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viernes, noviembre 15, 2019

La Vitti Bar, Bob Lazy (Wine Records, 2019)

El músico valenciano vuelve a la carga con un segundo trabajo, nuevamente producido por Paco Loco, en que corrige y aumenta las virtudes de un debut que nos dejó un magnífico sabor de boca. 

Hay lugares que forman parte de uno. Lugares que SON uno.

La Vitti es un bar que hay en mi barrio, en València. En su plaza principal, siempre tan llena de estudiantes debido a la proximidad de las universidades, cada una de las cuatro esquinas que delimitan su estructura cuadrada está ocupada por un bar o café especial, centros de reunión de la gente del barrio y en general, sitios con solera y cierto aire bohemio. Están, de más antiguo a más moderno, el Salamandra, el Carajillo, el Rocafull y por último, el más nuevo, La Vitti. La Vitti tuvo y tiene otros dueños, pero su epicentro, su imagen, su constructor, se llama Borja.

A Borja González Ayllón, a veces, le gusta hacerse pasar por Jim Morrison; otras, por un simple chaval de barrio, deportista y campechano; otras por promotor (bastante bueno) de conciertos y otras muchas por cantante, bajo el seudónimo Bob Lazy. Pero más que nada él es La Vitti, un coqueto bar cuyo nombre homenajea a una bella actriz italiana y cuyo interior es igualmente bello, tanto por ambientación, como por la gente que lo frecuenta.

Todo eso lo sabe Borja, que lo ha visto crecer, lo ha perfilado, lo ha mimado, lo ha presentado en sociedad. Y ahora, que la vida ha querido verle desvinculado, por circunstancias que no vienen al caso, del timón del bar, ha decidido darle cabida en su nueva vida. Su segundo disco como Bob Lazy recibe el nombre de La Vitti Bar y su portada le presenta, justamente, en la fachada del mismo junto al que es ahora el nuevo gerente del local, el también músico Marcos Herrero (Yo Diablo), toda una paradoja y un bonito homenaje.

Pero todo esto es concepto, historia y cierta nostalgia, no es el disco.

La Vitti Bar lo toma donde lo dejara Rock, Love, Truth, primera referencia de este muchacho valenciano y primera experiencia de grabación, también, en el famoso estudio que regenta Paco Loco en el Puerto de Santa María. Un disco que serviría de excelente tarjeta de presentación para un músico que cuenta con un don especial para conjugar melodías tan chisporroteantes como inteligentes, tan variadas como eruditas, pero que no sirvió para que las discográficas, esos dinosaurios en vías de extinción, llamaran a su puerta, como debería haber sucedido en un mundo ideal, en tropel.

No obstante, nuestro héroe, lejos de desfallecer, se ha liado la manta a la cabeza, ha decidido tirar para delante con el DIY, ha contado prácticamente con la misma gente que intervino en el primero (repiten Loco, el mismo Herrero, Charlie Mysterio...) y se autoedita un segundo trabajo que merece, como mínimo, los mismos parabienes que por aquí le dimos al primero, que fue escogido, entre otras cosas, por el que suscribe, como uno de sus favoritos del 2017 en la lista resumen confeccionada en la sección Del Pop.

Si aquél ya iba sobrado de canciones poliédricas, que jugaban a partes iguales con la psicodelia britsh, la new wave y la modernidad milenial para hacer algo personal y sin tapujos, La Vitti Bar cuenta con la baza del terreno ya reconocido y la comodidad de haber liberado inseguridades, si es que las había. Aquí todo suena más certero, más al grano, como debe ser un disco eminentemente POP, como es éste.

El encanto a-la-Robyn-Hitchcock de la circular e inicial Le Cyborg nos da la entrada a un tour de force en busca de la canción perfecta que se prevé difícil de superar tras ese single modélico que es 18th Century Lovers (para cuya ilustración se ha hecho un magnífico videoclip, por cierto), pero que continúa imparable con la pizpireta canción titular, la maravillosamente camp My Disaster Date, la nuevaolera Until The Summer, el ochenterismo ilustrado de Justine o esa sabrosa delicatessen instrumental que es Song For The Dolphin y que culmina un disco que otra vez, demuestra lo equivocados que estamos al mirar fuera de nuestra ciudad, fuera de nuestras fronteras, buscando la respuesta a nuestras plegarias pop. No hay que mirar tan lejos para descubrir, a dos patios de su casa, como me pasa a mí, un talento de dimensiones versallescas.



Enlace de escucha del disco aquí

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