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domingo, mayo 29, 2016

Claire Tonna en La Tertulia (Granada) 28/06/2016


Claire tiene los ojos claros y luminosos del mediterráneo y la voz, profunda, llena de estrías y cicatrices. Llegó a Granada, desde Malta, hace siete meses. Tiempo suficiente para una cura espiritual, la que la artista nos cuenta que necesitaba en un momento en el que su mediterráneo se había vuelto oscuro.

Desde el escenario de La Tertulia nos cuenta que esa noche está cerrando un círculo. Se va de Granada, cree que volverá, pero no sabe cuándo, pero nos relata, emocionada, que llegó aquí en un momento en el que todo había dejado de tener sentido y se va plena, de experiencias, de nuevas canciones, de luz, de nieve, de amigos.


Aquí, en La Tertulia, dio su primer concierto tras llegar a la ciudad y aquí, rodeada otra vez de viejos y nuevos amigos, quiere despedirse. Y lo hace con esa profundidad melancólica, ese sentimiento a flor de piel. Una piel que se ha ido dejando en el camino quizás, porque lo que de verdad necesitaba era una piel nueva.

Nos regala, desde la más absoluta humildad y la cercanía con que Claire Tonna se ha hecho el corazón un poco granadino, esas canciones hermosas, que cuentan tanto y tan bien que nos hacen resbalar alguna lágrima mientras escuchamos todo lo que quiere contarnos. Entre tema y tema, unos suyos, nuevos, hechos aquí al amparo de amor y la amistad que ha encontrado en esta ciudad que tan bien la ha acogido, otros adoptados de voces tan profundas como la suya, como la de Nina Simone, nos cuenta todo lo que ha significado Granada en su vida, todo lo que ha sentido y lo que sabe que nos ha hecho sentir.

Claire se marcha, rumbo a Cádiz, quizás a curtir un poco esa piel nueva con la que ahora se viste de colores y en esta última noche su voz se vuelve a mezclar con el sentido zapateado de una de las personas que ha estado a su lado en esa etapa, Iván Hervás. A golpe de tacón, Iván, pedazo de artista, subraya, remarca, enciende, párrafos de las canciones de esta mujer tan especial que ha sabido hacerse un hueco, pequeño pero profundo, en la vida cultural de la ciudad pero, sobre todo, en la de sus amigos.

De esos deja un buen puñado aquí, que mezclados con el cariño de quienes la hemos escuchado y hemos sentido ese pellizco en el estómago mientras la escuchábamos, forman un buen puñado de motivos para que la artista vuelva, a ser posible, ocupando el lugar que merece.



Y como se va, Claire lo hace soltando lastre de su maleta, para que el camino sea más fácil, el peso menor y los pasos más ágiles. Se va regalando, a los asistentes, un puñado de buenos recuerdos, un montón de buenas canciones y unas piedras de la suerte, con forma de corazón, para que su peso sea más ligero y el de los que se quedan tomen conciencia de que algo pesa más dentro de cada uno de los que ha compartido experiencias con esta poeta de las calles, que se lleva, junto a nuestra emoción, toda la luz necesaria para que sus ojos sigan siendo del azul, claro y brillante, del mediterráneo. 

Crónica y fotos: María Villa 

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