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domingo, noviembre 18, 2018

Dios salve a la (auténtica) Reina

La película "Bohemian rhapsody" bate récords de taquilla y vuelve a destapar el mito que gira en torno a Freddie Mercury. Pero más allá de esta figura, existió una banda, formada por cuatro personas, cuatro cabezas pensantes que constituían un ente que iba mucho más lejos de la figura de su líder y sobre la que se han echado toda clase de tópicos, los cuales intentaremos destruir aquí.

Si hay un recuerdo imborrable de mi infancia son las mañanas de sábado. Por muchos motivos, pero sobre todo, porque los despertares -a horas más tardías obviamente que entre semana y tras media noche leyendo cómics- iban siempre acompañados del sonido de la radio de mi hermana. Casi siempre eran los 40 Principales (los de los ochenta, nada que ver con los de ahora), pero a veces también sonaban algunos cassettes que ella reproducía en el magnetófono de nuestro padre. Entre su escasa colección, se encontraban "A night at the opera" y "The Game", de Queen, los que para mí hoy día son seguramente sus dos mejores discos. Es justo, cosa rara, el segundo de ellos el que ahora identifico con las mañanas de sábado y por ende, mi infancia, ya que en cuanto pude hacerme con un radiocassette propio, le "sustraje" la cinta a mi hermana y la ponía una y otra vez hasta que decidía levantarme de la cama.

Quizá decir esto ahora sea uncool -lo cual me importa un pimiento- pero la verdad es que la banda formada por Freddie Mercury, Roger Taylor, Brian May y John Deacon forma parte indisoluble de mi formación musical. También perdí la cuenta de las veces que visioné en mi preadolescencia la cinta de vídeo (que también grabó mi hermana) con su concierto en Wembley del 86 y escuché aquél vinilo que había por casa del "A day at the races". Con el tiempo escucharía toda su (reconozcámoslo: desigual) discografía y aunque el mito que les rodea se hizo cada vez más grande y la insistencia de su música en el día a día la convirtió en irritante en un determinado momento, hay que rendirse a la evidencia de que son uno de los grandes actos que ha tenido el rock. Y quien no quiera verlo, es el peor de todos los ciegos.

La película recién estrenada que hace las veces de biografía, más del cantante que de la banda, ha traído de nuevo la Queen-manía a la palestra. Número uno en taquilla y vuelta de sus canciones a redes sociales y medios de comunicación en general, confirmándose hace unos días que son lo más escuchado en spotify, termómetro oficial actual del grado de éxito de algo.

Han sido y siguen siendo tan universales, tan legendarios, sus canciones forman una parte tan indisoluble de la vida de cualquiera, que son casi tan importantes a nivel icónico como los Beatles o Elvis. Es por esto que, como cualquier icono que se precie, su carrera está rodeada de tantos mitos que es difícil ver con claridad una trayectoria, que al contrario de lo que expresa la película, más centrada en Mercury, fue responsabilidad de cuatro personas, cuatro seres diferentes pero complementarios que lograron hacer grandes cosas juntos.

El momento, el photo-finish que marca su grandeza es sin duda su actuación en el Live Aid que en 1985 organizó Bob Geldof para ayudar a paliar el hambre en Africa. Durante 20 minutos, Queen pararon el mundo. Un mundo, además, que no les acababa de tomar en serio y que tampoco esperaba que precisamente ellos fueran el plato fuerte, de hecho su actuación no fue en prime-time. Pero lo pararon.

Ese fue, quizá, su culmen, pero para llegar ahí hay mucha historia que contar.

El germen de todo está en Smile, una incipiente banda de Londres que empieza a tener cierto renombre en el circuito de clubes allá por 1970. De ella forman parte Brian May, un cerebrito estudiante de astrofísica metido a guitarrista y Roger Taylor, guaperas que estudia para dentista y toca la batería casi como Keith Moon. A sus conciertos asiste siempre atento un joven procedente de Zanzíbar llamado Farrokh Bulsara, pero al que todos conocen como Freddie, que cuando consigue conocer a la banda, se empeña en decirles cómo deberían mejorar su actuación ante el público, cosa que a éstos no les hace demasiada gracia.

Pese a ello, la marcha del bajista y cantante de Smile causa la necesidad para los restantes miembros de buscar un cantante. Bulsara, que ha recibido educación musical clásica, toca el piano a lo Mozart y consigue un registro vocal impresionante gracias a los cuatro dientes de más que tiene en la parte trasera de su boca (retrognatismo), que le proporcionan una resonancia natural, se las arregla para convencer a May y a Taylor de que es el sustituto ideal. No sin discusión (lo cual sería una tónica durante toda la vida del grupo) cambian su nombre por el de Queen, adecuadamente ambiguo y al compás del glam reinante en el Reino Unido aquellos años.

La formación se completa al cabo de un tiempo con el perfecto empaste: John Deacon es un tipo tranquilo, reflexivo, conciliador y además toca el bajo de maravilla. Su presencia supone ese elemento catalizador siempre necesario para que todo funcione. Empiezan las presentaciones en directo con un Freddie que comienza a hacerse apedillar Mercury (referencia a Mercurio, mensajero de los dioses) y se come el escenario, dejando boquiabierto a un público que no ha visto nada igual. Queen suenan como un cañón, sólo falta el disco.

Entran en contacto con los estudios Trident y junto a su productor, Roy Thomas Baker, dan forma a un primer lp -"Queen" (1973)- que editaría nada menos que EMI, la discográfica de los Beatles. Fuertemente influenciado por el incipiente sonido Heavy Metal, su sonido destaca por una utilización de las armonías vocales fuera de lo común y unas estructuras complejas, que pese a centrarse en el rock duro no abandonan ni por un momento la melodía. No es un gran éxito, pero es un buen comienzo.

Con "Queen II" (1974) todo mejora sensiblemente, pero es "Sheer heart attack", del mismo año y de portada provocativa, el disco con el que Queen dan el aldabonazo definitivo en el camino a una fama que ellos creen les está asegurada. Y creen bien, porque "Killer Queen", gracias a su actuación en el célebre programa de la BBC Top Of The Pops, es un éxito tremendo (número 2 en Inglaterra y 12 en EEUU) que les propicia su primera gira al otro lado del Atlántico.


La cosa marcha, pero para conquistar del todo la fama y fortuna deben dar un golpe maestro. Y éste viene en la forma de un cuarto disco al que, desoyendo los mandamientos de toda banda de rock, titulan "A night at the opera". Un trabajo que ha costado lo indecible de grabar, merced a unos planteamientos melódicos y una complejidad de arreglos y estructuras totalmente fuera de lo común. Queen se tiran varios meses grabando unas canciones para las que todos han echado el resto, pero especialmente han prestado atención a una composición de Mercury, que éste titula "Bohemian rhapsody" y en la cual invierten varias semanas de trabajo junto a su productor, llegando a grabar hasta 180 pistas de voz, para una canción que comienza como una simple balada, pero de repente estalla en un surrealista coro operístico que da entrada a un acelerado rock and roll, para acabar volviendo a la balada.

Nada menos que 6 minutos de niña bonita de Freddie Mercury, su gran empeño, que por supuesto todos (salvo Deacon) querían como primer single del nuevo álbum. La compañía no lo tenía tan claro, pues la radiofórmula no aceptaba tal minutaje en una canción para sus emisiones, lo cual convertía tal deseo en suicidio comercial. No fue así ni por asomo: Kenny Everett fue el avispado locutor que dijo "esto va a ser número uno durante siglos". Y así fue, su insistencia radiándolo tuvo efecto dominó y Queen obtuvieron su primer número 1 en Inglaterra (y 9 en EEUU). Para celebrar el bombazo, dieron un concierto gratuito en Hyde Park ante la friolera de 150.000 súbditos.

La cima estaba ahí. Público y críticos coincidían en cantar sus alabanzas. Pero, ay, esto no sería costumbre en años venideros. De hecho, la reválida del tremendo exitazo cosechado por el disco que pretendió ser "A day at the races" (1976) no acabó de convencer a los segundos, aunque gracias a tremendos sencillos como "Somebody to love" logró colocarse de nuevo en la cima de los charts.

Esto nos lleva a 1977. La efervescencia contestataria del punk está ahí y ellos no encajan. No obstante, se niegan a evaporarse como un dinosaurio cualquiera y retornan al estudio con ganas de volver a los básicos. "News of the world" es su disco más crudo y con algunas de sus mejores canciones. No sólo las archifamosas (y excesivamente  arrogantes para muchos en la época) "We will rock you" o "We are the champions"; también "Spread your wings", "Sheer heart attack" (un acercamiento a la música de los chicos de la cresta?) o "My melancholy blues" hacen de éste uno de sus discos más completos y definitorios.

"Jazz" (1978), con magníficos singles como "Fat bottomed girls", la eterna "Don't stop me now" o "Bycicle race" y una picante campaña promocional (ver vídeo), así como uno de los directos más incendiarios y fundamentales de todos los tiempos, "Live killers" (1979), mantienen las posiciones en las listas, pero la banda no puede evitar tener la sensación de que su llama se extingue, de que el signo de los tiempos les supera. Es por eso que se dirigen a los Musicland Studios de Munich (ciudad que Mercury adoptaría como propia una buena temporada y en la que se correría la mayor de todas las juergas), junto con el productor Reinhold Mack, conocido por su trabajo con la ELO, que les llevó por caminos diferentes a los acostumbrados.

El disco resultante, "The game" (1980) era bastante más variado de lo habitual. El disco fue precedido por un pequeño divertimento rockabilly que Freddie había compuesto en el baño en cinco minutos y que habían grabado, además, prácticamente sin la participación de May. "Crazy little thing called love" fue, sorprendentemente, un ciclón en EEUU, su primer número uno allí, pero sin embargo, el disco tardó en despegar. Tuvo que ser la canción más inesperada, una que ni siquiera querían incluir en él y que sacaron como cuarto sencillo para ver qué pasaba: una composición funk a cargo de Deacon llamada "Another one bites the dust". Nada menos que una de las líneas de bajo más reconocibles de todos los tiempos para servir un éxito sin precedentes que aupó el álbum a un primer puesto en los States que jamás lograrían reproducir.

Tras ello, una etapa un tanto oscura, que se saldó con la francamente olvidable banda sonora de la película "Flash", de Dino de Laurentis, uno de los mejores y más exitosos recopilatorios de singles (Queen, en mi opinión, son sobre todo magistrales en este formato), para acompañar al cual se sacaron de la manga otra canción impresionante en dueto con Bowie ("Under pressure") y otro disco, éste totalmente desconcertante, titulado "Hot space" (1982) y grabado de nuevo en Munich como una especie de tributo a la música que sonaba en los clubes gay de la ciudad que Mercury frecuentaba, lo cual no deja de ser curioso, pero decididamente no tenía demasiado que ver con ellos.

Vuelven al redil con "The Works" (1984), disco que les devuelve por completo al candelero gracias a otra buena ristra de  singles maestros: "Radio Ga Ga", "I want to break free", "Hammer to fall", "It's a hard life" y un sonido claramente encajable en su época.

Y eso nos lleva al gran momento: cuando llegó Live Aid no era precisamente la mejor de las épocas para Queen. Habían cometido el imperdonable error de, cuando media humanidad clamaba en contra del apartheid de Sudáfrica, decidir tocar en Sun City, especie de Marina D'Or a lo bestia en cuyo estadio, desoyendo las recomendaciones de boikot cultural de Naciones Unidas, dieron no uno, sino varios conciertos, lo cual les valió la inclusión en la lista negra de dicha institución internacional.

Por si fuera esto poco, no fueron llamados a participar en el single benéfico "Do they know it's christmas?", que la crema y nata de la aristocracia pop británica puso a flote para salvar al hambriento pueblo africano, lo cual les hirió en lo más profundo, llegando incluso a plantearse la separación. Cuando Bob Geldof, su organizador, les llamó para participar en Live Aid, ni siquiera iban a aceptar la invitación. Les ofrecían un horario malo, no se fiaban del sonido y su confianza estaba bajo mínimos, pero a última hora accedieron. Y eso sí, lo hicieron con todas las de la ley: ensayaron sus 20 minutos de actuación como bestias, sin descanso, preparando todo al milímetro para llegar y hacer lo que hicieron: uno de los espectáculos más paradigmáticos y difíciles de superar del siglo XX. 20 minutos de rock, teatralidad y genialidad absoluta en los que Mercury con sus "eeeroo",su maestría vocal (dato: su médico le había desaconsejado mucho actuar ese día debido a severos problemas de garganta) y sencillamente, el mayor carisma que haya tenido alguien sobre el escenario desde que el rock es rock, se metió a una multitud inmensa de gente dentro de sus calzoncillos.

Sencillamente, dejaron a U2, Led Zeppelin, Dire Straits, Rolling Stones, Madonna y a todo el que actuó en aquellos macroconciertos que se retransmitieron a todo el mundo, a la altura de principiantes. Queen habían subido a lo más alto y ya no bajarían: en 1986 llegó "A kind of magic", más singles impepinables ("One vision", "Friends will be friends"...) y la gira mundial por estadios más impresionante que jamás se recuerde, de la que dio testigo su segundo disco en directo "Queen live magic" (1987), que quizá sea algo fallido por lo corto de su minutaje.

Pero pese a todo ese éxito descomunal, algo iba mal: Freddie se comportaba de manera extraña, esquiva, estaba claro que ocultaba algo. En 1987 fue diagnosticado portador del virus VIH y decidió mantenerlo en el más total de los secretos. No quiso compartirlo ni siquiera con la banda y grabaron un disco "The Miracle" (1989), que sería el primero en no contar con una gira promocional de apoyo a su venta. Esto acrecentó aún más los ya persistentes rumores de que Mercury estaba enfermo. Él, consciente de que se le escapaba la vida, quería trabajar, trabajar y trabajar, así que reunió en su casa a Roger, Brian y John y les dijo esto: "Probablemente sabéis cuál es mi problema. Lo es, y no quiero que marque ninguna diferencia. No quiero que se sepa. No quiero hablar sobre ello. Solo quiero seguir trabajando hasta que no pueda más. Me gustaría que me apoyarais en esto". Ellos, como es natural, quedaron devastados, pero apoyaron su deseo.

"Innuendo" apareció en 1991. Fue un disco espléndido, el mejor que habían hecho en muchos años. La noticia de la enfermedad de Freddie aún no era pública oficialmente, pese a los rumores, pero la extrema delgadez del cantante en las fotos y vídeos promocionales dejaban poco para ocultar. Unos Queen más unidos que nunca habían logrado dejar escrito el mejor testimonio de lo que habían hecho juntos, un disco que además trata abiertamente sobre la sombra que se cernía sobre ellos. Tanto la titular, como "The show must go on" o "These are the days of our lives" son elegantes y magistrales canciones de despedida no sólo de Freddie, también de un tiempo, una era, una entidad, Queen, que jamás volvería.

Freddie se empeñó en continuar grabando hasta que las fuerzas le abandonaran del todo. Así se hizo: recuperando algunas canciones de sus discos en solitario y otras cosas que le escribían May o Taylor, él se metía como podía en el estudio y cantaba todo lo que le daban, hasta que en verano de 1991 no le quedó aliento que arrimar al micro. Farrokh Bulsara falleció a la edad de 45 años en su casa de Kensington el 24 de noviembre de 1991 y la muerte a quien el mundo conoció como Freddie Mercury dejaría el que probablemente ha sido el vacío más grande de la música pop, junto al que dejaron Lennon y Elvis.


Se organizó un concierto tributo en el cual todo lo más grande (Elton John, Robert Plant, George Michael, David Bowie...) del mundo del rock, participó para rendir homenaje a la figura del mayor showman del universo. Un evento bastante emocionante que todo el mundo vio en sus hogares y que supuso una guinda bastante bonita a la carrera de una banda que ha sido incapaz de rendirse y dejar quieto su legado.

Brian May y Roger Taylor, no así John Deacon, que decidió retirarse, han persistido en un empeño bastante absurdo de mantener viva una llama que era el resultado de unir cuatro personalidades. Sin contar el disco "Made in heaven" (1995), testamento bastante olvidable hecho a base de las grabaciones que dejó Mercury antes de morir, el dúo ha martirizado la franquicia Queen a base de alianzas con cantantes como Paul Rodgers (Free, Bad Company) que nada tenían que ver con el espíritu de la banda y dieron como resultado discos con nombres tan ridículos como "The cosmos rocks" (2006), que hubiera sido mejor editar bajo un nombre distinto al de la banda madre.

No obstante, nada ensombrece una herencia musical que, pese a algunos altibajos, supuso uno de los actos más excelsos y exhuberantes que han acontecido en la música popular. Queen iconizaron como nadie el espectáculo en el rock. Aunque pocos lo reconozcan, todo el mundo que se ha subido a un escenario ha tratado de lograr el efecto que ellos conseguían ante masas enormes de gente. Lograban una comunión absoluta con su público y le llevaban a donde querían. Quizá con demagogia, sí, tanto en sus canciones como en sus presentaciones en vivo, pero nunca con predicaciones baratas de carácter mesiánico, al contrario que muchos otros. Eran espectáculo sin adulterar, sin politizar, sólo sexo, libertad y emoción, que ellos sabían comunicar a la perfección. Podrá decirse, al contrario de otros muchos grandes popes del rock, que su catálogo se halla poco sembrado de discos sobresalientes, pero pocos les igualan como autores de canciones infalibles, de singles incontestables, que escuchados uno detrás del otro apabullan por su genialidad y brillantez a la hora de convertir en inmediato lo musicalmente complejo.

Todo esto lo digo porque el carácter grueso de la información de esta sociedad de comida y pensamiento rápido hace que comience a pensarse en los artistas como impresiones de camiseta, wallpapers o cualquier topicazo que se os ocurra, sin pararse a apreciar ni degustar su auténtica valía. Yo os invito desde aquí a que, si os ha gustado esta peli, en mi opinión aceptablemente entretenida sin más, profundicéis en la música de esta gran banda y no os quedéis sólo en "We will rock you". Hay mucho más y si me lo permitís, aquí os dejo una pequeña muestra en forma de lista de spotify, con algunas canciones de sus discos que se salen de la obviedad de su catálogo de éxitos repetido hasta la saciedad, pues hay mucho más Queen de lo que parece. Y eso es lo que he pretendido demostrar. Aunque soy republicano, DIOS SALVE A LA (AUTÉNTICA) REINA!!

Lista spotify: Queen delicatessen

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