (excepto algún error mínimo) la banda sonó compacta y contundente en todo momento. 

El movimiento inicial sobre el escenario (más algún problema con la colocación de la batería) asemejaba el flujo de unas piezas acomodándose en su posición exacta, aquella que nunca se olvida por mucho tiempo que haya pasado. Tres, cuatro temas, y la sensación pasa. El equilibrio se restablece y encima y debajo del escenario nadie tiene la impresión de que unas semanas de ensayo separan una larga época de inactividad como banda. 


Un set list de 24 temas muy bien elegido (se preveía largo) que repasó toda la trayectoria de La Costa Brava, comenzando con “Dos Ostras”; “No hay ensayo ni hay error...Qué más puede darte el mundo si cada segundo es una primera vez”. Como si tras la larga espera solo quedara salir por fin al escenario y soltar ese puñado de canciones como si fuera, de nuevo, esa temida primera vez.  

“Déjese querer por una loca”, “Lentillas de colores”, “Hazte camarera”, y “Natalia Verbeke” desfilan una tras otra, sin que realmente nos demos cuenta de la enorme ocasión que supone estar ahí. “Canción de Regalo” (con la obligada dedicatoria) supone el primer paréntesis entre el surrealismo y las antiguas novias y el consiguiente momento de coreo colectivo y catarsis amorosa casi adolescente. Faltaron los mecheros, pero el sentimiento estaba ahí. 

“La música las drogas el láser las minifaldas” nos ofrece la poderosa voz de Dani y a partir de ahí los roles sobre el escenario van rotando en mayor medida. Enrique borda la “Canción para Beyoncé Knowles” y “Adoro a las Pijas de mi Ciudad” se consagra como el hit costabraviano por excelencia. Ricardo Vicente cambia los teclados por la guitarra en varias ocasiones y asume (si se nos permite la expresión) un liderazgo que le sienta como un guante. 


Las canciones se suceden una tras otra, sin oportunidad de bajar el ritmo ni las emociones, y “Velocidad de Crucero” (probablemente el disco más compensado y consistente de la formación) emerge con fuerza sobre el escenario y en nuestras gargantas. “Olímpicos” ( ejercicio de nostalgia con el que muchos nos identificamos) y “Justicia Poética” marcan otro de los momentos álgidos de la noche, que se cierra en su primera parte con la guitarra de Fran y todas las voces entonando “Treinta y Tres” en una suerte de abrazo colectivo. 

Tras reaparecer, Fran explica que Sergio Algora insistía en que estuvieran tocando constantemente pero que no les daba tiempo a componer suficientes canciones para completar el repertorio y editar nuevos discos. De ahí las versiones (todas con una visión particular y maravillosa) que solían tocar. “Nada Más” de Mamá y “Nada me Importa” de Los Módulos preparan el terreno para la mejor letra de Sergio. “Mi Última Mujer” y esos versos transformados en canción, ya en la memoria musical de toda una generación, dan el primer final. 


La noche podría haber terminado ahí, con nuestra memoria colectiva en un ejercicio de evocaciones anclado en esa playa imaginada, pero un grupo con la idiosincrasia de La Costa Brava no se puede permitir un cierre lógico y sereno y necesita añadir cierta dosis de locura, de divertimento, de personalidad siempre marcada.

“La Vida Sigue Igual” puso el punto y final, al menos de momento, al encuentro sobre el escenario de una amistad que perdió parte de su luz hace seis años. Demostrando, eso sí, que la chispa sigue ahí y que solo necesita un poco de calor para avivarse.

Larga vida a La Costa Brava, al eterno verano, a las novias con el pelo largo y a los recuerdos perfectos que nos ayudaron a fabricar. Gracias.




LA COSTA BRAVA EN LA SALA LÓPEZ








FOTOGRAFÍAS DE LA COSTA BRAVA

 






















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