Kevin Johansen + The Nada + Liniers – Sala Wah Wah (Valencia, 14-05-15)

Interdisciplinar, irónico y divertido: las tres máximas del concierto de Kevin Johansen

Había ganas de ver cómo se las gastaba Kevin Johansen sobre el escenario. Más aún sabiendo que había conseguido un sold out como un hat-trick. Saltándose las normas, los estilos, lo que se supone se espera de un concierto: Kevin Johansen convertiría un concierto al uso en una experiencia escénica en la que todo interactúa y está siempre vivo. Así, el escenario de la sala Wah Wah de Valencia, la penúltima parada de su gira española en el Budweiser Live Circuit se llenaría de color de mano de los lápices, rotuladores y pinceles de Liniers.

Poderoso. Kevin Johansen, aunque pueda parecer que sí, no hace humor. Tampoco en esa comunión no religiosa junto a Liniers y por supuesto, menos aún con The Nada, su banda. Su propuesta sonora es complicada de explicar y sencilla de percibir. La interacción de la música con la creación de un dibujante como Liniers. El resto simplemente lo aporta la lisergia de un público que tenía clarísimo lo que iba a ver esa noche. O de lo que iba a ser cómplice. Sala llena, ganas activadas y genio porteño que hizo un recorrido, no tanto por su último trabajo de estudio, “Bi”, sino por ese directo “Bi(vo)” que también se pasa por algunos de los temas más representativos de su trayectoria.

Sobre el escenario un Kevin Johansen en gracia, agraciado y agradecido. Y en la retaguardia The Nada, Juan Manuel Álvarez (bajo), Cheba Massolo (guitarra) y Enrique Roizner (batería). Y sentado y entregado a la comunión musico-ilustradora Liniers, el partenaire perfecto para Johansen. Las propias canciones comenzaron a materializarse en las historias coloridas de Liniers, dibujos que acabaron volando en forma de avión sobre el público... pero hasta llegar ahí todavía quedarían 2 horas de repertorio aprendido a la perfección por los asistentes. Esa entrega, esa concomitancia, estuvo presente desde el primer acorde del “Amor infinito” que abriría el concierto hasta el último verso del “Fin de fiesta” que compartieron todos los músicos al micro.

Hablábamos con Kevin Johansen hace unos días (podéis recordar la entrevista aquí mismo) y sobre las etiquetas, la falta de ellas y los trans-géneros varios. En su setlist se juntaban desde cumbias como “En mi cabeza” o “Cumbiera intelectual” (con “cumbieras” que inundaron el escenario), milongas como “Vecino” o “Daisy”, el son de “El círculo” o la samba como ese “Ni idea” que bordó a la batería Enrique Roizner (no en vano ha tocado con nombres como Vinicius de Moraes, Toquinho, Piazzolla...). Incluso el pequeño guiño al lado peligroso de Lou Reed en “No digas quizás” o ese interludio con los compases prestados de Pharrell Williams, Daft Punk o Abba. Como nexo de unión, las propias historias con las que Kevin Johansen juega con el propio lenguaje, con los significados disonantes, con una realidad compinchada con su literalidad.

Liniers, convertido prácticamente en uno más de los músicos (salvo cuando se dedica a la música, coge la guitarra y lo intenta: ahí es más cómico que otra cosa), puso imágenes a las historias de Johansen que, en realidad, son las mismas que llevan compartiendo juntos ya unos años. Colores, toques de ironía, sus nuevos personajes “creados” que nada tienen que ver con Flanders o Homer (Homero, como le dicen en tierras porteñas), vaqueros sin caballo, una gatita Kitty que también compartía Johansen en una de sus guitarras... Referentes de un mundo pop, de un mundo ilustrado, que todos tenemos presentes; los mismos referentes que podríamos encontrar en “Mc Guevaras o Che Donalds”, en “Cumbiera intelectual” (Papa Francisco incluido, claro) o en “Daisy” con o sin peluca. Y aunque sabemos que muchos de los diseños son los mismos que vuelve a dibujar concierto tras concierto, siempre nos queda esa ingenuidad de creer que son únicos y que están sucediendo “ahora mismo justo ahí delante”.

Johansen es el trovador de la nueva era. Y comparte, no solo amistad, sino también ese gusto casi enfermizo por el juego del lenguaje, con Jorge Drexler: No faltó ese “No voy a ser yo” que firmaron los dos. “Son todas buenas las tuyas”, le diría Liniers a Johansen justo antes de comenzar el show. Temas redondos que sobre el escenario cobraron vida. Tanta vida como la que compartieron los que se unieron a la conga de Liniers entre el público o los que se subieron también para despedir el concierto. Y es así cómo se materializó la máxima “...No quiero pasar la vida sin que la vida pase a través de mí...” se materializaba.

Detrás de algunos de los asistentes, las historias personales en las que Kevin Johansen, sin saberlo, ha marcado un punto de inflexión. Desde la pareja que, como tal, lo vio por primera vez en Buenos Aires y años después vuelven a verle en Valencia, al ilustrador que miraba con ojos repletos de admiración a Liniers desde la esquina del escenario, la embarazada en primera fila aguantando estoicamente de pie, el chico que no paraba de hacer fotos porque “les encanta a mis hijas pero son muy pequeñas aún para venir” o nuestra propia historia con el “Bi”, cd que tiene las huellas de un viaje al otro lado del Atlántico. Ejemplos todos de ese microclima que se generó en la sala por parte del público y que terminó por fusionarse con lo que se desprendía desde el escenario. Un concierto convertido en hechizo y magia para los presentes y se resumiría con el leit motiv de Kevin Johansen, The Nada, Liniers y los “johanistas” que llenaron la sala Wah Wah. En sotto voce e invocando la tranquilidad y el positivismo que se desprende en ese seductor “Anoche soñé contigo”: “...Qué lindo que es soñar, soñar no cuesta nada, soñar y nada más con los ojos abiertos...”.