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sábado, junio 03, 2017

Escucha al león

El rugido de Van Morrison puede que no sea tan fuerte como antaño, pero la edición de su primer disco con material nuevo en cuatro años y la reedición de lujo de uno de los directos más incendiarios de la historia, así como su visita este mes a nuestro país, son motivos más que sobrados para hablar de su pasado y su presente. Listen to the lion


En el principio

Van the Man, el león/cowboy de Belfast, enano gruñón, viejo cascarrabias, llámenle como quieran; pero lo cierto es son escasos los que como él han tenido la llave de la emoción descarnada hecha canción. No son pocas las veces en que ha hablado, en sus obras o en las pocas entrevistas que ha concedido a lo largo de los años, del poder curativo de la música. Y lo cierto es que la suya tiene algo intangible que hace que el espíritu reverdezca. Yo mismo me vi en una época de mi vida obsesionado por este hombre mal encarado y su forma de hacer converger la música negra con la blanca en un todo genuino.  Él es él y sólo él, nadie se le parece ni se le acerca. Porque Van es mucho Van y aquí lo vamos a intentar demostrar.


El año pasado nos trajo dos nuevas referencias del cantante de Belfast: un cofre de lujo con los tres conciertos completos que ayudaron a configurar uno de los discos en directo más incendiarios de la historia: "It's too late to stop now" y su primer paquete de canciones nuevas en nada menos que cuatro años (la ausencia más larga que ha tenido este hombre). Se llama "Keep me singing" y la verdad es que se trata de su ofrecimiento más sincero y menos inundado por la sensación de trámite en muchos, muchos, años. Aunque, bueno, eso no era tan difícil...

Hubo un tiempo en que el rugido de este león se escuchaba tan fuerte que hacia temblar el suelo, en que cada palabra que salía de su boca se nos ofrecía en carne viva, sin disfraz. Una época, o varias, en que sus discos se sucedían con algún altibajo, pero siempre con una búsqueda de significado auténtico y espiritualidad. Y todo ello forma parte de una historia que da comienzo el día 31 de agosto de 1945, con la guerra mundial recién terminada, en el número 125 de la calle Hynford, Belfast, Irlanda del Norte.

Allí, a pocos metros de Cyprus Avenue, nació George Iván Morrison, hijo de George y Violet, un matrimonio obrero de origen escocés y de religión protestante. El padre del joven Van es además dueño de una de las colecciones de discos más vastas y envidiadas de todo el Ulster, que ha conseguido reunir gracias a su trabajo como electricista en los muelles del puerto o a sus esporádicas estancias en Estados Unidos. Eso hace que nuestro protagonista, un muchacho taciturno, poco comunicativo y atascado en su mundo interior, crezca escuchando a Hank Williams, Jimmie Rogers, Jelly Roll Morton, Mahalia Jackson o Leadbelly y también leyendo a Kerouac o Yeats. Todo ello va conformando una personalidad que pese a la tendencia natural de su propietario al aislamiento, clama por salir a la superficie.

Them
Desde muy joven se muestra obsesivo en el aprendizaje de los rudimentos de la guitarra y también del saxo, instrumento que aún hoy usa en escena y ya en Orangefield, escuela secundaria a la que asiste, comienza a hacer sus pinitos en inocentes bandas de instituto como The Sputniks o The Javelins. Tal como recordaría en su canción "Cleaning windows", tras el instituto Van monta junto a un amigo una empresa de limpieza de ventanas, pero le cuesta poco tiempo darse cuenta de que no ha nacido para un oficio convencional, así que ingresa como saxo tenor en una banda de baile llamada The Monarchs, con la que recala, como hicieran The Beatles, en Hamburgo, experiencia intensa que le sirve de aprendizaje y pista de despegue para todo lo que vendría después. Con ellos empieza a cantar ocasionalmente. Incendiarias interpretaciones de clásicos del rhythm and blues que levantan del asiento al público que, mayoritariamente procedente de bases militares americanas, puebla esos clubes alemanes, generan en él la seguridad que necesita para alzarse con la vara de mando de la banda. 

Por eso, cuando Van regresa a Irlanda y ve como en todo el Reino Unido la música que él siempre ha amado, el rhythm and blues, es la que la juventud británica adora, no tarda nada en formar una banda con la que dar rienda suelta a toda su maestría en el género. Esa banda se llama Them, como la película de ciencia ficción y despliega una actitud desafiante, casi proto-punk, que les sirve para descerrajar enfurecidas versiones de clásicos del blues y el rock and roll, así como piezas propias, en ocasiones compuestas por el propio Van, como un truculento tema a base de tres acordes y letra sugerentemente obscena que el pelirrojo titula "Gloria" y se encarga de llevar hasta el éxtasis en versiones de hasta 20 minutos que junto a su banda perpetra sobre el escenario. 

Esa canción, junto a "Don't start crying now", "Baby please don't go", "Here comes the night", "Mystic eyes" o la versión de Dylan, "It's all over now baby blue", conforma un repertorio que les sitúa entre lo mejor del blues rock y el beat británico, sin nada que envidiar a Rolling Stones, Animals, Yardbirds o Pretty Things. Lamentablemente, no sólo eran jóvenes airados en el escenario. Entre ellos, se llevaban francamente mal y eso causó que tras la edición de su segundo lp y en el curso de una gira americana, Van abandonara la banda con gran desaire.

New York


Su regreso a Irlanda sólo sirve para sumirle en la melancolía y los recuerdos, lo cual aprovecha para comenzar a proyectar las canciones que darán forma al inicio de su carrera en solitario. Es entonces cuando un productor americano, Bert Berns, tipo con vista que además tiene buena mano como compositor (nada menos que "Hang on sloopy, "Piece of my heart" y "Twist and shout", entre muchas otras, son suyas), convence al desanimado Morrison de que cruzar el charco y probar suerte bajo su manto en USA es lo que realmente le conviene. Hacerle caso es algo que Van the Man lamentará de por vida y que le muestra exactamente el camino que no volverá a tomar durante la misma. Berns produjo la magnífica "Brown eyed girl", que aún hoy en día forma parte de su repertorio, pero el obstinado irlandés siente que le está manejando. El disco largo que graban juntos para la discográfica de Berns, "Blowin your mind", no contiene en absoluto la música que él quiere hacer y se siente estafado.

La muerte del productor, de un infarto repentino, le permite liberarse del yugo del contrato que le ataba a él, pero se encuentra de repente sin dinero, sin control sobre su obra y obligado a permanecer en una ciudad y un continente que le resultan extraños. Tardará mucho en salir de allí y tomar las riendas de su carrera, pero Van está tan decidido a hacerlo, que los obstáculos le suponen vías de aprendizaje que le hacen más fuerte.

No todo es malo. La vida comienza a sonreírle: encuentra a la mujer de sus sueños, la también cantante Janet Planet, con la que se casa y empieza una nueva vida. Además, los nuevos managers con los que trabaja negocian un contrato con Warner, que le garantiza cierta libertad creativa. Las canciones sobre su infancia y experiencias iniciáticas en Irlanda teñidas de misticismo encuentran al fin su vía de expresión en un disco que graba junto a algunos de los mejores músicos de jazz de Nueva York totalmente libre, esta vez sí, de ataduras.


La obra, de título "Astral Weeks" (1968), que él imaginó como una ópera rock (la historia se separa entre las dos caras del disco con los títulos "In the beggining" y "Afterwards"), no sale exactamente como él quería, pero se inscribe con letras doradas en la historia del pop, quedando como una de las obras capitales de los años sesenta. Un disco ajeno a comparaciones y todo una experiencia para el oyente por el ambiente de ensoñación que tienen canciones tan mayúsculas como "The way young lovers do", "Beside you" o "Madame George".


Esa será la última vez que Morrison no produzca uno de sus álbumes. A partir de aquí toma las riendas de su carrera, Se muda a Woodstock, en el campo, donde viven muchos amigos músicos,(entre ellos Dylan) y da forma a una de las bandas de soul blanco más increíbles que han pisado la tierra; la Caledonia Soul Orchestra, junto a la que graba otro de los discos más importantes de esa etapa de la historia del pop: el maravilloso "Moondance" (1970), que concreta bastante los planteamientos de su predecesor en una suerte de visión personalísima de la música americana, sobre todo en su vertiente negra, que Van maneja como si hubiese nacido con ese color de piel. Un disco hermosísimo, al igual que los que le sucedieron. "His band and the Street Choir"(1970), "Tupelo Honey" (1971) y "Saint Dominic's Preview" (1972) son igualmente soberbios. Propios de un creador en estado de gracia que además sabe rodearse de los compañeros adecuados.

Demasiado tarde para parar

Toda esta etapa se cierra de sopetón con el duro proceso de divorcio del irlandés y su mujer, Janet, que le deja un regusto amargo, plasmado en un disco menor, aunque por momentos brillante, como es "Hard nose the highway" (1973), el cual, sin embargo, le sirve de excusa para embarcarse en un ambicioso tour europeo, el último que hará con la Caledonia Soul Orchestra, que queda registrado en el que para el que suscribe, es sin duda alguna el mejor disco en directo de la historia, titulado "It's too late to stop now".


Raro es que los trabajos en directo capturen la esencia de la experiencia de un espectáculo en vivo, pero este artefacto editado en 1974 y que ahora, como decía, es objeto de una sabrosa reedición en formato cofre con los tres directos en los que se basó el original completos, además de un dvd con la grabación en vídeo de uno de ellos, justifica por sí mismo la existencia de este tipo de álbumes. Las interpretaciones junto a una banda pletórica y toda una sección de cuerda hacen crecer un repertorio de canciones, propias y revisiones de clásicos, que quita el hipo. "Caravan", "Warm love", "Into the mystic", la vertiginosa "Domino" o la desgarradora epopeya "Listen to the lion", que aquí alcanza la categoría de monumento, se encargan de dejar con la boca abierta a cualquiera que tenga a bien pinchar la aguja del tocadiscos sobre los surcos de esta maravilla, que ahora como digo se ve corregida y aumentada en esta nueva edición.

Período de transición



Tras la edición de uno de sus trabajos más otoñales, el nunca suficientemente bien ponderado "Veedon Fleece" (1975), Van entra en un semi-retiro, en el que no deja ni mucho menos de componer o de actuar. Pertenece a este período, precisamente, la incendiaria actuación que me dio a conocer. siendo un chaval, al cowboy de Belfast. Ese era el nombre con el que le conocían los miembros de The Band, vía su teclista Richard Manuel, a cuya despedida en directo acudió tras más de un año sin pisar un escenario. Lo que más adelante se conocería como "The Last Waltz" tuvo lugar el día de acción de gracias de 1976 en el Winterland de San Francisco y aquella noche un Morrison nervioso y medio cabreado, vete a saber porqué, tomó al asalto el escenario para acometer, junto a sus viejos amigos de Woodstock, una ATÓMICA versión de su "Caravan", que puede perfectamente considerarse una de las actuaciones más impresionantes de la época, tal como atestigua la película del evento que rodó Martin Scorsese y que se cuenta como uno de esos documentos imprescindibles para entender lo que un día fue el rock and roll.

No se sabe si a causa de esto o simplemente por que tocaba hacerlo, nuestro hombre entró en contacto nada menos que con otro grande de la música blanca con alma negra, el criollo Dr. John o Mac Rebennack, con el cual coproduciría su primer disco en dos años (mucho tiempo por entonces), con un título tan acertado como "A period of transition" (1977), en el cual no se apreciaba quizá toda la inspiración que cabía esperar de alguien de la talla de estos dos monstruos, como tampoco se apreciaba en el siguiente -y tendente al AOR- trabajo, un "Wavelenght" (1978) que buscaba excesivamente ser amable con las emisoras F.M. americanas, tal como apuntaba la fantástica canción titular.


Y la curación ha empezado...



La plena recuperación de facultades no llegaría hasta el siguiente disco, mucho más europeísta y espiritual, lo cual sería ya la tónica general en adelante. En"Into the music" (1979) recupera el pulso tanto para la fabricación de canciones inmediatas con maneras de clásicos ("Bright side of the road", "You make me feel so free", "Full force gale") como para exploraciones célticas ("Rolling hills") o viajes hacia la mística ("And the healing has begun"), camino éste en el que profundizará sobremanera en su siguiente ofrecimiento. "Common one" (1980) es quizá su disco más espiritual y reposado, repleto de largas letanías mántricas ("Haunts of ancient peace", "When heart is open") que le aproximan al New Age, aunque entendido éste de una forma personal y nada superficial.

Con "Beautiful vision" (1982), un disco notable por momentos, inicia lo que podríamos denominar su "etapa cienciológica". Van se ve inmerso, no sin ciertas reticencias, en la iglesia que fundara L. Ron Hubbard. Tanto, que en su siguiente disco, "Inarticulate speech of the heart" (1983), le incluye en los agradecimientos. El poder curativo de la música, la capacidad de ésta para ayudar a la meditación y en general la búsqueda del refugio espiritual son temas centrales de este periodo de la obra de Van, que culmina con un discreto directo, "Live at the Grand Opera House, Belfast" (1984) y el recuperable "A sense of wonder" (1985), cuyas tonalidades rhythm and blues hacen presagiar una vuelta a los orígenes.

Ni guru, ni método, ni maestro



"No guru, no method, no teacher" (1986) es un disco sublime en el que se combinan a la perfección espiritualidad, ambientes reposados y la mezcla de texturas y géneros, abandonando también las ampulosas producciones demasiado gobernadas por los sintetizadores de sus anteriores obras. El espíritu del disco planea por los mismos cielos que "Astral weeks". Una observación introspectiva que usa el flashback ("Got to go back"), la sinceridad emocional ("Here comes the knight") o la religiosidad de trazo libre (representada de forma magistral por "In the garden", en mi opinión su mejor canción), para perfilar con sinceridad una obra grandiosa que abre la puerta a un período de fructífera creatividad. Al final, tanta espiritualidad pasa factura a un hastiado Van, que con el título de su siguiente trabajo, uno de los más remarcables de su carrera, trataba de poner fin a las habladurías que le vinculaban a la cienciología, a la que según él, nunca había pertenecido.

Fiel a su disco por año,"Poetic champions compose" (1987) supone una brillante confirmación de la renovada inspiración de Van, con un sonido más sólido y pulido si cabe y con canciones de nuevo impresionantes ("I forgot that love existed", "Queen of the slipstream", "Did ye get healed") que le vuelven a situar en la cresta de la ola de la aceptación crítica y en un nada desdeñable nivel de ventas, que se multiplicará, tras una aventura junto a sus compatriotas The Chiefftains (el magnífico "Irish heartbeat" de 1988), con "Avalon sunset" (1989), que contiene dos de sus mayores éxitos en las listas: el ripio filo-cristiano a modo de gospel "Whenever god shines his light on me", junto a un momificado Cliff Richard y una balada que se ha convertido en un verdadero estándar al ser versioneada hasta la saciedad (Rod Stewart, Michael Bublé) y aparecer en cine y televisión: la preciosa "Have I told you lately".


Quizá consciente en exceso de su capacidad creativa, sigue entregando discos. Al correcto y continuista "Enlightement" (1990) le sigue el interesante, aunque excesivo pues se trata de un doble, "Hymns to the silence" (1991) y un desorientado ejercicio de mezcla de canciones propias, colaboraciones y versiones de blues que recibe el expresivo título de "Too long in exile" (1993) y sirve de excusa para una exitosa gira, cuya parada en San Francisco se registra para dar forma a un estupendo directo "A night in San Francisco" (1994), testigo de la buena forma vocal en que se encuentra el artista, así como de la potente banda por la que se hace acompañar (Georgie Fame incluido) y que le permite moverse con naturalidad entre el jazz, el soul, el blues y el pop.


Esa mezcla de estilos, que a él le brota con tanta naturalidad,  será, prácticamente durante todo el resto de su carrera, el caldo de cultivo de los discos que continúa sacando puntual. El aclamado "Days like this" (1995) da la apertura a otro inspirado período creativo que tiene a "The healing game"(1997) como pieza maestra y culmina con un "Back on top" (1999) que hace honor a su título. Entre medias, Van tiene tiempo de rendir tributo a sus maestros (Mose Allison con "Tell me something", Lonnie Donnegan con "The skiffle sessions"), acercarse más si cabe al jazz ("How long has this been goin' on") o sacar a relucir las interesantes rarezas de su catálogo con el esencial, para cualquier fan que se precie, "The Philosopher's stone" (1998).

Es sólo un trabajo, ya sabes...

Tras el punto culminante que vive en los noventa, Morrsion entra en un largo período al que podríamos dar una denominación algo así como de "piloto automático", pues se traduce en una ristra de discos, que no por mantener un decente nivel de corrección dejan de resultar acomodaticios y sobre todo, facturados casi con plantilla.


Al todavía algo resaltable "Down the road" (2002), se suman otros trabajos de material en su mayoría original como "What's wrong with this picture" (2003), "Magic time" (2005), "Keep it simple" (2008) o "Born to sing: no plan B" (2012), a los que se suman un disco dedicado al country ("Pay the devil"), la obligada revisión en directo del disco más legendario de su catálogo ("Astral weeks: live at the Hollywood Bowl"), el directo coyuntural ("Live at Austin City Limits Festival") o un desconcertante disco de duetos ("Duets: reworking the catalogue"), así como un buen montón de recopilaciones de todo pelaje, todo lo cual, unido a unas giras repletas de conciertos de trámite en los que un cronómetro que se halla en el escenario marca exactamente los tiempos de la actuación (que rara vez pasa de la hora), mantiene engrasada la máquina de hacer dinero.

Seguir cantando



Y así llega 2016. Las pocas esperanzas de sus fans por recuperar al Van tremendo, al león que todo lo puede, se ven contradichas por la reedición de lujo de "It's too late to stop now", de la que antes hablábamos. Todo un esfuerzo que, no por constituir otra maniobra más rasca-bolsillos, deja de ser algo hecho con tremendo gusto y sobre todo, con significado.


Pero eso no es lo único: tras nada menos que cuatro años sin material original, la edición de un nuevo disco de Van es anunciada a bombo y platillo. El obvio escepticismo de todos los que ya no dábamos un duro por su capacidad, se tornaba en alegría al comprobar que las canciones que el irlandés nos proponía en este trabajo de portada y contenido otoñal, eran justo lo que cabía esperar de alguien con tantísima experiencia y talento. "Keep me singing" contiene los momentos más sinceros que nos ha regalado en eones: piezas tan satinadas como "Everytime I see a river", "Out in the cold again" o "In Tiburon", así como demostraciones de sabiduría rhythm and blues ("Pen is mighter than the sword", "Share your love with me"), emparejadas con incendiario soul ("Too late") o algunas de esas baladas con trazas de clásico que sólo él sabe hacer sin caer en lo sentimentaloide ("Holy guardian angel"), pueden mirar con la cabeza bien alta al resto del catálogo del de Belfast, lo cual a estas alturas y visto lo visto en el resto del panorama, son las mejores noticias posibles.

Así pues, en plena forma, según cuentan las crónicas, con una gran banda para acompañarle y con la condición reciente de Caballero del Imperio Británico recientemente adquirida, llega a nuestro país (Bilbao BBK Live Legends y Primavera Sound Festival) en la que podría ser, dada su edad, una de las últimas ocasiones para contemplar en buenas condiciones una de las voces más tremendas, portentosas y vibrantes de la música popular del siglo XX y también, porqué no, del XXI, pues mientras siga vivo y coleando como lo hace hoy día, seguirá siendo el rey de la selva, el León de Belfast, uno de los artistas más genuinos y enormes que hayan pisado la tierra y un gigante a descubrir para muchos, que esperamos desde estas líneas haber presentado como es debido a quien se hallara en dicho caso y deleitado a quienes le adoren desde hace tiempo. El que suscribe, disculpen el dato, le adora también. Supongo que se habrá notado, pero no me lo tengan demasiado en cuenta: está plenamente justificado.






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