Los días que estás enfermo son una
putada. Muchos de ellos, las horas quedan irrecuperablemente
perdidas. Pero, como siempre, con un esfuerzo, la música puede
ejercer, de nuevo, su cualidad sanadora. Así que, aunque durante
todo el camino a La Llimera pensé en dar media vuelta y
volverme al “confort” del hogar, acabé resistiendo y pagando el
único euro que costaba la entrada al mundo de Aloha Dai.
Cito, más o menos de memoria, a pesar
de que tengo el texto delante: Aloha es más que una palabra para dar
la bienvenida o despedirse; significa aprecio, afecto mutuo y calidez
en ser atentos con los demás sin esperar nada a cambio (de ahí la
entrada a un euro, supongo), es la esencia de las relaciones en las
cuales cada persona es importante para la existencia colectiva,
significa escuchar lo que no ha sido dicho, ver lo que no se puede
ver y conocer lo incognoscible.
Así que, que un grupo incluya esa
palabra (hawaiana, que no creía que fuera necesario decirlo dada su
popularidad, pero por si acaso), con toda esa vitalidad, esa forma de
extraer la belleza, como carta de presentación, debería implicar
algo. No sé exactamente qué será, pero Aloha Dai hace
grandes esfuerzos por estar a la altura de ese desafío.
Ahí es cuando las flores que conforman
el collar alrededor de nuestro cuello empiezan a oler bien, a
desprender esa fragancia de pura vida, a cuando aloha adquiere su
carácter, más allá del rango de palabra: el aprendizaje del
campeón que corre de fondo durante los siete u ocho minutos de
canción. Sólo un problemilla: la versión que Aloha Dai hace de la
canción, precisamente, “Aloha Dai” (sí, se llaman así también
por otra razón aparte de la que indicaba más arriba, algo más
facilona), de El Hombre Burbuja. Aunque al final consiguieron sacarla
adelante, previo paso (en un cambio, digamos, fallido) por el
“Sympathy For The Devil” de los Stones, estropeó varios de los
logros que nos había ofrecido previamente la actuación,
enfangándonos en un incómodo episodio de más de diez minutos que
partió el concierto por la mitad. El propio nombre de la banda fue
la bomba con la que se autoatentaron... Con lo bonito que había sido
permanecer en el anonimato del aloha, esa única palabra que tanto
simbolizaba durante aquella época, apenas recién acabada, en la que
nuestras pisadas sobre la arena brillaban tanto como la luna sobre el
agua; ahí, en la playa, donde escuchábamos lo que no había sido
dicho, veíamos lo que no se podía ver, y conocíamos lo
incognoscible. Cuando la enfermedad se alejaba y al Sol le quedaban
todavía algunas horas para salir y otorgarnos su luz.
Más info:
Aloha Dai - Baños sucios
Aloha Dai - Lux
Buena crónica, y buen grupo.
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