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sábado, julio 12, 2014

JORGE DREXLER + MARLANGO - CONCIERTOS DE VIVEROS. VALENCIA 11-07-2014



Jorge Drexler + Marlango - Conciertos de Viveros. Valencia 11-07-2014

Programa doble, como en los antiguos cines de verano, el que nos llevaba a los valencianos Jardines de Viveros para disfrutar del encuentro musical de dos artistas unidos por lazos vitales. Jorge Drexler y Marlango compartían por primera vez escenario y el momento pintaba como un encuentro emocional además de únicamente escénico, la ocasión de comprobar si esa compenetración que destilan se reflejaba también ante un micro y una guitarra. Y, a tenor de los momentos en los que compartieron escenario y de las miradas atentas de ambos desde el backstage, podemos aventurar que la del viernes no será la última vez que compartan cartel. 

La música de Drexler está llena de ciclos que se abren o se cierran según el momento y la necesidad de ponerlos en primera fila de la memoria, de casualidades entre música y vivencias, de juegos de palabras y de temas universales. Un leiv-motiv que mueve las intenciones y que se posiciona en primera fila, a veces de manera casual y otras con el propósito bien marcado.



El baile y la necesidad ancestral de mover nuestros pies al ritmo de la música guían la trayectoria de Jorge Drexler desde el germen de “Bailar en la cueva”, semilla que ha contagiado sabiamente allá por donde ha querido. “La noche va de bailar”, de soltar amarras y dejarse llevar, y así fue. El baile como centro y los ciclos que se cierran con el pago de una deuda; El uruguayo, visiblemente emocionado, nos recordó que la primera vez que dio un concierto fue en Valencia, en el Café Berlín del Barrio del Carmen. Cuenta saldada, y con creces.

De primeras veces, un cartel doble con protagonismo compartido y Marlango brillando al máximo nivel. Leonor Watling, Alejandro Pelayo, Manuel Bagüés, Gonzalo Maestre, Celso Madriñan y Vicent Huma (habitual de Drexler en otros tiempos y que apoyó a la banda con su guitarra en algunos temas), dejaron claro lo compacto de su propuesta y qué sucede cuando una voz tan personal y salvaje se une a músicos de talla sobresaliente. Conexión máxima entre todos los presentes sobre el escenario, unidos en el noble trabajo de hacer música que llegue a los rincones de cada uno, arrastrados por la felina voz de Leonor, rica en claroscuros y matices en todo momento.



Abrieron con “Walking in Soho”, y una Leonor susurrante y suave comenzaba el camino por lugares ya conocidos, un recorrido que a ratos se torna amable pero que no deja de lado el tacto de sábanas arrugadas y una sensualidad que atrapa sin remedio. El movimiento, el baile, de nuevo presente en la figura de Leonor, que acompaña con su cuerpo a la voz que desgrana, formando un todo salvaje y cautivador que no puede dejar indiferente. 

Marlango hicieron del escenario su cueva personal, en la que se refugian al final del día y en la que la danza surge de manera espontánea como medio de expresión y catarsis. “Cry” fue el ejemplo perfecto, con Leonor bailando de espaldas al público, en plena liturgia con los músicos, en un momento íntimo del que nos sentimos casi “voyeurs” ocasionales. 

Del inglés al castellano de “Un Día Extraordinario”, un recorrido con varias etapas que nos llevó por los caminos de “It´s All Right” (“So come on and do your little dance, do your little dance for me”), “The Long Fall”, “Bocas Prestadas”, “Todo es tan Importante” o “Hold me tight”.



“Si yo fuera otra” deja claro que grabar en castellano es un paso lógico en la evolución de la banda, y que la esencia no cambia con la lengua, sino que gana en matices e incluso en profundidad. Hubo tiempo para las versiones (esta vez nos regalaron “Semilla Negra”, de Radio Futura) y para la colaboración esperada con Jorge Drexler. Como no, “Dance, Dance, Dance” fue la elegida, en un equipo perfecto entre las voces de ambos, los coros del público y la guitarra del uruguayo (“And we dance, dance, dance, this life away”). 

El reloj dio tregua para dos temas más, casi un regalo por aquello de los tiempos. “Shake the Moon” como primer cierre perfecto de lo que supone el germen de la banda, tanto en lo instrumental como en la voz, con Leonor exprimiendo al máximo sus posibilidades. “Lo que Sueñas vuela” bajó revoluciones después de tanta intensidad bien manejada y mostró el lado más optimista y amable, dejándonos, entre silbido y silbido, con Jorge Drexler

Había curiosidad por ver qué nos presentaba Drexler, qué músicos le acompañarían y qué nuevo vestido le daría a sus canciones en esta ocasión. Si el músico tiene una virtud que le defina, es que persigue el continuo movimiento, su música es mutable y llena de vida, cambiando de matices y ropajes en cada ocasión. En el pasado concierto de Alcoy presentó una formación más reducida, con la doble percusión, y en Valencia toda una big band tenía el gusto de acompañarle. Añadiendo la sección de vientos (trompeta, trombón y saxo) a las variadas percusiones y la batería de cocktail, estaba claro que sus canciones lucirían mejor que nunca. 
 


Noche de primeras veces, bajo la luna llena de Valencia a la que se refirió en numerosas ocasiones, y que comenzó con 6 músicos dando rienda suelta y homenaje a la danza. “Bailar en la Cueva” es la idea eternamente nueva que estrena el marcador. “Esfera” se rodea de luces estrelladas, orbitando a nuestro alrededor como lo va a hacer ese gran puñado de canciones de la mano del maestro: “Transporte”, “Tamborero” (candombe homenaje al ritmo y a su Uruguay natal) y “Las Transeuntes” se visten con aires nuevos (y siempre sorprendentes después de tantos años) con su inmersión en el ritmo y los metales. 

Con “La Luna de Espejos” y la historia de Mabel, Drexler hace formal su invitación a bailar como en las lentas de antaño. Y bailamos, cada uno con quien tiene al lado. Para eso hemos venido. 

Versos de León Felipe en la maravillosa “Guitarra y vos”, y un “Toque de Queda” con el acompañamiento de la grave voz de Leonor para sonsacarle un lado canalla que termina con el baile de ambos sobre el escenario. 

“La Trama y el Desenlace” nos deja con el cantautor a solas con su guitarra sacando musicalidad de cualquier situación con la complicidad del público. “Todo Cae” y la entropía, “Data Data”, “Deseo” bañado por la cumbia y “Bolivia”, con ese homenaje recurrente a sus raíces, cierran brevemente un periplo que tiene segunda parte.




Viajamos de la luna de Rasquí a la luna de Valencia, con Simón Díaz y playas, arenas y canciones, para dar un broche gigante con 13 músicos llenando un escenario. Entran dos bandas, sale una, con una versión casi improvisada en su perfección y humanidad. “Can´t Take my Eyes off you”, de Frankie Valli, cierra con un guiño a todo lo vivido, a las complicidades musicales y personales. La big band se torna más grande que nunca y no queda nadie indiferente al ritmo.

Objetivo cumplido: todos bailamos y el sistema tiende a un caos ordenado una vez más, de la mano sabia de un músico que sigue teniendo claro su oficio y que cede sus canciones para formar parte indisoluble de nuestro recorrido vital.


Texto: Susana Godoy

Fotografías: María Carbonell 

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