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sábado, febrero 03, 2018

The New Raemon en Planta Baja (Granada) 02/02/2018


El de Ramón Rodríguez es un proyecto de esos en los que se intuye que todo está muy pensado para que el resultado sea óptimo. Perfeccionista y singular, si bien comenzó con sonidos más pop (ayer mismo decía que “cuando haces pop, sí hay stop”), The New Raemon fue girando hacia un sonido más personal, que él mismo contaba, al principio no gustó y ahora gusta mucho.

Más relajado que en otras ocasiones que ha pasado por nuestra ciudad, anoche Ramón Rodríguez mostró una faz especialmente simpática, bromeando sobre distintos temas y acogiendo de buen grado las broma, a veces pesadas, de alguna gente del público (lo de pedirle la gorra repetidas veces por parte de un fan fue cansino) y contestando con gracia a quienes decidieron interactuar con él desde abajo.

No significa eso que no callase al público, supongo que esa es una de las cosas que uno sabe que va a pasar en sus conciertos, ya empieza a ocurrir también con otros artistas y los que vamos a los conciertos a disfrutar de la música lo agradecemos mucho, ¿por qué no decirlo?

Ahora, diez años después de dejar atrás Madee y el resto de proyectos que supusieron sus primeras incursiones musicales, The New Raemon llegó anoche para quemar la memoria, que es también una forma de repasar, revisar y darle una vuelta de tuerca a todos sus álbumes anteriores.


De prácticamente todos ellos escuchamos anoche temas, unos pocos (tres, según él mismo) alegres y otros cargados de esa melancolía tan personal de la que están hechos la mayoría de sus temas. Aunque, realmente, los temas no son tan tristes como él afirma. O quizás, desde fuera, todo el despliegue musical nos hace sentir alegres hasta los temas más tristones. Y es que ayer, a esa banda virtuosa y discreta que le acompaña con Pep Masiques (bajo), Pablo Garrido (guitarra), Salvador D'Horta (batería) y Marc Prats (teclado) se unió un impactante percusionista que forma parte de la banda en esta gira, el grandísimo Marc Clos, un músico que consiguió hacerse con la atención del público, especialmente de las primeras filas.


Le aporta Marc Clos todos los matices que se pueden conseguir con un músico capaz de tocar prácticamente a la vez xilófono, caja, platillos, todo tipo de percusiones de mano (se me escapa el nombre de toda la variedad que sacó a escena), una suerte de uñero hecho a base de semillas de gran tamaño, panderetas e incluso un riq turco y todo ello sin interferir en la base rítmica de un siempre certero y contundente Salvador D’Horta que también destacó por su maestría en la batería.


Maestría también, discreta y “silenciosa” la de Marc Prats a los teclados, una pieza imprescindible para conseguir el empaque y la compleja sonoridad que pudimos disfrutar anoche en un concierto en el que, naturalmente, la protagonista era la voz y la solvencia musical de Ramón Rodríguez.


No faltaron entre sus temas prácticamente ninguno de los que los fans piden en los conciertos, como “Oh, rompehielos”, “La cafetera”, “Sucedáneos”, “Reina del Amazonas”, “Lo bello y lo bestia”, “El fin de la resistencia” y otros muchos que forman parte de su historia musical. Y, aunque avisó con tiempo que no habría bises, sí dedicó una parte del concierto, él solo, con la acústica y tras volver a pedir silencio para poder escuchar esos temas que iban sin banda, a tocar  su versión “Te debo un baile”, de Nueva Vulcano, de la que bromeó diciendo que, la canción por la que más se le conoce no es suya, aunque tiene cientos de canciones que sí lo son y una versión de McEnroe, antes de dar paso de nuevo a la banda y despedirse con un apoteósico “Tú Garfunkel” con el que cerraron un concierto de esos de los que te marchas con la sensación de haber disfrutado de verdad de buena música. 

Crónica y fotos: María Villa 

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