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jueves, septiembre 18, 2014

Scott H. Biram - Sala Loco Club. Valencia, 17/09/2014

Scott H. Biram - Sala Loco Club. Valencia, 17/09/2014

Un escenario. Una cueva en penumbra o un garito mal iluminado en cualquier rincón del profundo sur americano. Una vieja guitarra, un pedal desgastado por el uso y una gorra marcando sombras sobre la mirada de un hombre solo que no necesita a nadie más que a él mismo para impartir una clase magistral de eclecticismo y sonidos oscuros. 

Scott H. Biram no necesita demostrar nada ni tiene ninguna intención de hacerlo; su persona destila una sencillez que contrasta con la complejidad que emana de su música. Una variadísima mezcla en la que el blues y el country tienen el protagonismo en la superficie, pero que navega entre géneros tan dispares en principio como el punk y el heavy metal. 

Un tipo que parece salido de cualquier gasolinera y que da un concierto con la actitud cercana de quien toca para los amigos. Que sale al escenario diciendo que está “jodidamente borracho”, y no se lo cree nadie. Un “hombre orquesta” que comienza haciendo homenaje a su oficio, armado con su vieja Gibson y una armónica. “Green Onions/Cold River” da la salida y el blues aparece en escena. Calma a ambos lados del escenario, y “Going Home” sigue la estela de un río de lento curso. 


Entre el público, los ecos de otra armónica, deslavazada y ebria, acompañan al tejano en este calmado devenir. Pero, sin previo aviso, Biram pisa el acelerador de su viejo camión y “Graveyard Shift” deja al público clavado. El espontáneo, silenciado, y el respetable comenzando a darse cuenta de que no venía preparado para eso. 

Biram concede treguas por el camino, enfundándose la chaqueta de bluesman cuando le parece y manejando un ritmo que metamorfosea en country (“Gotta Get to Heaven”) y que puntea hacia el rock. Cambia la guitarra acústica por la eléctrica y sus dedos vuelan sobre las cuerdas, su voz muta hacia el punk y “Around the Bend” se alarga hasta el infinito en una montaña rusa brutal que provoca el jaleo del público. 

Una especie de sinapsis colectiva recorre las esquinas de la sala, en una conexión entre músico y público que casi se puede tocar. De 0 a 100 en unos segundos, de la carretera a las aguas turbias de un río de sangre en el que todos nos sumergimos sin dudarlo. Una suerte de predicador que suelta su discurso entre canción y canción y logra hacer fiel a una parroquia que acudió al Loco Club con los papeles en blanco y que salió por la puerta como creyente de esa “Primera Iglesia del Último Fanatismo” que comanda Biram. 




Un hombre de su propia iglesia que reza al alcohol (“Alcohol Blues”) y a la tristeza, ofreciendo uno de los pocos momentos melancólicos de la noche con “Still Drunk, Still Crazy, Still Blue”. Que pone todo su esfuerzo en machacar un castellano de taberna y que canturrea viejos clásicos que nada tienen que ver con su música. 

Un hombre entero, sencillo, que transmite su mensaje sin artificios y que comienza escondiendo su mirada bajo la visera para terminar entregado a lo que hace, mirando de frente y vaciándose ante un público que no puede más que rendirse a tantísima energía. 

Scott H,. Biram no es un hombre orquesta. No, amigos, él es el hombre orquesta. The Dirty Old One Man Band ha pasado por la ciudad y ha dejado un halo de autenticidad, el olor a alcohol, a garito cerrado y a carreteras poco transitadas. Una huella de la que no te vas a desprender fácilmente. 



Fotografías Scott H. Biram





 











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