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martes, septiembre 26, 2017

Maronda: "Patrones de fuerza" (La Máquina Infernal, 2017)

Los valencianos profundizan aún más en la renovación de su sonido y entregan otro paquete de canciones impecables. 




El que nos ocupa es el cuarto disco de Maronda -interesante banda inicialmente ideada en la ciudad de Valencia por el homónimo Pablo Maronda y Mark Greenwood (La Habitación Roja), si bien pronto se vio ampliada con la incorporación de Alfonso Luna (Tachenko, Soledad Vélez)  y Paco Beneyto (Midnight Shots)- y es una de las primeras referencias de La Máquina Infernal, nuevo sello discográfico puesto en circulación Miguel Ángel Aránega, alias Sr. Patilla, célebre dj y coleccionista de discos.

Era lícito pensar que por tratarse éste de un sello conducido por alguien de gusto tan tirante a los sonidos sixties, los derroteros más, digamos, actuales por los que discurrió el anterior disco de Maronda ("Vibraciones", 2015), iban a dejar paso a una vuelta a las tonalidades vintage que adornaban sus dos aclamados primeros trabajos,"El fin del mundo en mapas" y "La orfebrería según los místicos", de 2011 y 2013 respectivamente, lo cual, para que vamos a mentir, no dejaba de ser una perspectiva atractiva.

Todo lo contrario: "Patrones de fuerza", grabado y producido una vez más codo con codo por el autor de las canciones y su fiel Greenwood, a caballo entre los Little Canyon Studios de Burjassot y  Loriguilla, escarba todavía más en el sonido renovado que presentó la banda en su predecesor. Teclados con herencia eighties, guitarras saturadas de eco, baterías muy producidas, voz con efectos y en definitiva, una producción que mira de frente al espíritu que impera hoy, quizá en exceso, en el indie español.

Y qué quieren que les diga, a mí eso me parece en cierto modo una pena, porque lo que resulta es un todo excesivamente difuminado como para apreciar los matices de unas canciones que siguen siendo tan soberbias como lo eran las de sus anteriores trabajos. Pablo Maronda se sabe al dedillo el mismo manual de estilo que utilizaron Brincos, Family, Carlos Berlanga, Serrat, Los Planetas, Los Ángeles, o incluso las Vainica para escribir sus canciones más inolvidables. Maneja la melodía a su antojo y corona siempre sus creaciones con una lírica soberbia, de alto valor literario, faceta que además últimamente muestra más madura, superando el sempiterno desengaño amoroso que antaño imperaba en su obra.



El problema principal cuando uno se enfrenta a estas canciones tal y como se han plasmado, es la excesiva uniformidad a que se las ha sometido en el resultado final de la grabación. Cuesta destacar unas de otras cuando determinados arreglos se abalanzan sobre el resto, cuando esos teclados pasados de reverb anulan otras frecuencias o cuando el exceso de compresión en la voz impide apreciar la letra. Había material aquí como para dedicarle una atención especial a cada canción y sobre todo, aportarles distinción y personalidad sobre la mediocridad que asola el pop estatal. Ya quisieran la mayoría componer como Maronda.

Por supuesto, no todo es así y eso salva el conjunto: "El jardín de la prosperidad" es una joya que brilla por sí sola, para enmarcar junto a otras dianas de la banda ("Volverás", "Cambiada", "Quemando cromo"...) con tonalidades, esta vez sí, cercanas a la psicodelia sixties; la compleja en arreglos y preciosa en estructura "Actos de pura abstracción" es otra resplandeciente gema pop, así como "Diez siglos bastó con Bizancio", que cuenta con una letra impresionante, marca de la casa: "Tu novio es de un gremio de tierra, yo soy de la luna y los astros. Me pides sigilo y paciencia .Diez siglos bastó con Bizancio. Cualquier día de la semana le damos la vuelta a tu cuarto. Con él siempre estás fatigada, conmigo los martes son sábados".

El disco además cuenta con colaboradores de lujo: Manu Ferrón (Grupo de Expertos Solynieve) pone voces en "Alexanderplatz" y Marina Gómez (Klaus & Kinski) canta "La gota malaya", que cierra el álbum. Un álbum que es, en definitiva, heredero de su predecesor, al que no obstante supera en calidad compositiva, con un listado de canciones que, dada su perfección y riqueza de matices, quizá se hubieran visto beneficiadas por un sonido algo más sencillo, más carnoso. No sé si el "renovarse o morir" es motivo suficiente como para restar alma a unas canciones tan soberbias como éstas. Pablo suma y sigue componiendo, pero quizá debiera replantearse los senderos difusos por los que transita a la hora de plasmar sus ideas en disco.

La banda estará presentándolo, junto al también valenciano Segunda Persona (alias de José Guerrero, de Cuello, Betunizer) este sábado 30 de septiembre en la sala Loco Club. Tickets aquí



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