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martes, septiembre 15, 2015

Triángulo de Amor Bizarro - Sala Hangar. Córdoba, 11.9.15

Triángulo de Amor Bizarro - Sala Hangar. Córdoba, 11.9.15.

Cuando un concierto de cincuenta minutos escasos te deja K.O. hay poco más que objetar. Por muchos peros que el respetable pudiera poner a lo cicatero de su presencia en el escenario o al exceso –que lo suele haber siempre que ellos enchufan los amplificadores- de decibelios y distorsión que inundó otra noche de viernes la sala Hangar, la película que proyectaron a toda velocidad y volumen los gallegos de Triángulo de Amor Bizarro ya nos la sabíamos de antemano. La palabra clave para ellos es rapidez, secundada por precisión y eficacia, y a ella se entregan como si les fuera la vida en el intento. Poco importa que las letras apenas resulten inteligibles y que moverse sin síntomas evidentes de epilepsia ante sus locomotoras rítmicas sea también una tarea digna de elogio. Como había poco tiempo, era cuestión de concentrar el disfrute y poner las orejas a buen recaudo (al lado del escenario no era mal lugar, aun a riesgo de poner en ídem los respectivos tímpanos) o, en resumen, comprobar qué pueden ofrecernos hoy una banda que está metida de lleno en la composición y planificación de una nueva entrega que suceda a la espléndida ‘Victoria mística’ de 2013. Y es bastante, por lo que oímos.

Crípticos hasta en la forma de titular sus canciones en el set list, Isa Ceo –probablemente la presencia más sexy del indie español- pasa de preámbulos y retoques previos para comenzar a disparar las líneas de bajo de ‘La malicia de las especies protegidas’ y anunciar que aquella iba a ser una sesión intensiva y bien sudada. Como los platos de Rafa Mallo, impactante en físico y aplicación, o las maltrechas cuerdas y teclas de Rodrigo Caamaño y Zippo, gregarios convertidos en cabecillas de un movimiento que ya no solo intenta cubrir el trayecto que va ‘De la monarquía a la criptocracia’ sino que pretende fijar cánticos repetitivos y retorcidos en nuestras mentes. Como ‘El himno de la bala’, una de sus mejores referencias, ‘Delirio místico’ o ‘Un rayo de sol’, que es lo más cerca que podemos estar de la calidez del astro rey cuando nos enfrentamos a un concierto de estas características. Si alguien quiere empaparse de sus rayos, se equivoca de pleno al darse una vuelta por aquí.

Son capaces además de aportar otras enseñanzas, como el axioma aún no legalizado de que es posible moverse como un poseso escuchando las letanías de ‘Ellas se burlaron de mi magia’ o ‘Robo tu tiempo’, con melodías de teclado que realmente no lo son y riffs trepidantes que originalmente eran justo así. De navegar en aguas turbias y viscosas uno puede salir con ganas de volver a zambullirse solo por saber qué es lo que se encalla en el fondo y cuántas especies anfibias pueden convivir en libertad y armonía. Esa es la sensación que se extrae de la inmersión en el estanque shoegaze como ‘El fantasma de la transición’, que te noquea incluso antes de que decidas saltar. En ese momento es cuando empiezas a preguntarte si estos señores aguantarán el ritmo y tendrán suficientes reservas de oxígeno, porque a ti te empieza a faltar aliento para seguir respirando. Entonces escuchas ‘Ellas se burlaron de mi magia’ y sí, sabes que llegarás a la superficie con las fuerzas justas, pero conseguirás salir indemne de la empresa. Ellos, los músicos, a lo suyo, a pulverizar pedales, destensar cuerdas, martirizar bombos y revolver teclas, que son las tareas por las que hoy y siempre están aquí y lo que saben hacer como pocos.


Al final todo se desboca, aunque la situación nunca se va de las manos. La debacle neo-psicodélica con la que acostumbran a cerrar sus escuetos shows arrasa desde ‘Isa vs. el partido humanista’ hasta ‘Amigos del género humano’ alargando un final anunciado hasta encontrar la coda perfecta, y continúa su serpenteante camino hasta la siguiente parada, con toda seguridad un poco más cerca del infierno. No queremos ponernos místicos, que para eso ellos ya tienen títulos de sobra, pero es lo que nos sale después de ver y escuchar a cuatro enormes músicos a los que solo les falta ese punto de comprensión y una voluntad de no anclarse en arenas movedizas para llegar aún más alto. Aunque, ahora que lo pensamos, ya lo han hecho. 



































Texto: JJ Stone
Fotografías: Raisa McCartney



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