Raúl Moreno + Facu Tobogán. La
Llimera. Valencia, 24 – 10 – 2014
En un fin de semana supuestamente de
conmemoración de la música independiente por la celebración del
Deleste (aunque este año, personalmente, me parecía de
escasísimo interés casi en la íntegra totalidad de los grupos
convocados... y lo que es peor: de auténticos independientes, el
apelativo y poco más), en La Llimera, ante escaso público,
se acercaban, podríamos decir, dos músicos sin banda. La razón de
ambos son los viajes: de miembros del grupo en un caso, del músico
(argentino por tierras españolas actualmente) por otro. Por ello,
ambos quizás llevaban poco equipaje, una guitarra y nada más, intimizado todavía más por la suave y tenue luz de La Llimera. Pero
el resultado fue un concierto muy serio, lo que diríamos muy
profesional: no desde el punto de vista de la “profesión”, del
negocio bien llevado y perfectamente confeccionado, sino desde el
punto de vista de una austeridad total: llegaron (ambos tocados, uno
por enfermedad, el otro por haber realizado un viaje en autobús de
ocho horas), vieron, y tocaron, hasta que, tras unas canciones, se
fueron a la espera de un nuevo concierto. Sólo se trataba de música,
sencilla, sin excesivos alardes, nada de mercadotecnia superlativa a favor del grupo de moda ni de momentos de pose esperando ser captados por la mente de los seguidores o la cámara de la prensa.
Así pues, el concierto fue calmado,
incluso en sus momentos más ágiles, pero, por ello mismo,
penetrante, un concierto adulto, en definitiva; hecho, como decíamos,
por y para la música. Abrió Raúl Moreno, que, desde hace un
par de meses, sigue desarrollando una nueva vena de cantautor con ese
único acompañamiento de una guitarra. Ahí, en esa desnudez, las
canciones (una suma de algunas de sus canciones más populares en sus
anteriores grupos, Intravisión, Imago y Nube 9,
con el añadido de algunas preciosas incorporaciones, especialmente
“Caes” y “No volveré”) cobran todavía más
sentido y cercanía, esquiva cercanía. Esquiva porque esas historias
de caídas en espiral en medio de un mundo de sentimientos e
imaginaciones, en las que el tiempo y la razón han perdido su
corazón de ser te atenazan, te meten en la trampa de intentar pensar
demasiado. Déjate llevar, dice una de sus canciones: el pensamiento
está de más en nuestra maleta, es sólo un lastre que nos impide
volar.
Después llegó Facu Tobogán
(apodado así – su nombre es Facundo -, por la banda de la
que es integrante, Tobogán
andaluz), argentino como él solo (es más, integrante del
mejor indie argentino, movimiento feliz con una salud de hierro, ése
que lleva nombres como Cosmo, Adrián Juárez,
Digisagas, La ola que quería ser chau, Como
diamantes telepáticos, Las ligas menores, Valentín y
los volcanes, Nubes en mi casa, y un largo etcétera),
pero de viaje duradero por España, y hecho polvo, como hemos
dicho anteriormente (sólo tocó seis canciones, apenas 20 minutos,
gran parte de ellas de su último disco en solitario, Johnny
Clift). En apenas esos seis pequeños y tímidos golpes del que
se encuentra en tierras que desconoce y que mira con la sorpresa del
extraño, nos desglosó el nuevo folk clasicón que está
desarrollando (hay que tener en cuenta que Tobogán andaluz es
puro indie pop-rock), con un ojo (y la mitad de otro) metido en
grandes como Bob Dylan (ahí delata, como decíamos, lo
argentino que es, aparte de su querencia extrema del fútbol) o
incluso Roy Orbison (no sé
muy bien por qué, pero me lo recordó en algunos momentos en su
“saber estar” en el escenario)... es más, tan fuertemente
influenciado por ellos que recoge hasta sus propias y muy americanas
influencias (Guthrie, Johnson,...). A tono con la
situación actual de Facu, sus canciones desprenden ese polvo
viajero, partículas de esos pequeños pueblos de paso que van
dejando tristezas, amores y desamores al cruzar.
Quizás, precisamente por esa situación
de agobiante tránsito, le falto una pizca de fluidez, pero lo
compensó con esa ligera brevedad, con liviana gravedad. En verdad,
fue una lástima esa duración, porque sus canciones sentaron como
ese caramelo que se va empequeñeciendo en la boca, dejando todo su
gusto y desapareciendo bajo el paladar. Ese azucarillo que se echa de
menos de manera instantánea.
Echo de menos el concierto de ayer.
Más info:
Raúl Moreno
Facu Tobogán
Facu Tobogán - Blues de Nueva Orleans
Raúl Moreno - Tu equipaje
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