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jueves, octubre 29, 2015

La Familia del Arbol, "Odisea" (Cydonia, 2015)

Tras cuatro años de silencio discográfico, el grupo formado por Nacho Casado y Pilar Guillén publica su esperado segundo trabajo.


Lo de "familia" en este caso no es en absoluto fruto de la casualidad. Nacho y Pilar, efectiva y realmente, lo son, sobre todo desde que nació su hijo Nacho. Eso marca el tránsito de estas canciones, que llegan nada menos que cuatro años después que el aclamado debut "La montaña y el río" (Mushroom Pillow, 2011), disco que les catapultó al punto de mira de prensa especializada y a girar intensamente durante varios años, incluso teloneando a varios de sus ídolos (Neil Halstead, Damien Jurado).

Según el propio Nacho, compositor de los temas, el nacimiento de su hijo ha determinado la dilatación del tiempo de preparación de este trabajo, sí, pero también el vacío que experimentó como creador tras toda la experiencia con "La montaña...", un disco minucioso, brillante y difícilmente superable de forma inmediata. Por tanto, se tomó su tiempo para componer, probando nuevas afinaciones con la guitarra, grabando demos y planeando con mimo su próximo paso. Por supuesto, entre toda esa minuciosidad, la elección del estudio de grabación no ha quedado atrás. El elegido, tras grabar allí casualmente unas demos, fue, categóricamente, Río Bravo. El estudio que regentan Cayo Bellveser y Xema Fuertes se está afianzando como una de las referencias claras para los artistas valencianos a la hora de construir una arquitectura sonora contundente (Alondra Bentley, Tórtel, Soledad Vélez, también el americano Josh Rouse...) y sin duda, su elección ha sido más que determinante para el sonido de "Odisea".

Un sonido brillante, hermoso y GRANDE, que desde luego hace pensar que el disco está hecho, como decía, siguiendo un plan minucioso. Para empezar, todo el disco parece girar en torno al concepto de la pérdida, del viaje y del retorno a casa, al igual que le ocurrió a Ulysses (protagonista de dos canciones, aunque en realidad son la misma, del disco). Un viaje que transita entre el hipotético desafío a los dioses, la pérdida, la aventura y por fin, el triunfo del regreso. La temática brinda, por tanto, una variedad de ópticas amplia desde las que ofrecer las canciones que integran este trabajo. Preside todo un subyacente sentimiento de culpa, de tristeza por tragedias acontecidas, o quizá miedo por lo que pueda ocurrir, pero también hay lugar para la esperanza y la luminosidad.


Ese amalgama de sensaciones diferentes que producen los nueve capítulos de esta "Odisea" se sirve en empaque de lujo. La producción ha sido cuidada al detalle: pocas veces el pop en castellano ha sonado tan impresionantemente preciosista, tan bello y tan cuidado, con la precisión de un orfebre. Los arreglos, tanto instrumentales como vocales, son llevados a texturas que elevan unas creaciones que sin duda beben de fuentes igualmente barrocas (se respiran referencias a Mojave 3, Nick Drake, Neil Young, Brian Wilson, McCartney, Damien Jurado, Love, Pink Floyd o Jeff Buckley) a un nivel de delicadeza y de contundencia, a la vez, que evidencian que estamos ante algo poco común.

El segundo disco de los ilicitanos tiene una profundidad que no tenía "La montaña y el río". El ensamblaje que lleva a la construcción de cada uno de los nueve momentos del disco está realizado con mucha más sabiduría. Ha habido crecimiento en lo personal y en lo musical. Las influencias son mucho más abiertas y mezcladas, eso se nota inmediatamente en canciones como la compleja "Olas", que abre el disco con ese hálito cristalino tan de mañana lluviosa y que deriva, en sus casi siete minutos de duración, en una auténtica tormenta de hermosa instrumentación, sirviendo de introducción una obra de contrastes: las ensoñaciones pet sounds de "Vulcano", el country-folk psicodélico y ambiental de "Canto XI" o la luminosidad glacial de "El pescador" juegan, en perfecta armonía, con las más amables "Ulysses" (muy cercana en sonido al Tórtel más psicodélico, se nota la producción de Bellveser y Fuertes), que ha sido el adelanto del disco, o la visión cáustica del mundo alumbrada en canción pop de estribillo arrebatador que ofrece "1984". A destacar la complejidad de "Caballo", que cuenta con incursiones eléctricas hard-blues, con un timbre de guitarras cercano al Neil Young más encabritado y representa lo más novedoso y aventurero del conjunto.

Un conjunto que, pese a optar por unas referencias claras, no deja de traer al paladar un sabor a trabajo bien realizado, refinado y sin duda, con fundamento. Sobre todo, porque el viaje es completo. No se ofrecen pequeños retazos de complacencia en forma de canciones, si no que el disfrute es de principio a fin: es éste uno de esos discos que conviene escuchar (no oír) de forma completa e ininterrumpida, pues ofrece experiencia, ofrece una historia. La espera ha merecido la pena y el viaje les ha salido redondo. Enhorabuena a la familia, pues

El disco está a la venta desde la web de la barcelonesa BCore y en tiendas, próximamente. La próxima fecha de presentación, tras su reciente actuación en Deleste, será en el festival Bis, de Barcelona.

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