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jueves, abril 18, 2013

Mikel Erentxun- Charlas de la Efe Eme. El Loco Club. Valencia, 17 – 3 – 2013


Mikel Erentxun- Charlas de la Efe Eme. El Loco Club. Valencia, 17 – 3 – 2013


Nada más comenzar esta crónica del concierto de ayer de Mikel Erentxun, que abrió la nueva temporada de las Charlas de la Efe Eme (y que proseguirá el próximo 8 de mayo con Jaime Urrutia y en la segunda quincena de mayo con Christina Rosenvinge), una advertencia: no voy a ser objetivo. De hecho, voy a hacer justo lo contrario de los que lo vilipendian sin ni siquiera escucharlo con detalle: una alabanza puede que casi ciega. Pero es que, para mi, mentar Mikel Erentxun es como proclamar en alto todo lo bueno que me haya podido dar la música: Mikel es mi leyenda familiar, el protagonista de esas abundantes historias de padres o hermanos mayores que influyen, quizás de manera indirecta, en los gustos de los hijos o hermanos menores a partir de los propios mitos de aquéllos, el creador de los recuerdos de las visitas a las primeras tiendas de discos, de compras de cassettes en el local de la esquina, en una época en la que había mucho más negocio que por ahora.


Precisamente las nuevas formas de negocio (internet, básicamente) fue uno de los temas principales de la entrevista que Erentxun concedió a Juan Puchades (y, por extensión, a todo el público asistente: estaba lleno). Mikel mencionó que quizás, a partir de ahora, iba a sacar sus canciones directamente en la red, para, al minuto siguiente, desdecirse y añorar la necesidad de tener un disco en formato físico, incluso un single a la antigua, si puede ser, como aquellos de Elvis o de los Beatles, una grabación en mono o falso estéreo, en dos cuatro pistas. Un nostálgico, en una sala, quizás, llena de personas repletas en su interior de la misma melancolía, que, como yo, no comprendían la saña con la que se arrea ahora, como si fuera una moda, a esos músicos españoles de los años 80 y principios de los 90 sin los cuales no se entendería la cultura ni la herencia (directamente, quizás, ni siquiera habría una historia que contar) del pop-rock de este país, ése que nos llenaba de bonitas melodías que sigues tarareando incluso después de años sin haberlas reescuchado, antes de que Los 40 Principales se rindiera a una decadencia, suponemos, tremendamente satisfactoria desde el punto de vista industrial y gran parte del público la aceptara encantado.


Y es que, claro, Mikel Erentxun ya no es ese músico joven y vivaz, buscador del himno que reventara las viejas radios, que llenaba los estadios cuando formaba Duncan Dhu junto a Diego Vasallo. Ahora es un hombre en la cincuentena, un tío maduro, curtido en la música como forma de vida y no como hobbie, lugar al que desplazó su verdadera carrera universitaria: arquitectura. Alguien que acaba de padecer un ataque al corazón, que lo ha dejado todavía más neurótico de lo que ya era, al que hasta sus arranques de humor (detuvo dos veces su interpretación de A un minuto de ti) le dejan un poso de una leve desesperanza ("me estoy poniendo triste", aseveró de repente), preocupado por los golpes imprevistos que le ofrece la vida y por el paso del tiempo, cada vez más agobiante, cada vez más rápido: un reloj con menos de la mitad de arena, un verdadero corazón roto.


Anoche, Mikel rompió su rehabilitación tras la operación con un concierto acústico y tranquilo, en el que permaneció sentado durante más de dos horas, ante un público silencioso y entregado, desgranando algunas de las canciones más importantes de su carrera (y, evidentemente, dejándose en el tintero otras: su discografía tiene tantas buenas canciones que es prácticamente inabarcable, aunque sí que, personalmente, eché de menos algunas en comparación de otras que tocó, bastante “menores”, por mucho que yo odie mentar ese calificativo) y soltando cosas fascinantes sobre la creatividad y sobre su pasión, no siempre correspondida, por el proceso de la escritura (realmente, para qué mentir, lo que dice en su blog no es ni la mitad de interesante: quizás porque ahí saca la parte vulgar del que se baja del escenario, que diría Urquijo). Mikel Erentxun, pues, tras, como dice en Veneno, haber dejado de sentir la lluvia en la calle y haberse olvidado de si mismo, parecía reencontrarse anoche, en medio de un escenario iluminado por sólo dos focos, con su sombrero, atuendo, gustos musicales e interpretación a lo Bob Dylan, en este momento su mayor referencia (a tenor de sus últimos discos, no siempre bien asimilada, pero lejos de la mediocridad que le quieren atribuir los medios musicales).


Tras el detalle que el miedo ha tenido en él, haciéndole mella, Mikel Erentxun volvía a la vida en el escenario de El Loco. Yo estaba allí y fue emocionante verle ponerse cachondo tras tocar Cartas de amor. Bienvenido de nuevo al mundo.


Más info:










Mikel Erentxun - "Vasos de Roma y Ginebra"


Mikel Erentxun - "Ropa vacía"


Mikel Erentxun - "A tientas"


Mikel Erentxun - "Una daga y una flor"












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