Los Perros del Boogie - Ambigú Axerquía. Córdoba, 26.10.13
¿Qué es el blues?
¿Es lo mismo que el rock and roll?
¿No es el country el pasillo más
estrecho para llegar a ambos? Preguntas retóricas, respuestas sin punto final y
párrafos en blanco que se podrían ensuciar con definiciones imprecisas. Lo mejor
es dejarse llevar y enchufar amplificadores, cables, micrófonos y pedales hasta
que los decibelios lo permitan. No es que no le demos importancia al sonido,
que en ciertas circunstancias es lo realmente importante, pero pocas salas hay
actualmente por nuestra piel de toro que se preocupen realmente de seleccionar,
escuchar y programar en sus escenarios a bandas que lo dan todo a cambio a
veces de muy poco. Y que llevan su espectro sonoro al límite de lo mínimamente
digno para que no se diluya demasiado su propuesta, algo sumamente importante
cuando las intenciones son tan buenas como en este caso.
Ante una audiencia que solo se contaba en una escasa decena –reflejo
fiel y cruel del esfuerzo que hoy supone movilizar a un contingente de músicos
y técnicos ilusionados y no siempre correspondidos-, la sala Ambigú Axerquía
acogió a unos Perros del Boogie que han
cambiado de collares para seguir campando a sus anchas por los mismos parques.
Tras la salida precipitada de los hoy Zigarros (los hermanos Ovidi y Álvaro
Tormo optaron por poner voces y guitarras en su propio proyecto), la garganta
sureña de Ximo Romero y la insultante juventud de las cuerdas de Ángel Vela dan
cauce al nuevo rock, que es el mismo, de una banda con poder suficiente para
poner patas arriba cualquier ambiente, sea más o menos acorde con su certera
mordedura. ‘Con desprecio y entrega’ fue el primer traje canino que diseñaron
cuando su carrera parecía tomar un rumbo claro y nada hacía presagiar que
cuatro de sus seis patas tendrían que buscar un par de nuevos huesos para
sostenerse sin problemas. Y de ahí, con otro color, más matizado pero igual de
intenso, salen las afiladas garras de temazos como ‘Rocanrol y fiebre’,
perfectos para reventar cualquier fiesta en la que tocaran The Black Crowes o
Tequila (no es descabellada la asociación), y ‘No necesito nada’, otro himno
que, de vender discos a espuertas, deberían conocer públicos de cualquier
condición. Pero como se nota que el escenario es su entorno natural y donde
realmente marcan sus dentelladas, miman los apuntes de teclado, la profundidad
de los bajos (Ernesto Sánchez es un verdadero showman) y las guitarras acústicas que perfilan los riffs protagonistas (David Lobo es el alma mater en letras y arreglos) y siguen
a lo suyo, que en esta gira no es otra cosa que presentar las nuevas canciones
incluidas en ‘Salvaje’, un retorno para muchos casi inesperado que en realidad
es solo la continuación de un camino sin demasiados senderos adyacentes. Vamos,
que saben a dónde van y cómo llegar a su destino.
Seis músicos en plenas facultades con arrestos para desafiar
la frialdad que les rodeaba y presentar un impecable ‘Vivir sin miedo’, un
identificable ‘Johnnie Cadillac’, otro viaje básico a las raíces de ‘Nueva
Orleans’ y sacar el billete de vuelta gritando proclamas como ‘Buenos tiempos
(para el r’n’r)’ con credibilidad y fundamentos. Si ellos se lo creen, ¿por qué
íbamos a ser nosotros los que dudásemos de su palabra? Porque como todos
sabemos, y el diablo ya se encargó de ratificarlo, el mensaje del rock and roll es eterno, está grabado a fuego
en nuestro subconsciente, y solo tenemos que esperar a que salga alguno de sus
emisarios más cercanos a recordárnoslo, no vaya a ser que se nos olvide que
todos, los que tocan y los que escuchamos, estamos en esto para disfrutar y
confirmarnos en nuestra doctrina. Una vez más, lo conseguimos.
Pero, tras la satisfacción del deber cumplido, volvamos a
incidir en las mismas torpes cuestiones que nos hacemos una y otra vez: ¿es el blues lo único que importa? ¿Qué eso eso
que llaman boogie y que parece que
solo unos cuantos elegidos pueden explicarnos? Ante las eternas dudas, acudamos
al médico de guardia. En urgencias, siempre nos podemos encontrar con galenos
como Los Perros del Boogie que sepan cómo hacer que cicatricen nuestras
pequeñas heridas cotidianas. Y todo sin una mísera sirena de emergencia sonando,
no vaya a ser que se entere mucha gente.
Más info:
Texto: JJ Stone
Fotografías: Raisa McCartney
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