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jueves, marzo 23, 2017

Pélalo lentamente y mira

Este es sin duda el año de los aniversarios de grandes discos. También el del que muchos consideran como el plástico más influyente de todos los tiempos: "The Velvet Underground & Nico". Una obra abrasiva y revolucionaria que intentaremos desgranar un poco a continuación...

"Peel slowly and see", eso ponía en la portada cuando uno acercaba la vista a aquél plátano (en la edición original, no lo busquen en reediciones) que impreso en fondo blanco sobrevolaba el nombre "Andy Warhol", de manera que si uno arañaba el adhesivo que hacía las veces de piel de la fruta en cuestión por el lugar conveniente, aparecía debajo una banana rosa. En cierto modo, la frase de marras es toda una metáfora de la manera en que uno debe acercarse a la obra de cuya portada hablamos. "The Velvet Underground & Nico" es uno de esos discos (quizá el que más) a los que hay que aproximarse sin miedo pero con precaución, lentamente, de forma que dejemos que su contenido nos vaya contaminando poco a poco, hasta que la cosa sea ya irreversible. 

A mí, como a otros muchos también me pasó. Contaba unos 15 años y justo antes de marcharme con mi familia a disfrutar las vacaciones de pascua, pasé por el kiosko para intentar saciar mis ansias de prensa musical, de la que ya entonces era compulsivo consumidor. Para mi sorpresa, el especial del mes de Popular 1 estaba dedicado a Lou Reed, del que precisamente unos días antes había adquirido en Cha-Cha-Cha, una tienda de segunda mano de mi ciudad que aún existe, una cinta de cassette a módico precio con los grandes éxitos de Lou Reed, llamada "Retro". Ambos objetos, revista y cinta, viajaron conmigo esas vacaciones y me hicieron compañía durante todo el tiempo. Por supuesto, tanto la historia como la música me fascinaron, sobre todo las dos últimas canciones de la recopilación, de títulos tan sugerentes como "I'm waiting for my man" ("Estoy esperando a mi camello") y "Heroin" ("heroína").


De repente, todo lo peligroso, callejero, asfixiante, rompedor, nihilista y macarra del rock llegó hasta mí. Y llegó para quedarse. Poco después, mi amigo Carlos y yo empezamos a comprar muchos de los discos tanto de Lou en solitario como de la Velvet. Por supuesto, apareció el que contenía las dos canciones que menciono arriba, el disco que bajo el mecenazgo de Andy Warhol grabaron Lou, John Cale, Sterling Morrison y Moe Tucker en 1967 y que si bien pasó prácticamente sin pena ni gloria en su época, demostró tener la sombra más alargada que jamás haya tenido una ópera prima, a excepción, quizá, del primer lp de Pink Floyd (otro que cumple 50 este año). 

Su influencia se despliega a una grandísima parte de lo que ocurrió después: el punk, la new-wave, la no-wave, el noise, el goth-rock, el post-punk, el post-rock y en general, la vanguardia, deben a este disco haber marcado el sendero por el que caminar. La lista de músicos que han reconocido la influencia de la banda neoyorquina es interminable: David Bowie, Jonathan Richman, Roxy Music, Can, Iggy Pop, Talking Heads, Television, Joy Division, Sonic Youth, Spacemen 3, Jesus & Mary Chain, Low... podríamos tirarnos todo este artículo citando nombres, pero es innecesario: a estas alturas casi todo el que tenga algo de cultura rock sabrá que hablamos de uno de los tótems, de una de las piedras filosofales, del invento. Y aún diría más: de toda una forma de ver la vida. 

En palabras de Sterling Morrison: "Nico tenía dos voces. Una llena de registros, muy germánica, y la otra silbante, la que a mí me gustaba. Cantaba "I'll be your mirror" con la voz estridente. Como no nos convencía, se la hicimos repetir una y otra vez hasta que ya no pudo más y se echó a llorar. Cuando las cosas habían llegado a ese punto, le dijimos "Venga, inténtalo por última vez y a la mierda, si no sale no hacemos la canción y ya está". Nico se sentó y le salió de maravilla. En cuanto a esa calidad obsesiva de su voz, no dependía de que estuviera interpretando temas de Lou Reed o de Bob Dylan. Estaba deprimida de verdad".

Creo que esto describe a la perfección lo que fue construir ese disco. Una obra cuya arquitectura parte de los celos, de la lucha de egos, de la auto-destrucción, de las drogas y de un enfermizo empeño en saltarse absolutamente todos los convencionalismos. Por supuesto, algo así, aparecido en el llamado "año del amor" en que lo más moderno era el sonido hippy de la costa oeste de grupos como Jefferson Airplane, la invasión británica de la mano de Beatles o Stones o el sonido soul de Motown, Atlantic o Stax, no encajaba en absoluto. Cuatro personajes vestidos de negro de pies a cabeza, con aspecto mefistofélico y gafas oscuras, con una especie de valkiria teutona al frente, no eran precisamente el paradigma de la imagen de "peace and love" de la época. Rompían el molde o mejor dicho, no existía molde para ellos. 

Resulta extraño que una discográfica como MGM, a través de su subsidiaria dedicada el jazz (Verve), decidiera apostar por una banda como aquella. Claro, el patrocinio de Warhol y el hecho de hallarse en el epicentro de su Factory y por lo tanto de la crème de la crème de todo el ambiente creativo de Nueva York tuvo mucho que ver. Pero pronto se demostraría que el interés inicial quedó hundido en el fango: en primer lugar, los capitostes de la compañía decidieron dirigir su interés y promoción hacia otra banda de características arties, pero más acorde con los tiempos, los Mothers of Invention de Frank Zappa, por otro lado, una vez aparecido, el disco tuvo que ser retirado de las tiendas largo tiempo debido a las protestas de un bailarín que aparecía fotografiado en la contraportada y quería cobrar por ello, cosa que diluyó totalmente el escaso interés inicial mostrado por el público y por último, obviamente, las ultra-conservadoras emisoras de FM americanas no tenían el menor interés en radiar tenebrosas canciones sobre drogas, masoquismo y muerte.


Y es que: ¿qué decir de su contenido? Pese a pretender iniciar de forma dulce lo que sabían que en conjunto era todo un ataque de terrorismo sonoro, "Sunday morning" no es sino la calma que anticipa la tormenta. No engaña a nadie: bajo esos acordes sencillos arropados por campanillas subyace el malrollismo de uno de esos domingos de resaca en que uno se siente una mierda: "Domingo por la mañana y me derrumbo, siento algo que no quiero saber". Nada amable, nada bonito y encima, acto seguido, estalla la calle: guitarras estridentes martillean ritmos matemáticos en "I'm waiting for my man" y Lou nos informa de que está nervioso porque está buscando a su camello y no lo encuentra. Seguramente querrá despejar esos malos sentimientos que le ha traído el domingo por la mañana y el no poder colocarse le cabrea hasta el punto de inventar el punk en tres minutos. 

Si la segunda canción es ya todo un "pico" de intensidad, el resto no va a la zaga en absoluto. Es seguida por la falsa candidez de "Femme fatale", en que por primera vez hace su aparición la espectral voz de Nico, quizá en su vertiente más dulce. Otro caramelo envenenado que, al igual que la canción inicial, no hace sino preludiar la profunda oscuridad que nos inunda al escuchar los timbales con eco, panderetas y viola a modo de látigo de ese alegato masoquista que es "Venus in furs". Un Lou Reed de voz autoritaria, de amo, nos dice:"Botas brillantes, brillantes de cuero; la niña del látigo en la oscuridad; viene con un cascabel, tu esclavo, no le abandones; golpéale, mi ama, y cura su corazón". Una canción infantil, vaya. Para Morrisson: "una canción preciosa. La que más se acercaba a la idea que yo tenía de nuestra música"

¿Llevamos cuatro? Pues esperad, que viene lo mejor... Del rock and roll desatado y saturado de distorsión que inunda "Run, run, run", una manera como cualquier otra de convertir en extremo lo tradicional, llega la segunda cantada por Nico. Un "All tomorrow's parties" que es sin duda de las cimas del disco y Lou dedicaba a la vida disipada en la Factory y toda la gente que allí se encontraba. Un sobrecogedor muro de sonido presidido por el piano obsesivo de Cale, arropa la voz de la germana, que esta vez sí despliega todo su potencial. Una voz profunda, fantasmal, llena de amargura que afianza una más de las contradicciones que desplegaba la música de la Velvet: manifestar angustia cuando se está hablando de fiestas.

Y llegamos a la gema, a la canción por la cual será siempre recordado este disco ya de por sí cargado de momentos culminantes de la música popular. "Heroin" guarda en sí tantos mundos, tantas sensaciones, que uno podría tirarse días enteros analizándola y nunca terminaría. Fue además la razón de la discordia: Cale jamás perdonó a Reed que cambiara la frase inicial original -"sé exactamente a dónde me dirijo"-, por la más convencional "no sé bien a dónde voy". Le parecía que su colega se había vendido, había claudicado una postura que inicialmente era totalmente coherente con lo que quería expresar la letra en pro de un "ups!, no sabía lo que hacía". Teniendo en cuenta que después se tira siete minutos describiéndonos cómo es un chute de jaco, yo creo que el galés se puso un poco demasiado puntilloso y en todo caso, el viaje en que nos embarca esta sinfonía del caos que sirve de cima a esta obra maestra que nos ocupa, es sobradamente incierto, arriesgado y bestial como para, a pesar de ciertas concesiones, reconocer que estamos ante un hito sin par en la historia de la música pop hasta entonces y si me apuran, en toda su trayectoria hasta nuestros días. Es difícil que nadie pueda igualar el impacto que suponía hacer esta canción en 1967, cuando todo se suponía que debería ser paz y amor. Semejante alegato nihilista se encontraba a años luz de todo. De ahí la incomprensión a la que se vieron sometidos.

Llegamos al que quizá sea el momento más convencional del disco. Un "There se goes again" que no es más que una pequeña pieza pop-beat con un riff tomado prestado del "Hitch-Hike" de Marvin Gaye. Pero claro, Lou no podía dejarlo así de fácil: mete la que quizá sea la frase más políticamente incorrecta de todas las que incluye el disco (que tiene unas cuantas): "Mírala, no hay lágrimas en sus ojos, no se iría con un cualquiera, qué puedes hacer, la ves andando por la calle, mira todos los amigos con los que ha quedado, será mejor que la golpees". Y se quedó tan fresco.

"I'll be your mirror" no es más que una de las más bellas canciones de amor descarnado que jamás se hayan escrito. "Seré tu espejo, reflejaré lo que eres, en caso de que no lo sepas". Reed la escribió no sólo para que la cantara Nico, sino también SOBRE Nico. Tanto él como Cale estaban enamorados hasta las trancas del ángel teutón y esa fue, de hecho, otra de las ya muchas causas de bronca que acabaron con la expulsión del galés de la banda. Nico la cantó llorando, tal como lo cuenta Morrison en la cita del incio de este artículo y la verdad es que pocas interpretaciones registradas en disco han descarado tanto un sentimiento amargo como ésta. Pone la piel de gallina, siempre.

Para el final, guardaban dos granadas de mano: "The black angel's death song", compuesta a medias por Cale y Reed, no es más que un poema que Delmore Schwartz, profesor de literatura en la universidad del segundo, le sugirió que escribiera a modo de expresión libre. No son más que palabras concatenadas unas detrás de otras y con un manto instrumental monocromático en que predomina una viola absolutamente loca a cargo de Cale.

Por último, "European son", inspirada en la figura del mencionado Delmore Schwartz, profesor, gran amigo y mentor de Reed, que falleció poco después de que la banda grabara esta canción (años más tarde, el cantante le dedicaría todo el álbum "The blue mask"), que representa la culminación de todo el atentado sónico que se ha ido perpetrando a lo largo del disco. Un tema que ya tiene un comienzo estridente y rápido, pero tras una explosión como de cristales rotos (parece ser que lo consiguieron arrastrando una silla por el suelo del estudio sobre placas de aluminio), que produce escalofríos, la canción se desata en una maraña de ruido, feedback, guitarras tocadas a toda velocidad y en general, un preludio de lo que Reed, años después, generaría con su doble álbum "Metal machine music". Una fanfarria de destrucción masiva no apta para oídos sensibles. Punk más allá del punk.

Demos la palabra a John Cale, esta vez: " Queríamos hacer algo parecido a lo de Phil Spector con el menor número posible de instrumentos. Nos fue bien con algunos temas. "Venus in furs" es el mejor, y "All tomorrow's parties" y "Sunday Morining". Tom Wilson fue el mejor productor que tuvo el grupo . Además de esos temas también produjo "Heroin" y "Wainting for the man". Los hizo en Los Angeles, en Cameo-Parkway. Andy Warhol (que aparecía en los créditos como productor) no movió un dedo; del resto se encargó un empresario que nos ofreció mil quinientos dólares para que grabásemos los temas en un estudio cochambroso."

Poco más que añadir a lo dicho por él. El citado Tom Wilson, por aquél entonces productor también de Bob Dylan y Simon & Garfunkel, nada menos, creía en ellos. Intentó sacar como single una versión más alargada de "Sunday Morning" para que fuera radiada. Pero ni por ésas: el disco quedó en un discreto puesto 103 de las listas de Cashbox y se hundió en el olvido, por los motivos antes citados de reiterada negativa de promoción por parte de radios y discográfica.


El tiempo, no obstante, les da la razón: podría decirse que este disco es una de las piezas más arriesgadas de arte jamás hechas en el siglo XX y teniendo eso en cuenta, deja los experimentos en el estudio de bandas coetáneas como Beatles, con su "Sgt. Peppers" o los Stones, con "Their sathanic majestie's request", a la altura de inocentes intentos de sofisticación. Se adelantaron tanto a su tiempo, que quizá ni siquiera hoy en día entendamos plenamente la totalidad del contenido de este disco. Ha influido e inspirado a tantos, que nos guste más o menos, debemos rendirnos ante su importancia subiéndolo al más alto de los pedestales. El que sólo ocupan las grandes obras maestras. Si existiera un museo del rock, éste sería su Guernica.

Fuentes: "Up-tight" (La Máscara,Victor Bockris-Gerard Malanga); "Beyond the Velvet Underground" (Omnibus press, Dave Thompson); "The Velvet Underground" (Cátedra, Jorge Arnaiz, Jose Luís Mendoza), "Lou Reed" (Cátedra,  Rafael Cervera), Rock de Lux, Uncut Magazine. 

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