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jueves, diciembre 18, 2014

Del pop y otras obsesiones: David nos explica de qué va esto.

Algunas conclusiones tras la lectura del libro "Cómo funciona la música"


Las aportaciones de David Byrne al mundo del arte no se acaban en la composición de grandes canciones ni en su liderazgo durante los años dorados de la New Wave de los añorados Talking Heads. Ha sabido salir airoso de sus incursiones en la escenografía, el diseño, el vídeo-arte, el cine, el teatro, la performance y por supuesto, su contribución a la música no se constriñe a esos "golden years" junto a las cabezas parlantes, si no que ha producido y descubierto artistas, reeditado discos de artistas desconocidos de Sudamérica u otras latitudes, ha experimentado con todos los sonidos que ha podido, colaborado con todo quisqui... en fin, que sabe un poco de qué va el rollo

Todo el mundo cree que es neoyorquino, pero la realidad es que es escocés, nacido el 14 de mayo de 1954 en Dumbarton, emigrando con la tierna edad de dos años a Canadá y posteriormente a Baltimore (sí, la dulce ciudad natal de Omar Little). En la escuela de diseño conoció a Chris Franz y Tina Weymouth y el resto es historia: New York, el CBGB's, Brian Eno, "Remain in light", "Stop making sense"...

Una carrera en la que ha sabido tener coherencia en la mezcla de estilos, de géneros, de manifestaciones artísticas o incluso en la actividad empresarial. Desde luego si hay alguien con una idea general del negocio de la música es él, que la ha abarcado siempre en toda su magnitud, al mismo tiempo que la ha estudiado de una forma más que erudita.


De entre los pocos campos que le quedaban por cubrir a Byrne, hasta hace unos años la literatura era uno de los más resaltables. Se estrenó en esto en 2009 con "Diarios de bicicleta" (Reservoir books-Mondadori), un interesante libro sobre rutas urbanas a dos ruedas y en resumen, un bonito cuaderno de viaje. Su segundo y ambicioso esfuerzo en este campo llegó en 2012: "Cómo funciona la música", editado recientemente en nuestro país por Literatura Random House, con una presentación cuidada y lujosa.


Con un título algo presuntuoso, pero no exento de certeza, el músico neoyorquino nos presenta un minucioso tratado de la música en términos cuanto más amplios le ha sido posible. El libro está estructurado, según nos confiesa su autor en el prólogo, con un orden preconcebido que él y sus editores han encontrado lógico, pero que puede alterarse a la libre opción del lector, puesto que cada uno habla de un aspecto diferente y no se sigue ningún criterio cronológico.


Con una minuciosidad propia de un ingeniero japonés, asistimos al desguace de cada una de las piezas que integran la música, en su concepción más amplia. El aluvión de datos es apabullante, pero sin embargo, siempre son utilizados desde un punto de vista divulgativo y con un gusto por enseñar deleitando, lejos de ser farragoso ni en absoluto aburrido. Todo lo contrario: nos embarca en un viaje apasionante a las entrañas de lo que amamos los que nos hemos situado más o menos cerca a la música, ya sea para escucharla, leer sobre ella, aprenderla, tocarla, grabarla, interpretarla o ganar dinero con ella.


Evidentemente, cuanto más profunda sea la conexión del lector con todos estos ámbitos de los que nos habla el libro, más interesante será para él su lectura. Haber participado alguna vez en grabaciones, actuaciones en directo, improvisaciones, composiciones o en la creación de una escena musical en cualquier ciudad, por pequeña que esta sea, hará el disfrute de este minucioso tratado mucho más intenso, puesto que nos encontramos con la experiencia de un hombre que lo ha sido todo en estos campos. Un tipo incansable en su aprendizaje, de una experiencia inalcanzable, que ha visto de todo y que ha ordenado muy bien toda esa sabiduría en la cabeza, de forma que a la hora de comunicarla sabe ser fluido, efectivo y didáctico, yendo al grano sin excesivas florituras e incluso con interesantes "iluminaciones" (el libro está repleto de llamadas en ciertos párrafos a la bibliografía que hay al final y sobre todo a pequeñas fotografías que sitúa al margen de la mayoría de páginas, en una forma bastante original de ilustrar lo que se dice).



Podemos decir que "Cómo funciona la música" abarca en su estudio tres grandes campos, que no se localizan ni se encorsetan necesariamente en capítulos determinados, si no que, aunque en principio en un apartado se hable de un sujeto concreto, se enlaza con lo dicho anteriormente sobre otro asunto o al revés. Estos tres grandes campos, digamos, intentan abrazar todo punto de conocimiento necesario para moverse en un campo tan vasto: la creación musical, lo escénico y el aspecto financiero. Ahí resume Byrne todo su conocimiento, en un sentido abierto, porque por supuesto cada uno de estos campos está desglosado en otros. De otra forma, su comprensión sería bastante difícil.

En cuanto a su creación, David afirma que la música está influida por los más dispares aspectos, casi todos relacionados con el contexto en que fluye, desde cómo intervienen los lugares en que ésta es interpretada o escuchada (aspectos arquitectónicos, público interviniente, etc), cómo se crea (improvisación, tocar con uno mismo a través de la grabación multipistas o métodos más estándar...), cómo se graba  y de una forma muy especial, puesto que se nota que es un obseso de este tema, cómo la tecnología ha influido e influye enormemente en todos esos procesos, siendo hoy en día quizá el elemento más determinante para entender cómo surge la creatividad musical. 


Aunque el libro rechaza planteamientos autobiográficos, cuando habla de la vertiente escénica de la experiencia musical, David no puede evitar, al igual que lo hace al hablarnos de la grabación o de la composición, acudir a su propia carrera para explicarse de una forma plausible. Y vaya si lo consigue: un tipo como él, que más o menos en cada gira que ha emprendido con su vieja banda o en solitario ha intentado ofrecer un espectáculo completamente diferente al anterior. Ha sido pionero en hacer intervenir, sin gran artificio, en la experiencia del directo, aspectos más propiamente teatrales ( y no necesariamente de teatro occidental) o audiovisuales que han marcado un antes y un después en la interpretación en directo de la música creada. Y es muy interesante ver cómo ha ido evolucionando su carrera en esos aspectos, luchando siempre contra la idea de que con la mera interpretación del material que se presenta está todo el trabajo hecho. David postula que hay que ofrecer algo más y él en eso ha sido todo un campeón. Su estudio de las artes escénicas en esta parcela del libro es interesantísima, al igual que lo es la utilización de todo el bagaje reunido en muchos años de incansable carrera para hablarnos de cómo se crea una escena musical en una ciudad, recurriendo por supuesto a sus recuerdos del Nueva York más "do it yourself", una parte de "Cómo funciona la música" que a mí, si me permitís el apunte, me ha resultado especialmente apasionante.


El aspecto financiero, aunque por supuesto a todos nosotros, amantes de las artes y enemigos de lo mundano, nos resulta farragoso y "bostezable", tal y como viene presentado aquí, resulta mucho más digno de interés de lo que cabría esperar. Una vez más, el autor recurre a una más que minuciosa recopilación de datos y recuerdos profesionales para adentrarnos en el tan temido mundo de la economía musical, sin tener en cuenta la cual, desgraciadamente, no puede funcionar todo lo demás. La gestión del arte es una parte indivisible del mismo y vital si lo que se quiere es vivir de lo que se crea o interpreta. Uno tiene que ser muy cuidadoso con lo que gasta, con cómo lo gasta y, sobre todo, cómo recauda lo que genera (mención especial para los derechos de autor, ese tema tan controvertido). Al fin y al cabo, los tiempos de los fichajes millonarios por grandes discográficas, los hoteles de lujo, los mercedes en la piscina, el caviar, la cocaína y el dom Perignon, han pasado a mejor vida y es hora de apretarse el cinturón.


Ahí precisamente es dónde reside, a mi entender el gran acierto del libro, sabe fotografiar a la perfección el signo de los tiempos que nos ha tocado vivir, unos tiempos en que el arte se ha querido convertir en un objeto de consumo más y como tal se ha visto afectado por una grave crisis económica que hace pensar en una hecatombe de la industria musical tal como la conocimos. David, sin embargo, lejos de fatalismos fáciles, sabe ver un futuro prometedor lleno de tecnología, amateurismo, haztelo tu mismo y en definitiva, arte, pero simplemente en una concepción divergente de lo que hasta ahora nos habían hecho creer. Postula un cambio de mentalidad necesario para la supervivencia, un cambio de planteamientos para algo que es tan antiguo como el hombre y que es imposible que muera, como demuestra en el último capítulo "Armonía mundi" en el que llega a explicar incluso los procesos biológicos de la experiencia musical, como algo intrínseco al ser humano, desde recién nacido o incluso antes. La música es algo necesario, algo que nos hace ser lo que somos. 


Una mente lúcida, la de Byrne, que ha creado una obra tan imprescindible como apasionante. No os diré más que un dato: es el único libro, fuera del ámbito académico, que me he sentido forzado a subrayar, para retener conceptos, frases, sugerencias o datos que, hasta en su versión más compleja, al comunicarse de una forma tan brillante, han despertado en mí el estudioso que otros muchos libros no han conseguido liberar. Con "Cómo funciona la música" he entendido un montón de cosas, que pasaban ante mis narices sin explicación y que por fin comienzo a ver claras y sobre todo, me he sumergido en un mundo fascinante, el del objeto del libro, pero también el del autor, que por supuesto pone mucho de sí mismo en sus textos. Porque, al fin y al cabo, ¿cómo explicar algo si uno no pone todo de sí mismo en la explicación? 


Gracias, David, por explicarme de qué va esto.





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