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viernes, febrero 02, 2018

Dogo en Planta Baja (Granada) 01/02/2018


Hubo un tiempo (qué viejuno suena empezar así una crónica, pero es así) en el que el rock and roll se hacía de otra forma. O no. Quizás sencillamente lo hacían otro tipo de personas. Supervivientes de una sociedad que despertaba lentamente, con escasos medios y mucha rabia, los rockeros de “esos tiempos” hacían las cosas, sencillamente, de otra manera. Había entonces una “escena” en la que se codeaban músicos, fotógrafos, dibujantes como Nazario (ilustrador de "Ansia") y poetas moviéndose en el mismo sentido, siempre el contrario al que marcaba el “sistema”.

En ese contexto de supervivencia y gentes de ‘mala reputación’ Juan Diego Fuentes Casas apodado Dogo por su hermano, funda la que fue su banda, Los Mercenarios, no sin antes haber pasado por otros proyectos, podríamos decir más punkarras. Trasladarse a Sevilla en plena adolescencia, conocer los trasfondos de los polígonos y a músicos con una personalidad tan acusada como la del gran Silvio influyeron también, sin dudas, en la música y los temas de Los Mercenarios. 


Cautivado también por poetas como Ángel Caballero (El Ángel y los Volcánicos), o por personajes de la noche sevillana (travestis, prostitutas, camellos, etc.) las influencias que recibió en sus inicios musicales hicieron el resto. Un resto que debió sumar y ahora sigue. Sigue y lo hace de una forma casi atemporal, recogiendo el testigo donde se quedó, los mismos problemas, la misma injusticia social, los mismos lugares comunes donde toda la vida canalla de una ciudad sirve de caldo de cultivo para las mejores letras. No hay letras si no hay vida. Y vida, mucha vida, es lo que tenía este histórico sevillano (nacido en Madrid, sí, y con residencia actual en León, pero sevillano por dentro) que tanto contó de los bajos fondos de la ciudad en los ochenta.

Anoche, en Planta Baja, de manos de Serpiente Negra, que siempre tiene una impactante propuesta para tentar a los más reacios a salir entre semana, Dogo se subió al también histórico escenario granadino para demostrar que la edad aporta experiencia, que la actitud no se disipa con el tiempo y que el rockero nace, no se hace. Un setlist completísimo en el que, por supuesto, hubo momentos de homenaje a Silvio (de quién versionó “Sureños”), a Ángel Caballero, a quién le escribió una emotiva canción en su momento, a la vida del polígono sur, la Alameda de Hércules, los travestis, las prostitutas, los chulos y todo ese imaginario tan presente en temas como “Los chicos”, “La cueva”, “Sueños rotos”, “Susan”, “Sister Ray”, “Largas noches”, “Mala reputación”, prácticamente todas las imprescindibles de la banda en poco más de una hora de concierto en el que Dogo afirmó que “de aquí al hospital”.


Pero no, precisamente fuerzas no le faltaron a este artista tan bien rodeado de una banda solvente, con estilo, experiencia y actitud. Buenos músicos para rememorar una época en la que los rockeros llevaban gorras, brillos, satén o plumas, una época de glamour barato en la que lo importante era parecer y entonces, los grupos, sabían no sólo ser, sino parecer artistas. Rock Star de una época en la que saber moverse, conectar y dejarse la piel en cada escenario eran plataforma para el éxito, cuando el éxito consistía en comer todos los días, conseguir ‘las cosillas’ de cada uno y pelear cada batalla como si fuese la última. De agradecer, también el impecable sonido que disfrutamos en la sala, imprescindible para disfrutar como es debido de los potentes riff de guitarra y la contundencia del bajo.


Supongo que a estas horas, los nostálgicos que estuvimos anoche en Planta Baja aún tenemos frescas en la retinas las escenas de puro rock and roll vividas anoche con Dogo, incluso ese tirar la batería y patearla por el escenario con la que nos sorprendió el baterista ruso de la banda (según Dogo, en Rusia las cosas se hacen así), las canciones aún resonando en el oído y alguna sonrisa al recordar el humor sevillano que, entre temas, servía para tomarse un respiro antes de encarar la siguiente tanda de temas. Un par de bises, como es de rigor y una despedida discreta, sin toda la tanda de efectos finales de la que hacen gala ahora los grupos en el último tema. Y es que, como he dicho al principio, hubo un tiempo, en el que el rock and roll, se hacía de otra forma.

Crónica y fotos: María Villa

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