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domingo, febrero 14, 2016

Ana Béjar - "The Good Man" (Luscinia Discos, 2016)


Los aficionados a la música compartirán conmigo la experiencia de que hay discos que no se pueden describir en un texto. No se puede comunicar la sensación que produce su escucha palabra a palabra, si no latido a latido. Sumergirse en el lírico universo de Ana Béjar, que tan bien ha sabido condensar en los cinco cortes que configuran "The Good Man", es aceptar su invitación para entrar en ese parlour en el que en tono confidencial comparte con nosotros su primera y afortunada aventura en solitario. El próximo 11 de marzo disfrutaremos de su presentación en la Sala Siroco de Madrid.

Esas canciones de consistencia etérea encontraron su soporte físico en el magníficamente editado vinilo con la firma del sello granadino Luscinia Discos que salió a la venta el pasado 22 de enero. Gracias a Ana, pude disfrutar de su nuevo trabajo antes de que se publicase y desde entonces me ha acompañado durante muchas horas, algunas buenas y otras no tanto. Es difícil hablar ahora de cinco canciones que han formado parte de tu banda sonora personal en los últimos meses. Su escucha está ya teñida de numerosos recuerdos. Reconozco que no puedo ser objetivo, e intentar demostrar lo contrario sería un esfuerzo tan inútil como intentar describir con palabras el universo de sensaciones que encierra una obra como "The Good Man".


Fotografía: Marine de Lafregeyre

Para su debut en solitario se ha rodeado de grandes colaboradores con los que ha conseguido delinear el sonido personal e intimista que destila la obra. Jesús Martínez, arreglista y productor, también contribuye encargándose de guitarras, synths, piano y cuerdas. Aldo Linares pone su toque a los sintetizadores mientras Alfonso H. Tarancón (batería) y Pablo Zúñiga (bajo) componen la sección rítmica. Salome Sagüillo aporta las delicadas notas de su metallophono y su monotron. Todos ellos han sido cómplices en el diseño de ese muro sónico que habita los cinco cortes del álbum. Una fascinante arquitectura musical que brilla como la precisa y geométrica belleza de un mineral pero sobre la que late un instinto orgánico que la hace apoderarse de nuestros sentidos y acercarnos a un inevitable misticismo.

Si ya conoces la larga trayectoria de la jerezana, puedes saltarte este párrafo, pero en caso contrario te la resumimos brevemente. El viaje que transcurre entre "Come what may believe what I say", uno de los primeros temas con los que se dieron a conocer Usura, la banda madrileña de noise-pop de los noventa de la que fue vocalista la jerezana Ana Béjar, y "In the Parlour", canción de presentación de su último trabajo, ya en solitario, es tan largo como fructífero. Si con Usura nos dejó "Hake Romana" (Elefant Records, 1993), con su siguiente banda, Orlando, registró el no menos importante "Songs before sunrise". Con el cambio de milenio, Ana amplía su cartografía compositiva para aventurarse en otros formatos: Junto a Ramón Moreira (ex-miembro de Usura) monto TODO publicando a finales de 2013 "Waiting", una obra que se acerca al folk. Con Carlos Suero formó íO, dúo que exploró formatos más electrónicos.

Ahí van las cinco gemas que encierra este "The Good Man". Quizás no sea casual el alumbramiento de esta obra a finales de enero, pues su esencia está más próxima al intimismo invernal que a la exhuberancia veraniega. Un disco en el que la introspección que nos sugiere su autora, es un ejercicio tan necesario como gratificante una vez depositas la aguja sobre su primer surco. No podemos resistirnos a la invitación de Ana para compartir su parlour.

Fotografía: Marine de Lafregeyre

"In the Parlour"
El término parlour es el equivalente decimonónico de la ya también caduca, sala de visitas. Ese recinto en el que el anfitrión agasaja a sus invitados y comparte confidencias con ellos. Ana coge el timón de su nave y atravesando la niebla nos conduce en una canción de cadencia reposada, serena,  con la que Ana teje el tema. Un tema que empieza con unas melodías casi perezosas de teclados y guitarra, sobre las que se arrastra la voz más árida del registro de Ana. Tema lleno de claroscuros, sobre los que el estribillo proyecta una luz otoñal que le añade melancolía. Piano final efímero pero brillante como la última luz del ocaso, lleno de ecos que evocan las paredes de ese parlour apenas amueblado, pero cómodo, al que Ana nos ha invitado a entrar.

"En el puente del aire"
Nuevo giro en la voz de Ana para cantar en español e inglés. Suspendidos en el puente del aire, asistimos a su exorcismo. Una turbia guitarra acústica abre el cauce sobre el que fluye su cristalina voz, una voz que nos envuelve como una exuberante enredadera que crece hasta cubrirnos y susurrarnos al oído. Esta vez en castellano recitando versos como: "Todos sus lamentos y todas sus risas, todos sus intentos por atravesar este universo". Ana derrama estrofas, arropada por una telaraña de coros, teclados, guitarras con los que cubre al oyente, en una canción cálida como un fuego de chimenea a la vez que fresca como agua del deshielo. Como en el resto de las canciones, los coros se dejan caer como lluvia fresca, sorprendiéndonos embelesados. Percusiones finales que evocan tribales ritmos atávicos para concluir, junto la omnipresencia de los teclados, la segunda confesión de Ana.

Fotografía: Marine de Lafregeyre

"No return"
Tras dos canciones con ella, ya nos sentimos a gusto en su parlour. Por ello no nos sorprende "No return". Coros de Ana sobre el harmonium, para una canción austera con ausencia de guitarras. Sólo esos fondos atmosféricos sobre los que planea con cadencia hipnótica la voz de Béjar sobre la repetición monótona de los acordes de los teclados. Envueltos en la nebulosa cálida y casi monocorde que los acompañan, Ana escancia su versos componiendo una solemne liturgia. Una canción que puede hacer que se pare el tiempo.


"Visitation"
Guitarras acústicas alumbran el tema más luminoso del vinilo. De nuevo Ana sabe dirigir nuestro estado de ánimo hacia terrenos serenos y hermosos. Corte que abre una imaginaria ventana por la que la brisa y la luz se cuelan entre los surcos del vinilo. Sin la intensidad necesaria para despertarnos del sueño, Ana descorre las cortinas del parlour y nos mece con una canción que finaliza con el magnífico contrapunto de una guitarra española. Una muestra más de como con muy poco la jerezana sabe conseguir erizar el vello del oyente.

"Tongues on fire"

Dead can dance o Portishead. Una canción casi a capella, con un sutil encaje tejido por una fantasmagórica guitarra y los acordes de teclados con ecos de iglesia. Literalmente oímos al viento soplar sobre una Ana asomada al acantilado, que sin vértigo nos susurra "Tongues on fire". Solemnidad final para cerrar la puerta de ese parlour después de una más que agradable visita al mundo interior de Ana Béjar. Si el tópico dice que una imagen vale más que mil palabras, tras un repaso a los surcos de "The Good Man" volvemos a reconocer que un solo acorde o un solo verso, puede valer más que mil imágenes. Tan hermoso como imprescindible.



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