Mikel Erentxun- Charlas de la Efe Eme. El Loco
Club. Valencia, 17 – 3 – 2013
Nada más comenzar esta
crónica del concierto de ayer de Mikel Erentxun, que abrió
la nueva temporada de las Charlas de la Efe Eme (y que
proseguirá el próximo 8 de mayo con Jaime Urrutia y en la
segunda quincena de mayo con Christina Rosenvinge), una
advertencia: no voy a ser objetivo. De hecho, voy a hacer justo lo
contrario de los que lo vilipendian sin ni siquiera escucharlo con
detalle: una alabanza puede que casi ciega. Pero es que, para mi,
mentar Mikel Erentxun es como proclamar en alto todo lo bueno
que me haya podido dar la música: Mikel es mi leyenda
familiar, el protagonista de esas abundantes historias de padres o
hermanos mayores que influyen, quizás de manera indirecta, en los
gustos de los hijos o hermanos menores a partir de los propios mitos
de aquéllos, el creador de los recuerdos de las visitas a las
primeras tiendas de discos, de compras de cassettes en el local de la
esquina, en una época en la que había mucho más negocio que por
ahora.
Precisamente las nuevas
formas de negocio (internet, básicamente) fue uno de los temas
principales de la entrevista que Erentxun concedió a Juan
Puchades (y, por extensión, a todo el público asistente: estaba
lleno). Mikel mencionó que quizás, a partir de ahora, iba a
sacar sus canciones directamente en la red, para, al minuto
siguiente, desdecirse y añorar la necesidad de tener un disco en
formato físico, incluso un single a la antigua, si puede ser, como
aquellos de Elvis o de los Beatles, una grabación en
mono o falso estéreo, en dos cuatro pistas. Un nostálgico, en una
sala, quizás, llena de personas repletas en su interior de la misma
melancolía, que, como yo, no comprendían la saña con la que se
arrea ahora, como si fuera una moda, a esos músicos españoles de
los años 80 y principios de los 90 sin los cuales no se entendería la cultura ni la herencia
(directamente, quizás, ni siquiera habría una historia que contar)
del pop-rock de este país, ése que nos llenaba de bonitas melodías
que sigues tarareando incluso después de años sin haberlas
reescuchado, antes de que Los 40 Principales se rindiera a una
decadencia, suponemos, tremendamente satisfactoria desde el punto de
vista industrial y gran parte del público la aceptara encantado.
Y es que, claro, Mikel Erentxun ya no es ese músico joven y vivaz, buscador del himno que reventara las viejas radios,
que llenaba los estadios cuando formaba Duncan Dhu junto a
Diego Vasallo. Ahora es un hombre en la cincuentena, un tío
maduro, curtido en la música como forma de vida y no como hobbie,
lugar al que desplazó su verdadera carrera universitaria:
arquitectura. Alguien que acaba de padecer un ataque al corazón, que
lo ha dejado todavía más neurótico de lo que ya era, al que hasta sus arranques de
humor (detuvo dos veces su interpretación de A un minuto de ti)
le dejan un poso de una leve desesperanza ("me estoy poniendo triste", aseveró de repente), preocupado por los golpes
imprevistos que le ofrece la vida y por el paso del tiempo, cada vez
más agobiante, cada vez más rápido: un reloj con menos de la mitad
de arena, un verdadero corazón roto.
Anoche, Mikel
rompió su rehabilitación tras la operación con un concierto
acústico y tranquilo, en el que permaneció sentado durante más de
dos horas, ante un público silencioso y entregado, desgranando
algunas de las canciones más importantes de su carrera (y,
evidentemente, dejándose en el tintero otras: su discografía tiene
tantas buenas canciones que es prácticamente inabarcable, aunque sí
que, personalmente, eché de menos algunas en comparación de otras
que tocó, bastante “menores”, por mucho que yo odie mentar ese
calificativo) y soltando cosas fascinantes sobre la creatividad y
sobre su pasión, no siempre correspondida, por el proceso de la
escritura (realmente, para qué mentir, lo que dice en su blog no es ni la mitad de interesante: quizás porque ahí saca la parte vulgar del que se baja del escenario, que diría Urquijo). Mikel Erentxun, pues, tras, como dice en Veneno,
haber dejado de sentir la lluvia en la calle y haberse olvidado de si
mismo, parecía reencontrarse anoche, en medio de un escenario
iluminado por sólo dos focos, con su sombrero, atuendo, gustos
musicales e interpretación a lo Bob Dylan, en este momento su
mayor referencia (a tenor de sus últimos discos, no siempre bien
asimilada, pero lejos de la mediocridad que le quieren atribuir los
medios musicales).
Tras el detalle que el
miedo ha tenido en él, haciéndole mella, Mikel Erentxun
volvía a la vida en el escenario de El Loco. Yo estaba allí
y fue emocionante verle ponerse cachondo tras tocar Cartas de amor. Bienvenido de nuevo al mundo.
Más info:
Mikel Erentxun - "Vasos de Roma y Ginebra"
Mikel Erentxun - "Ropa vacía"
Mikel Erentxun - "A tientas"
Mikel Erentxun - "Una daga y una flor"
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