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lunes, octubre 14, 2019

Días de vino y rosas: el regreso de The Dream Syndicate.

Banda fundamental para entender la progresión del rock americano desde los años ochenta hasta nuestros días, su regreso hace unos años tanto a los escenarios como a la vida discográfica, con dos discos ya en su haber desde entonces, ha sido como maná caído del cielo para muchos aficionados adoradores de Steve Wynn y sus secuaces. Estarán presentando su fantástico nuevo disco -These Times- en nuestro país este mes de octubre. La ocasión la pintan calva para desgranar su historia. 

Poco importa que su nuevo disco sea una especie de continuación natural de la carrera en solitario de su líder, cantante y principal compositor Steve Wynn. Tampoco importa que los años hayan pasado inexorablemente, restando capacidad de sorpresa y, por supuesto, trascendencia a sus nuevos ofrecimientos discográficos. Ahora mismo, The Dream Syndicate no son más que una banda de rock que reivindica su legado, que resultó ser muy superior a lo que aparentaba en la época y sobre todo, un oficio, que en diversas visitas a nuestro país desde su reencarnación -con la acertada incorporación a filas de Jason Victor, habitual sideman de Wynn- les ha hecho mostrar una solvencia en directo a la que pocos compañeros de generación tienen ya acceso. Quizá sea porque llegar hasta aquí les ha costado lo suyo. Veamos...

Pocos recordarán el paso de la banda por la televisión española, pero para mi fue muy impactante ver a aquellos americanos inusualmente elegantes, arrogantes y sonando como se supone debe sonar una banda de ROCK, interpretar en Rockopop, el justito programa musical que a finales de los ochenta y principios de los noventa presentaba Beatriz Pecker. Tocaron Loving The Sinner, Hating The Sin, para presentar el que sería su canto del cisne (hasta la reunión), un Live At Raji's (1989) que capturaba a la banda en su salsa y reivindicando un repertorio ejemplar, al que quizá no se le había dado el eco que merecía, de ahí que acabaran hartándose.

Aunque fuera playback, verles tocar con tanta convicción la que todavía sigue siendo mi canción favorita de ellos me petrificó de tal manera que aún hoy, que han pasado 30 años, recuerdo la sensación. De alguna manera aquella banda aglutinaba gran parte de lo que me interesaba del rock en aquellos días: la tensión urbana de Lou Reed y The Velvet Underground, el lirismo de Dylan, la furia eléctrica de Neil Young, las melodías folk-rock de los Byrds o cierto halo punk cosecha del 77. Todo ello les convertía para mi en objeto de deseo y aunque realmente tardé en hacerme con sus discos, les tuve en mente como referente de lo que quería escuchar a partir de entonces.

Toda esa mezcla de influencias y estilos era paralela a la que otras bandas, en otros lugares de su país, estaban destilando. Junto a REM, Rain Parade, Green On Red o Long Ryders, daban forma a lo que se denominaría por parte de la prensa como Nuevo Rock Americano. También con otras bandas de la ciudad de Los Angeles, formarían parte de lo que se dio en llamar Paisley Underground. Demasiado encasillamiento, quizá, para un creador como Wynn, que siempre ha nadado a contracorriente y al que lo único que le preocupa son las canciones.

El germen de todo esto tuvo lugar en la Universidad de California (Davis), en la cual formó, junto a Kendra Smith, Russ Tolman y Gavin Brair The Suspects, combo que ya daba muestras de ese amor exacerbado por el Dylan de Highway 61 Revisited y la Velvet de White Light/White Heat. Tras editar sólo un single en el 79, Wynn se marchó a la bulliciosa Los Angeles en busca de mejores horizontes para su música. Tras algunas aventuras, decidió montar su propia banda, una con la que desenvolverse de verdad como autor y construir un sonido en torno a sus canciones.

Lo consiguió aliándose con el versátil guitarrista Karl Precoda, la ya conocida Kendra Smith al bajo y Dennis Duck a la batería. Se ponen de nombre el mismo que tenía el primer grupo de  John Cale antes de los Velvets y juntos autoeditaban un primer EP homónimo en 1981, que ya incluía clásicos como That's What You Allways Say o When You Smile. Por supuesto, tal artefacto captó la atención del público y de la prensa, lo cual llevó inevitablemente a las discográficas. La que se llevó el gato al agua fue Ruby Records, una subsidiaria de la más grande Slash, que editó su primer y esperado primer álbum, The Days Of Wine And Roses (1982).

Es complicado empezar tu andadura con una obra maestra de las que marcan época, toda tu carrera inevitablemente se verá marcada por ello. Eso es lo que ocurrió con la banda californiana, que de la noche a la mañana se erigían en abanderados de todo un renacimiento de la manera de hacer rock and roll en su país, que abriría las puertas a todo lo que vendría tanto en esa, como en la década posterior. El disco es un perfecto compendio de tensión eléctrica y lirismo. Supo captar en sus surcos todo el talento compositivo de Wynn y la cohesión de la banda, que lograba con un solo disco alcanzar el sonido distintivo que muchos buscan durante toda una carrera.  Además de las mencionadas cuando hablábamos de su EP, este álbum contiene un montón de clásicos, como la inicial Tell Me When It's Over, Definitely Clean o Halloween, instalados para siempre en el imaginario colectivo de la cultura del rock underground.

Continuar hacia el siguiente disco fue tarea ardua, las tensiones entre los miembros de la banda se hicieron patentes con la salida de la bajista Kendra Smith y la entrada de Dave Provost. Además, el efecto llamada de haber debutado con un disco descomunal, trajo como consecuencia la firma de un contrato con una multinacional, A&M, lo cual suponía presión, calendarios y demás exigencias. Bajo los auspicios del productor Sandy Pearlman, conocido por ser el hombre en la sombra tras los rockeros Blue Oyster Cult, se dispusieron a grabar Medicine Show (1984), un disco de producción más limpia, pero profundamente más oscuro y complejo que su predecesor, que obviamente no generó los éxitos esperados y que propició la inmediata expulsión de la banda por parte de la discográfica, pese a que el plástico nada tiene que envidiar al debut artísticamente hablando, con maravillas como Still Holding On To You o la ácida y extensa John Coltrane Stereo Blues.

Y tras la expulsión, desbandada. The Dream Syndicate se separa, pero no tarda mucho en recomponerse. Wynn reorganiza la banda de nuevo junto a su batería Dennis Duck y dos nuevos elementos: el bajista Mark Walton y el guitarra Paul B. Culter, con los que da forma a Out Of The Grey (1986), disco bastante más luminoso que el anterior y que es saludado por crítica y público como un soplo de aire fresco. Canciones con madera de himno como la titular, la magnífica Forest For The Trees, o You Can't Forget, quizá lo más pop que habían hecho hasta la fecha. Todo ello insufla nueva vida a la banda, que continúa, no sin cambios de discográfica por medio, una carrera que aunque no acaba de despegar todo lo que prometía en sus inicios, sí que guarda para ellos una credibilidad artística a prueba de bomba y una nada desdeñable legión de fieles seguidores.

Así llega Ghost Stories (1988), álbum en el que sin perder un ápice de personalidad, alcanzan un sonido rock más estándar -dicho sea sin acritud- para alumbrar la que quizá sea su colección de canciones más sólida desde el debut: The Side I'll Never Show, Loving The Sinner Hating The Sin, I Have Faith o la superlativa lectura que hacen del See That My Grave Is Kept Clean de Blind Lemon Jefferson. El disco aparecía de nuevo con una discográfica grande -Enigma- y produce Elliot Mazer, habitual de Neil Yong, que hace que todo brille como toca. Lamentablemente, pese a que todo parecía dispuesto para el éxito, este nunca acaba de llegar y el hastío se apodera de los miembros del Sindicato, que acaban separándose, no sin antes editar un gran directo, titulado Live At Raji's (1989), que les captura en todo su esplendor.

Wynn se embarcó entonces en una carrera en solitario que nada desmerece a la de la banda que le vio crecer como compositor. Un buen punto de partida para conocerla es el recopilatorio What I Did After My Band Broke Up (2005) o directamente, arrojarse a por el colosal doble álbum Here Come The Miracles (2002). Ambos dan una idea certera del colosal escritor de canciones y creador del que hablamos, que no obstante, pese a tener una trayectoria por sí solo que casi equiparaba en seguimiento a la de The Dream Syndicate, no dejó pasar la oportunidad de reflotar la idea ante, precisamente, la propuesta de un festival catalán, el BAM, que trajo a la banda en la misma formación que sus dos últimos discos, excepto por la adición de Jason Victor, habitual guitarrista de Wynn que ayudaba a revitalizar el viejo combo, que asaltaba el escenario con un entusiasmo inusual incluso en sus años de juventud y gloria subterránea.


El regocijo de su público fue supino cuando se supo que aquello se convertiría en una pequeña gira por el país. Para muchos fue la primera vez que les veíamos, en unos conciertos electrizantes, a la altura de su leyenda o incluso superiores, que nos dejaron boquiabiertos. Nadie esperaba, sin embargo, que aquello fructificara en una resurrección en toda regla. Todo el mundo esperaba que Wynn continuara con su carrera, pero sin embargo, en 2017, saltó por sorpresa la noticia de que no sólo continuaba la banda unida, sino que además tenía un nuevo disco bajo el brazo.

Y qué disco! How Did I Find Myself Here (2017) es todo lo que cabría esperar de una banda y de un autor así. Honestidad, tensión, sabiduría y canciones como puños en un regreso total, de los mejores que se recuerdan de cualquier banda de su quinta, que recapitulaba y mejoraba, con la experiencia de los años, todo lo ya dicho en sus cuatro primero álbumes. Con un sonido que rozaba la perfección, canciones tan superlativas como Out Of My Head, 80 West, Filter Me Through You o The Circle, sonaban a gloria, como si no hubieran pasado los años.

Tras la gira correspondiente y un exitoso paso por festivales, entre ellos el Azkena, la banda regresa ahora con un nuevo disco, que quizá se vea más enraizado con la trayectoria de Wynn solo que con la de la banda, pero no deja de ser algo lógico cuando él ha sido siempre el que proporciona la materia prima y nunca ha sido amigo de repetirse. Así pues, These Times (2019) es quizá el disco más melódico de la historia de The Dream Syndicate, que gana enteros incluso sobre su predecesor merced a una producción luminosa, que hace volar a alguna de las canciones más acertadas que el cantante y guitarrista californiano haya escrito en años, como prueban maravillas como Bullet Holes o Recovery Mode.

Con este material bajo el brazo, será raro que su presentación en Europa sea un fracaso. Este mismo octubre les tendremos en España. Tres fechas y tres lugares: 22 de octubre en Madrid (El Sol), 23 en València (Loco Club) y 24 Bilbao (Café Antzokia). Ahí podremos disfrutar de una banda legendaria, que no por ello deja de estar en plena vigencia. Los días de vino y rosas han vuelto y están aquí para quedarse.







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