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lunes, diciembre 17, 2018

Matthew Sweet. Loco Club (Valencia). 16-12-2018

Mr. Powerpop en persona se despidió de España dejándonos una lección maestra de intensidad y un recuerdo imborrable, manejando un repertorio de himnos de los de corear con el puño en alto. 



Como me dijo a mitad de concierto mi amigo Carlos: "si googleas power pop seguro que sale la cara de este tío". Bien, puede que sea algo exagerado, pero desde luego no le falta razón. El de Nebraska personifica toda una tradición de hacer canciones-himno al son de lo que alguien definió como "las tres B", es decir, Beatles, Byrds y Big Star. No obstante, él supo dejar su impronta añadiendo a la ecuación un toque del Neil Young circa "Zuma" y cierta melancolía marca de la casa, al servicio de una capacidad melódica que poca flaqueza ha experimentado durante su trayectoria. Y para muestra de ello, no hay más que echar un vistazo a los tres discazos que ha sacado durante estos últimos dos años.

Como era de esperar, el anuncio de una gira extensa por el país junto a una superbanda integrada nada menos que por Rick Menck y Paul Chastain (Velvet Crush), por no hablar de esa bestia parda de las seis cuerdas que es Jason Victor (Dream Syndicate), así como la -repito- triada maestra de discos que ha sacado entre 2017 y 2018, sirvió de perfecto reclamo para que incluso un domingo tarde pre-navideño, la valenciana sala Loco Club se llenara hasta la bandera con su afición natural.

Se respiraba, por tanto, ambiente familiar y era evidente que la emoción era máxima en las caras de todos los presentes, impacientes por presenciar un espectáculo altamente esperado que comenzó puntual y, para mi sorpresa, con un Matthew Sweet que lucía bastante pletórico y con ganas de agradar a un público entregadísimo que le recibió con los brazos abiertos de par en par. No sé porqué, avisado por comentarios de anteriores giras e incluso de algún concierto de los de ésta, esperaba cierta distancia y poca emoción por parte del cantante. No podía estar más equivocado.

La banda no es sólo que sea impresionante en cuanto a personalidades, es que además está perfectamente engrasada. Y es que un festín de guitarras como garantiza el cancionero de este hombre no puede acometerse como si fuera un  mero trámite, requiere todo el corazón del que se disponga. Y eso es lo que le echaron, pese al cansancio de la gira y evidentes signos de afonía en  su front-man, sabían que esta era su despedida de la piel de toro por una buena temporada y había que dejar a la gente con una sonrisa en la boca, salir por la puerta grande (y prometo parar aquí con las referencias taurinas).

Los primeros acordes de "Time capsule" sirvieron para enfervorizar a un respetable ya de por sí entregado. Y es que las canciones del magnífico "Girlfriend" son sin duda la piedra angular de un repertorio que no obstante, no olvidaría el presente: una "Byrdgirl" que hace honor a su nombre y "Pretty please", de su reciente "Tomorrow forever", sirvieron para que nos diéramos cuenta que no iban en broma. Al llegar la segunda salva
 del citado mítico álbum, "Winona",
 su tiempo medio sirvió para dar cierto respiro a la voz de Sweet, pero no sin altas dosis de intensidad, que Jason Victor se encargó de asegurar con uno de sus primeros momentos estelares. Sus arreglos quitan el hipo, literalmente.

"Divine intervention", "Someone to pull the trigger", la reciente y muy coreada "Trick" o "We're the same" formaron una secuencia orgiástica, pero es que la magnífica "Show me", del no menos impresionante álbum de este año "Tomorrow's daughter" puso un acento rock de cierto tono oscuro que fue escalofriante, al igual que la más baladística del set, la preciosa "You don't love me", la cual, claro, fue la calma que precede a los cañonazos: escuchar seguidas "I belong to you", "Girlfriend", "I've been waiting" y la esperadísima "Sick of myself" a buen seguro puso a prueba el corazoncito de más de uno y alzaron todos los puños del mundo, con sus dueños cantando a voz en grito. La cara de satisfacción del grandullón al contemplar esto lo decía todo.


Tras semejante descarga, pequeño descanso. Muy pequeño, de hecho, con Sweet dejando al estilo noventas su guitarra acoplando apoyada en el ampli y volviendo al minuto con sus chicos para el ataque final, debo decir que algo más largo que en el resto de la gira. Tuvieron a bien agasajarnos con cuatro perlas más, de una electricidad escalofriante, empezando por una lectura a lo Crazy Horse de "The searcher", una de las piezas más originales de la producción tardía de su autor, que se vio seguida con la poco habitual en sus sets "The ugly truth".

Como colofón final, la que quizá sea la favorita del que suscribe, ese "Devil with the green eyes" que haría llorar de envidia al mismo Alex Chilton y un "Evangeline" que dejó a todos con esa cara de pasmao que se le queda a uno cuando recupera la juventud, cuando siente que no todo está perdido, que el paso del tiempo no es inexorable y que sin duda los buenos tiempos nunca acabarán. Luego uno se va a casa y al día siguiente es lunes, pero eso qué más da si has visto a tu cantante favorito de cuando tenías 22 años hacer un bolazo y has coreado a voz en grito y cerveza en mano eso de "I've been waiting and I want to haaaaveee yoouuuu". Eso es todo lo que importa, joder.














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