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sábado, diciembre 31, 2016

10 motivos para odiar un poco menos 2016

Lo habéis acertado: se trata de otra innecesaria lista de discos. Aunque me resista a ello, es más fuerte que yo. Sólo espero que estos escuetos diez discos os sirvan para considerar un poco menos malo a este año aciago lleno de desapariciones, catástrofes políticas y sinrazón. Siempre nos quedará la música y la cultura. 

The Goon Sax

Los ciudadanos de Alepo están siendo aniquilados, miles y miles de refugiados sirios tratados como ganado, el fantoche Donald Trump gana las elecciones de la nación más poderosa del mundo, el conservadurismo se mantiene fuerte en nuestro país, mueren Prince, Bowie, Lemmy, Cohen... ¿Mandamos a la mierda el 2016? 

Es tentador hacerlo, pero mantengámonos todo lo positivos que nos sea posible e intentemos sacar algún recuerdo bueno del año. ¿Qué nos queda? Claro, la música. Siempre la música, que aunque cada vez esté menos respetada, peor pagada y quizá no tenga la repercusión cultural que antes tenía, sigue llenando nuestros corazones de algo parecido a la esperanza. 

¿Es necesaria otra lista más? La verdad es que me he debatido mucho entre hacerla y dejarlo correr, pero al fin y al cabo, este ataque masivo de rankings de lo que una escogida élite de sesudos críticos considera que es lo más relevante del año, lo que debemos oír, no cambia lo que soy. Las listas han formado parte de mi vida desde que tengo uso de razón y de alguna forma, como tantos otros, necesito hacer balance al terminar el ciclo vital que representa el año. 

Parquet Courts
Y bien, aunque poco puedo hacer yo frente a la avalancha mediática que cubre este espectro de información, sí que quiero pensar en esta breve lista como en un cuaderno de bitácora de lo acontecido para mí a nivel musical en este 2016. Quedan los recuerdos, los conciertos, las noticias y sobre todo, los discos, que a mí personalmente siguen siendo los que más me hacen disfrutar. La música en directo es la experiencia más intensa, de acuerdo, pero hay algo en la música grabada que despierta en mi un interés más elevado. El cómo se hacen los discos, el concepto que encierra una colección de canciones, lo que representa una obra en el conjunto de la producción de un autor, alberga todo un universo propio que, aún hoy, tras años y años de escuchar, leer y experimentar, me sigue fascinando. Por eso mi resumen del año, fuera de lo estrictamente personal o familiar, se cierne entorno a los discos. 

Esta lista no pretende ser exhaustiva, tal como queda patente por el escaso número de trabajos elegidos, ni necesariamente objetiva o definitiva. Es mi lista, una serie de elecciones personales, que precisamente por serlo espero que supongan algún que otro descubrimiento extra a todos aquellos que ya hayan seguido los resúmenes de Pitchfork, Uncut, Mojo, Rockdelux o Mondosonoro. Seguramente alguno de éstos que pongo aquí estarán en varias de esas listas, pero quizá en lugares no tan prominentes y seguramente alguno se haya escapado del radar corporativo de toda esa prensa musical tan institucionalizada. Al menos, eso espero. 

Vayamos del 10 al 1. Si pincháis en el título del disco, lo podéis escuchar:

10. Bad Bad Not Good: "IV" (Innovative Leissure): Tras acompañar el año pasado a Ghostface Killah y dos años después de su anterior largo, la banda de Toronto vuelve a dar un paso de gigante en su cruzada por fusionar sin complejos todo lo que se ponga al alcance de la mano, tal como marca el signo de los tiempos. Es muy de la generación de estos chavales formados en el jazz el tirar de aquí y de allá para agitar la coctelera. El resultado es brillante y por momentos, sublime. Colaboraciones de todo tipo (el saxofonista Colin Stetson, el vocalista Sam Herring, de Future Islands...) dan empaque a unas creaciones que lo mismo beben de la electrónica más densa y ochentera, del jazz de patrón clásico, del soul elegante de Philadelphia, del hip hop más vanguardista, del score setentero o del hard bop. Su frescura a la hora de mezclar es sólo comparable a su pericia al elaborar texturas que embriagan y resultan trascendentes, en una época en que ya casi todo está inventado. Un disco impresionante que no hace sino sumarse a una progresión siempre en ascenso, enmarcada en esta nueva hornada de jazz que se mezcla con el pop y que está trayendo alguno de los episodios discográficos más interesantes de los últimos tiempos. Si el año pasado teníamos a Kamasi Washington, este año es de Bad Bad Not Good.

09. Lawrence Arabia: "Absolute Truth" (Flying Nun): Nueva Zelanda, además de kiwis, hobbits y orcos, también ha sabido siempre fabricar buen pop. La herencia de Split Enz, The Clean o The Chills es claramente patente en las bellas melodías con las que James Milne nutre sus discos. Éste es su cuarto trabajo, grabado en colaboración con Mike Fabulous (Black Seeds, Lord Echo) en Wellington y en él James quizá no se muestre tan histriónico como su compatriota Connan Mockasin, pero sí igual de desinhibido a la hora de dejar aflorar sentimientos en unas canciones de pop pluscuamperfecto que crecen escucha tras escucha gracias a una composición tan cuidada al extremo como su producción, directa y preciosista a partes iguales. Su cruce entre Nilsson, McCartney y Wilson, se marida con referencias más actuales como Jim Noir o Neil Hannon, desplegando sin tapujos un barroquismo elegante no ajeno a cierta capa de melancolía que recubre toda esta colección, altamente recomendable para cualquiera que sienta particular afición por melodías pop burbujeantes y pizpiretas.

08. Chris Cohen: "As if apart" (Captured Tracks): Este californiano, que hace años militara en la banda de pop experimental Deerhoof, al contrario que éstos sabe concretar su tendencia a la ensoñación y a los desarrollos psicodélicos en acertadas canciones y discos como éste, que llega cuatro años después de su debut en solitario y que constituye toda una confirmación de su autor como hacedor de sugerentes atmósferas sonoras que sin abandonar las estructuras de la canción pop, saben colocarse en cierta frecuencia experimental que las hace diferentes a otros actos ejecutados en parecidos parámetros. Dueño de una voz más bien opaca, la maneja con la suficiente concrección y frescura como para convertirla en la aliada perfecta que, sobrevolando unas melodías que nunca pretenden destacar, combine a la perfección con una instrumentación igual de seca para dar forma a un conjunto que sorprendentemente se disfruta de tirón y no sólo eso, sino que requiere de inmediato más reproducciones, dado el estado de bienestar que produce su escucha. Un trabajo sin pretensiones ni fisuras que enamora por su indiscutible personalidad.

07. Adrian Younge: "Presents Something About April vol. 2" (Linear Labs): Si tengo que destacar algún disco de la cosecha soul revival de este año, sin duda alguna va a ser lo último de este titán de la producción, los arreglos y la composición procedente de Los Ángeles. La incombustible pasión de Adrian Younge por su trabajo hace que cada año produzca un buen montón de discos propios y ajenos. Este año le ha tocado el turno a la banda sonora de la serie "Luke Cage", de Netflix, el experimental "The electronique void" y la segunda entrega de su obra conceptual "Something about April" (tanto en versión vocal como instrumental), disco éste acreditado a Venice Dawn, potente banda de soul-funk que él mismo capitanea y con la que sabe dar forma a vaporosas piezas soul de tientes psicodélicos que recuerdan por momentos a aquellas sinfonías eróticas que Isaac Hayes producía en los años 70, aunque algo más dadas a la experimentación y la mezcla. Aquí también encontramos efluvios de rock progresivo, trip-hop o la electrónica de vanguardia, sin perder en ningún momento el norte. Y es que este hombre es uno de esos genios que albergan en sí toda la herencia de la américa negra más acaudalada en cuanto a talento se refiere. Prince, Hayes, Stone, Womack, o por otros derroteros, incluso las ensoñaciones de Stereolab (participa Laetitia Sadier a las voces) están ahí, en un disco soberbio que pasa a engrosar con honores la generosa producción de este brujo del estudio de grabación.

06. Pete Astor: "Split milk"(Slumberland): Ilustre superviviente de la generación C-86, tras su paso en los ochenta por The Loft y Weather Prophets y su resurrección noventera con The Wisdom of Harry, lleva años combinando su profesorado en la Universidad de Westmister, con el periodismo musical y una humilde pero ciertamente reivindicable carrera en solitario, cuyo último capítulo es el que nos ocupa. Cocinado básicamente a cuatro manos entre Astor y James Hoare (de Ultimate Painting, autores de otro disco resaltable de 2016), "Split milk" es una delicia de principio a fin, plagada de guitarras jangle y canciones que enamoran al instante, precisamente por su falta de artificios y su anhelo de acertar siempre en la diana pop, cosa que consiguen con creces. Un trabajo realmente notable surgido de la mente de alguien que vivió de primera mano todo lo que hoy se intenta recuperar por muchos autores noveles y que, sin embargo, no se ha quemado por el camino. Todo lo contrario: himnos candorosos de melodías arrebatadoras y sinceros como puños como son "Mr. Music" o "Sleeping tiger" demuestran que hay aquí aún mucha tela que cortar.

05. The Lemon Twigs: "Do Hollywood" (4AD): Tenían que tener apellido de cuerda de guitarra. Los hermanos D'Addario, Brian y Michael, son dos dotados multiinstrumentistas que han decidido seguir los dictados del Todd Rundgren más lentejuela, los Big Star más desquiciados (los del tercer disco) y el Brian Wilson más encamado (el de "Friends") para confeccionar un revival setentero que, lejano a inhibiciones y con tendencia a reírse de sí mismo, les aproxima a gente como Kylie Craft o Foxygen (no en vano el productor del disco es Jonathan Rado). La cosa podía quedarse en curiosidad o simplemente en esperpento, pero la verdad es que la personalidad que acaban desplegando a lo largo de este su primer disco para la archiconocida indie 4AD y segundo en su haber (hubo un apreciable primer ensayo titulado "What we know" el año pasado), seduce por lo iconoclasta de una propuesta que al final acaba abogando por las canciones brillantes y vibrantes. Guiños de todo tipo, al pop primigenio de los cincuenta ("I wanna prove to you"), las producciones glameras de Rundgren ("Haroomata"), a los Beach Boys más fumados ("Baby Baby"), se mezclan con un desparpajo que les hace alcanzar una personalidad sólida que se materializa en barbaridades tales como el magnífico single "These words" o la fantástica epopeya psicodélica "Hi+Lo". Un (casi) debut tremendamente imaginativo y entretenido que hace presagiar, si no se pierden por el camino, grandes logros futuros por parte de estos dos alocados adolescentes.

04. Woods: "City sun eater in the river of light" (Woodsist): Con nada menos que nueve discos en su haber, esta banda de Brooklyn capitaneada por Jeremy Earl ha tenido que hacer frente en este nuevo ofrecimiento al abandono de una pieza fundamental del equipo: Kevin Morby, su bajista, que además ha facturado uno de los discos de la temporada. Pero lejos de amedrentarse por las circunstancias, la banda se ha rehecho perfectamente tomando el camino más sensato: el de la evolución. Coherente con su pasado, pero acariciando el futuro con renovada energía, "City sun..." introduce nuevas formas de expresión en el acervo de la banda, que antes se ceñía más a un folk pop ejecutado con brillantez, pero en el que quizá ya habían dicho todo lo que tenían que decir. Ahora es más que patente un acercamiento a la psicodelia y también incluso el funk o la música africana (mucho Fela Kuti en canciones como "Sun city creeps"), influencias que benefician enormemente su paleta compositiva, con la que han sido capaces de alumbrar preciosidades como "Politics of free", quizá la canción favorita de este año para el que suscribe. 

03. Angel Olsen: "My Woman" (Jagjaguwar-Popstock!): El mundo esta ávido de mujeres armadas de guitarras y mientras esperamos un nuevo disco de Courtney Barnett, bien nos vale la confirmación de esta bellísima mujer procedente de Missouri, que tras el sobresaliente pero austero "Burn your fire with no witness" (2014) ha sabido reinventarse como una especie de riot grrrl etérea, electrificando su discurso y ofreciendo una presentación mucho más sofisticada de su música, que además se ha beneficiado de una composición más afilada. En donde vemos reminiscencia de las mujeres fuertes de los noventa (Liz Phair en "Not gonna kill you", Kristin Hersh en "Shut up and kiss me"), también encontramos texturas cercanas al dream pop más actual, como es el caso de la vaporosa "Those were the days" o de la inicial "Intern", que perfilan un estilo marcadamente personal que la reivindica como pieza fundamental entre la orfebrería pop más destacable de los últimos años.

02. The Goon Sax: "Up to anything" (Chapter Music): ¿Creen ustedes en las reencarnaciones? Yo tampoco, pero la verdad es que a veces suceden cosas que me inducen a pensar que puede existir algo parecido. Como en el caso de esta joven banda procedente de Brisbane, Australia. Parecen la reencarnación de la institución más ilustre surgida de esa ciudad: los añorados The Go-Betweens. Y claro, todo tiene una explicación empírica, en este caso, relativa a la genética, Ello es así porque uno de los cantantes y compositores de la banda es nada menos que Louis Forster, hijo de Robert, también cantante y compositor en la anteriormente citada ilustre banda. No estoy diciendo que The Goon Sax sean clavados a la banda que capitaneaban Robert Forster y Grant McLennan, pero ciertamente encuentro en ellos los mismos atractivos que tenían aquéllos al principio de su carrera. Exactamente la misma formación (incluso con chica rubia a la batería) y el mismo desparpajo lo-fi que tenían a la hora de alumbrar sus canciones, pues éstos rozan con las suyas, igual que sus antecesores, la perfección más absoluta en un disco tan plagado de candor adolescente como de inusitado potencial. Son la bomba y lo saben: "I want people to think about me", dicen en la canción titular. Y vaya si vamos a pensar en ellos los próximos años. 

01. Parquet Courts: "Human performance" (Rough Trade): La banda en que comparten honores de composición y labores vocales los iconoclastas Austin Brown y Andrew Savage lleva desde 2011 un ritmo frenético de producción (tanto bajo su apelativo habitual como desde el de Parkay Quarts) que se ha traducido en un ascenso meteórico en la valoración de crítica y público de una música en permanente y coherente evolución. Este disco no ha sido una excepción. Si en "Light up gold" (2012) ya asombraban por su capacidad de recuperar la mejor tradición indie-rock (Velvet-Modern Lovers-Sonic Youth-Pavement) y "Sunbathing animals" (2014) aceleraba los tempos y retorcía las formas, en "Human performance" todo ese proceso se traduce en una obra más completa, perfilada y perfecta. Las canciones brotan de una forma más espontánea y fresca. Ellos pretendían hacer un nuevo doble blanco (difícil listón) pero lejos de la desconexión que se respiraba entre las piezas de la obra de los Fab Four, aquí la cohesión es la baza principal. Vamos, que les salen temazos como churros y encima quedan fantásticos los unos junto a los otros. ¿Disco de rock del año? No sé para los demás, pero para mí lo es. Aquí encuentro todo lo que necesito: dadaísmo salvaje ("Paraphrased"), apologia del absurdo ("Dust", "Steady on my mind"), post-himnos adolescentes ("Two dead cops", "One man, no city") y en general, impresionantes usos de la lisergia  ("Captive of the sun", "It's gonna happen"), de esos que pueden contarse con los dedos de una mano. A los que piensan que todo acabó con los Pixies, yo les aconsejaría que pegaran una escucha a Parquet Cóurts. 


Y bueno, esto es todo? Evidentemente, no. Ha habido otros discos que me han volado la cabeza en un año bien nutrido como éste. Debo resaltar por encima de todos el de Kate Tempest ("Let them eat chaos"), que es lo más cercano a lo que antes entendíamos como obra maestra que he escuchado este año; también mención especial para el citado (ver reseña de Woods) Kevin Morby, que ha hecho un disco soberbio, para el apabullante debut de Car Seat Headrest, así como para Danny Brown, cuyo "Atrocity exhibition" demuestra que el hip hop y el pop no tienen porqué andar caminos tan separados. En el apartado más lisérgico también estaría bien destacar los discos de Morgan Delt, Ryley Walker y Wyliam Tyler, muy distintos el uno del otro pero cercanos en cuanto a texturas densas y hermosas. También en el apartado más mainstream, los discos de Michael Kiwanuka, Case-Lang-Veirs o el magnífico segundo disco de Savages. Y, por último, unos cuantos clásicos de diferente orden que han regresado con nota: Neil Hannon, como siempre al frente de Divine Comedy, que ha alumbrado un elegante "Foreverland"; Teenage Fanclub son su majestuoso "Here"; Mi venerado Ben Watt, que se reafirma en su carrera en solitario con el magnífico "Fever dream" y "last but not least", Mr. Van Morrison, que ha regresado por todo lo alto con uno de esos discos otoñales que sólo él sabe hacer: "Keep me singing", que no cambiará el signo de los tiempos ni tampoco superará lo ya ofrecido antes por su autor, pero es bonito verle regresar al mundo de los vivos tras demasiado tiempo con el piloto automático puesto. 

Ese es mi análisis, mi percepción de los hechos en 2016. Por supuesto, notaréis grandes ausencias. Los discos de Nick Cave, Radiohead, Bowie, Leonard Cohen, Bon Iver, Solange, etc etc los encontraréis en todas y cada una de las listas que integran la indecente avalancha que nos abruma últimamente. Casi todos los he escuchado en profundidad. Algunos los encuentro menos relevantes de lo que nos quieren hacer creer, o de lo que imponen las circunstancias que rodean su edición, pero en fin, tampoco encuentro interesante profundizar sobre ellos ahora. Estos diez son los que yo, desde mi punto de vista y, repito, con intención de que sirvan de algo a alguien que quiera escuchar, me atrevo a reseñar desde mi pequeña esquina del mundo. 

No quiero despedirme sin hacer referencia también a un par de obras de compatriotas. No es que escuche demasiada música española (reconozco que debería hacerlo más), pero ahí van dos discos que me han atrapado:


A) Doble Pletina: "Asi es como escapó" (Jabalina): Los de Barcelona han alumbrado una auténtica pieza de orfebrería que bebe, por supuesto, de lo mejorcito de nuestras referencias hispanas. Las Vainica, Berlanga, Astrud, todos están ahí para apadrinar unas letras brillantes, inteligentes e importantes que tripulan melodías confeccionadas con todo el mimo humanamente posible. Una canción como "Electrobolero", sencillamente no es de este mundo.





B) San Francisco: "Ada" (Elefant): Ya lo dije en la correspondiente reseña hace tiempo: "San Francisco nos ha preparado aquí una fiesta, un banquete. Con globos, serpentina, confetti y una gran piñata que se rompe al final y lo que contiene no es nada más que las ganas de volver a hacer girar el plato. Un diez". Poco más que añadir, señoría.

También destacar, de la terreta, el disco de la nueva encarnación del polfacético José Guerrero como Segunda Persona, "Faro sencillo", así como el "Transparente" de Tórtel o "Señoras que fuman" de Sokolov y del resto de la península, "Euforia" de los asturianos Elle Belga o "Fruta y verdura", de Espanto.

Y eso es todo, amigos! Espero que a alguien le sirvan de algo estas pequeñas coordenadas discográficas y si no, pues bueno, otra lista más metida en la maraña no creo que le haga daño a nadie, ¿no? FELIZ AÑO, FELICIDAD Y BUENOS SONIDOS A TODOS!


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3 comentarios :

  1. Interesante lista, no conocía a Chris Cohen ni el último disco de Lawrence Arabia. De Adrian Younge, estoy de acuerdo con la exquisitez de la producción. A mí me chifla escuchar la versión instrumental que ha sacado de su disco mientras degusto un amargo y frío negroni. Salud !!

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  2. Una lista muy apetecible.
    Sé que debo ser yo, pero no le pillo el punto a la Olsen.

    Gracias.

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  3. Gracias infinitas por vuestras observaciones. Salud!

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