Siempre nos han gustado los artistas discretos, los que no
hacen apenas ruido pero se ganan un lugar en tu corazón por su sinceridad,
apuestas sonoras y vitales y sobre todo por su tremenda y absoluta devoción por
lo que hacen. Fe ciega en el caso de Carlos Oliver (Paul Zinnard para los
medios y los carteles), un músico veterano que probó fortuna en su Mallorca
natal cuando eso del pop independiente empezaba a invadir el ambiente hasta
casi convertirse en un cáncer que hoy padecemos intermitentemente, comandando
bandas tan válidas como The Bolivians o The Pauls y grabando discos que hoy
suenan igual de frescos que hace diez o doce años. Hoy puede mirar atrás con la distancia que da
la experiencia y la sabiduría de alguien que se rodea de los elementos
necesarios para meterse en el estudio cada dos o tres años y seguir
recorriendo, en la sombra y con total confianza, la senda de los grandes
tesoros sonoros, la que llega ya a su tercera parada y se renueva en unas
canciones poderosas agrupadas en un trabajo envidiable, ‘Clean-cut and rude’,
del que hablamos sin prisa ni pausa en esta gratísima conversación.
Alquimia Sonora: Tres discos ya bajo
el mismo alias y parece que tres rodajas distintas de vida musical. ¿Por qué se
pueden diferenciar tanto entre sí estos tres trabajos?
Paul Zinnard: Creo que es porque de alguna manera desde que
empecé esta aventura en solitario he hecho un camino volviendo al principio
básico de la guitarra y la voz y ha sido un desprendimiento de todo lo que
tenía y sabía para empezar a construir de nuevo. Lo que pasa es que este camino
ha sido más veloz de lo que esperaba, y los cambios han sido más bien saltos en
busca a veces de la electricidad, otras del ritmo, otras del lirismo.
AS: Desde el título ya
avisas: se trata de una colección de temas bien acicalados, excelentemente
presentados pero que esconden un lado salvaje y mucho menos amable, la parte
descarada de tu propuesta.
P. Z.: Sí, era una necesidad para este disco conseguir que
convivieran el lirismo y la profundidad con la espontaneidad y la grosería.
Llevo mucho tiempo escapando de las palabras “bonito” y “calidad”, las dos me
parece que matan el arte y la pasión, pero esa búsqueda es lo más parecido que
hay con la búsqueda de la felicidad; cuanto más buscas, menos encuentras, con
lo cual lo único que puedes hacer es trabajar mucho sin darte tiempo a pensar.
AS: Lo de tirar hacia el
rock americano no creo que sea nuevo, ha estado siempre ahí, incluso en algunas
canciones de The Pauls, por ejemplo, una banda injustamente tratada en su
momento.
P. Z.: Yo no soy muy consciente de mis influencias,
aunque seguro que las tengo. En realidad, los grupos que más me gustan tengo la
impresión de que no tienen reflejo en mi música y desde luego no intento
parecerme a ellos, pero con respecto a América a mí siempre me ha parecido que
es como una extensión de Europa, especialmente de Inglaterra, y en lo musical
también de Irlanda. Cuando oigo americana me da la impresión de que estoy
escuchando canción tradicional irlandesa con acento de Arkansas.
AS: Parece una
contradicción que vuelvas a grabar después de dos años y sin embargo lo hagas
con tanta celeridad. Creo que en apenas tres días reuniste a la banda y
terminasteis el trabajo de forma intensiva.
P. Z.: Sí, entiendo que lo parezca, pero en realidad es lo más
meditado de todo el proceso. El motivo por el que grabo con rapidez es porque
no quiero dar tiempo a pensar a nadie, ni siquiera a mí mismo durante la
grabación. Me interesa que sea un trabajo puramente de disfrute dentro del
estudio. Tampoco me gusta que se hable de lo que estamos haciendo mientras
grabamos; el tiempo de discutir arreglos y detalles está en los ensayos, una
vez en el estudio quiero que surja la magia de la interacción, si no
acabaríamos haciendo un disco bonito y de calidad, y es lo opuesto a lo que
busco.
AS: Tampoco se te da mal
escribir letras de manera urgente. Supongo que ya estarían perfiladas desde
hace tiempo, pero ¿hubo muchos cambios o salió algo nuevo inesperadamente
durante el mes y medio de trabajo lírico?
P. Z.: Lo de escribir letras de manera urgente ha sido
una novedad para mí, nunca había escrito tan rápido como lo he hecho para este
disco. Yo casi nunca había escrito una canción en un día, a lo sumo en tres, y
eran raras excepciones. Siempre me ha dado mucha envidia la gente que escribe
rápido, porque pienso que la espontaneidad se respeta más así, aunque no quiero
pontificar sobre las maneras de escribir porque en eso sí que hoy pienso de una
manera y si me preguntas mañana te defenderé un sistema opuesto con una
convicción similar. Escribir no deja de ser un misterio para mí y quizás por
eso me sigue gustando tanto. No recuerdo que hubiera cambios posteriores en las
letras, desde luego no a partir de los ensayos, si tengo dudas sobre una línea
o palabra de una canción la suelo descartar automáticamente.
AS: ¿Es esa una forma
idónea de conservar la espontaneidad, por muy acabados que estén los temas?
P. Z.: En principio sí, pero existen muchos caminos para llegar al
mismo sitio y te podría hablar de canciones que he escrito en tres meses y que
cuando las canto fluyen como si no pasaran por el cerebro.
AS: Nos vimos en el
pasado Monkey Week y la banda que te acompañaba, pese a no ser la misma que
grabó el disco, sonó todo lo bien que debía dadas las malas circunstancias
sonoras. ¿Cuánto le debes a los músicos que se metieron contigo en el estudio?
P. Z.: Hay algo que te da un músico que nadie puede pagar,
y es su alma. Mis dos últimos discos no son realmente míos, está el alma de
mucha gente, empezando por la de los productores Pablo Pulido y Luis Criado, la
de Mauro Mietta, Miguel de Lucas, Chilo, Santi Guillén, José Bruno en el ‘Orbit
one’, Jaime Perpiñá también. Y entiendo que mi trabajo principal es aportar las
canciones que les permitan sacar sus entrañas y ponerlas a su servicio.
AS: ¿Y cuánto hay de
sentimental en el hecho de que compusieras las canciones con cierta guitarra?
La historia es magnífica…
P. Z.: Eso fue una casualidad, pero me parece una
historia que ahora en la distancia me conmueve. Escribí este disco usando la
guitarra de Salvador Cardenal, un compositor nicaragüense recientemente
fallecido. Estando en Managua buscaba un sitio para recluirme a escribir unas
horas al día y a través de una amiga conocí a Marta, la mujer de Salvador, que
me ofreció su casa y también me ofreció su guitarra. No le dije nada, pero eso
me impuso mucho respeto.
AS: Es un disco sencillo,
de esos que, pese a su gran pulso rítmico, entra como entraba el anterior,
dejando que te calen las historias y los ambientes. ¿Es más fácil que el
público conecte con estos temas que con el quizá excesivo tempo reposado de los
anteriores?
P. Z.: Creo que tienes razón, pero esto lo puedo pensar a
posteriori, una vez el disco está acabado, porque en general hace tiempo que he
dejado de pensar en el público. No porque no me importe, desde luego es
esencial, sin público no existimos, pero creo que lo mejor que puedo hacer es
buscar dentro de mí qué es lo que yo quiero y lo que busco, sin concesiones. Si
pensara en el público cuando escribo o grabo podría acabar haciendo reggaeton.
AS: El disco está recién
publicado pero desde hace meses podemos ver en youtube una especie de serial sobre su grabación, con tomas en el
estudio, explicaciones sobre la gestación de las canciones e incluso vídeos “a
pelo” contigo ante la cámara tocando el esqueleto de algunas de ellas. ¿Otra
forma de promoción?
P. Z.: Sí, nunca fui muy partidario de los making of, tenía la impresión de que estaba dejando pasar a los
comensales a la cocina y me daba la sensación de que era como desvelar los
trucos, quizá ahora esté más seguro de lo que hago y me lo pueda permitir.
También ocurre que a la hora de sacar un disco ya no estás solo como cuando lo
escribes, hay más gente que participa y pone su corazón, y en este punto
trabajo en la promoción como uno más.
AS: Ahí es donde
descubrimos algunas de tus dudas. Por ejemplo, ¿por qué pensabas que ‘You and
I’, por ejemplo, no era adecuada para entrar en el álbum?
P. Z.: Pensaba que no era adecuada porque para mí un
disco es un trozo de vida, es un reflejo de un momento, de gente, de alegrías y
sensaciones, y ‘You and I’ era una canción antigua que no formaba parte de esas
vivencias. Lo que pasó fue que el hecho de reescribir una parte de la canción
fue como romper un maleficio o casi como la guinda de un aprendizaje muy largo.
Noté que había cerrado un capítulo que había durado muchos años y esto me
convenció de que sí formaba parte de las experiencias de las canciones de ‘Clean-cut
and rude’.
AS: Abocetar, completar,
fusionar… ¿El trabajo de un músico es estar continuamente revisitando lo que ha
escrito?
P. Z.: No para mí, muy pocas veces he mirado atrás, pero pensándolo
bien, escribir canciones nuevas también es una forma de revisitar lo que has
hecho porque no dejas de escapar de los errores anteriores.
AS: Presentas ‘Clean-cut
and rude’ en diciembre en la sala Sol de Madrid, un lugar abonado a giras de
éxito y a grupos de cierto renombre. ¿Esperas el despegue definitivo de tu
carrera, si es que no te conformas con poder seguir grabando y publicando
discos, visto lo visto?
P. Z.: Yo veo difícil que deje de hacer lo que hago, hace mucho que
mi vida no depende del éxito y eso lo considero mi mayor logro personal.
Despegue o no despegue mi carrera, voy a seguir haciendo lo que hago.
AS: Desde Alquimia Sonora
te deseamos lo mejor, que no es otra cosa que lo que mereces. Un fuerte abrazo
y gracias.
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