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lunes, noviembre 20, 2017

Hank Idory, "Hank Idory" (Pretty Olivia Records, 2017)

La nueva apuesta de la disquera alicantina Pretty Olivia es un disco luminoso, profusamente arreglado y con sabor a maestría pop por todos sus surcos. 


Guardaremos, por expreso deseo del artista, para nosotros el nombre real del valenciano Hank Idory. ¿Y por qué no si ha tenido el buen gusto de ponerse de nombre un disco de Bowie?, digo yo... Además, cosas como el nombre bajo el que viaja su autor son nimiedades cuando lo que realmente importa, a él y a los que lo recibimos, es la obra de arte que entrega. Por supuesto que esta persona tiene un pasado, por supuesto que ha participado en otros proyectos, está claro que tiene una vida y una personalidad que determina la forma de alguna o todas las canciones que aquí se incluyen, pero ¿necesitamos saber todo eso para que nos guste el disco? Para ser sinceros, no. 

Y el trabajo que aquí nos ofrece, haciendo gala una vez más de buen criterio, la discográfica alicantina Pretty Olivia Records, capitaneada por el avispado padrino pop Javier Abad (cuya labor daría para un artículo aparte, que me encantaría escribir) tiene la entidad y calidad suficientes como para hablar por sí mismo. Un completo tratado de canción pop, del tipo que acuñaron aquellas bandas de sunshine pop como Millennium, Sagittarius  o The Association; aquellos grupos de los 80 como Pale Fountains o Prefab Sprout o, sin mirar mucho más lejos de la ciudad de Castellón, como aquellas maravillas de tres minutos que firmaba Miguel Ángel Villanueva con sus Brujos. 

Podemos decir que el disco es un trabajo urdido a cuatro manos. Hank se fue a grabar (siguiendo consejo del también músico valenciano Vicente Pratts) unas canciones para las que ya tenía pensados muchos arreglos a los Calexico Estudios (ahora Milenia) de Carlos Soler Otte, otro fan de "Pet Sounds" como él y músico, además de productor e ingeniero de sonido, verdaderamente dotado. Tanto, que como no tenía banda, le pidió que fuera su "wrecking crew", es decir, sus músicos de estudio, como aquellos que trabajaban con Brian Wilson, o Phil Spector, sólo que concentrados en una sola persona. Afortunadamente eso era posible porque Carlos va tan sobrado, que puede colgarse no sólo eso a la espalda, sino también la responsabilidad de la traducción de las ideas del músico en sonidos y el aporte también de ideas propias.


El resultado es este trabajo co-producido, por tanto, entre los dos y ciertamente notable. Sorprende que alguien tenga esa facilidad, esa clarividencia para la construcción de la canción pop. Y eso que no siempre acierta tan espectacularmente como en el caso de canciones como "Sonodrama" o "Algo está cambiando", pero todas mantienen un nivel muy alto tanto en cuanto a composición como en unos arreglos meticulosamente urdidos y ejecutados con maestría. Todos los elementos intervinientes en el sonido del disco han sido tratados con el cuidado y esmero de un orfebre. De eso sabe mucho Carlos, cuyas producciones cuentan siempre con un sello de calidad pop. Pero este trabajo quizá signifique el culmen de todo su trabajo, al menos hasta la fecha. 

El hecho de que Idory sea fácilmente catalogable en una onda fuertemente enraizada en la cara más amable de la música de los 60 y quizá también en esa sub-etiqueta llamada "Power pop" (una forma simple de decir melodía + guitarras) no significa en absoluto que nos encontremos ante un producto falto de personalidad: todo lo contrario, estas canciones cuentan con un universo propio, con una particularidad, seguramente producto de la personalidad de su autor o de su forma de asumir sus influencias, que las distancia de muchos otros actos situados en las mismas coordenadas. Lo que aquí se nos cuenta es una historia particular, perfectamente hilvanada y que nos sitúa ante una de esas obras completas, cohesionadas y redondas como el vinilo que las contiene, que nos son tan frecuentes de encontrar como muchos creen.

Según su autor, el disco funciona igual que una "matrioska", una gran historia que alberga a su vez muchas otras de menor embergadura y que entre todas buscan focalizar al oyente en dirección al ahora, al momento en que nos encontramos. En ocasiones con luminosidad y en otras con acento más melancólico, las arrebatadoras melodías de "Gran angular", "El tiempo siempre miente", el single "Dame una solución" o la deudora de Vinicius (por temática) "Tarde en Arecibo" buscan darnos las coordenadas del universo personal de alguien poderosamente humano, pero que vive a caballo entre la cruda realidad y una serie de coloristas sueños pop, para cuya puesta de largo los mencionados Javier Abad y Carlos Soler han asumido roles preponderantes como necesarios aliados del autor. Ojalá dicha alianza siga en pie y siga dando frutos, porque este puede ser el principio de una gran historia. Bienvenido al mundo, Hank Idory. 


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