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lunes, noviembre 10, 2014

Entrevista a Paul Zinnard: "Si pensara en el público cuando escribo o grabo podría acabar haciendo reggaeton"

Siempre nos han gustado los artistas discretos, los que no hacen apenas ruido pero se ganan un lugar en tu corazón por su sinceridad, apuestas sonoras y vitales y sobre todo por su tremenda y absoluta devoción por lo que hacen. Fe ciega en el caso de Carlos Oliver (Paul Zinnard para los medios y los carteles), un músico veterano que probó fortuna en su Mallorca natal cuando eso del pop independiente empezaba a invadir el ambiente hasta casi convertirse en un cáncer que hoy padecemos intermitentemente, comandando bandas tan válidas como The Bolivians o The Pauls y grabando discos que hoy suenan igual de frescos que hace diez o doce años. Hoy puede mirar atrás con la distancia que da la experiencia y la sabiduría de alguien que se rodea de los elementos necesarios para meterse en el estudio cada dos o tres años y seguir recorriendo, en la sombra y con total confianza, la senda de los grandes tesoros sonoros, la que llega ya a su tercera parada y se renueva en unas canciones poderosas agrupadas en un trabajo envidiable, ‘Clean-cut and rude, del que hablamos sin prisa ni pausa en esta gratísima conversación.

Alquimia Sonora: Tres discos ya bajo el mismo alias y parece que tres rodajas distintas de vida musical. ¿Por qué se pueden diferenciar tanto entre sí estos tres trabajos?

Paul Zinnard: Creo que es porque de alguna manera desde que empecé esta aventura en solitario he hecho un camino volviendo al principio básico de la guitarra y la voz y ha sido un desprendimiento de todo lo que tenía y sabía para empezar a construir de nuevo. Lo que pasa es que este camino ha sido más veloz de lo que esperaba, y los cambios han sido más bien saltos en busca a veces de la electricidad, otras del ritmo, otras del lirismo.

AS: Desde el título ya avisas: se trata de una colección de temas bien acicalados, excelentemente presentados pero que esconden un lado salvaje y mucho menos amable, la parte descarada de tu propuesta.

P. Z.: Sí, era una necesidad para este disco conseguir que convivieran el lirismo y la profundidad con la espontaneidad y la grosería. Llevo mucho tiempo escapando de las palabras “bonito” y “calidad”, las dos me parece que matan el arte y la pasión, pero esa búsqueda es lo más parecido que hay con la búsqueda de la felicidad; cuanto más buscas, menos encuentras, con lo cual lo único que puedes hacer es trabajar mucho sin darte tiempo a pensar.

AS: Lo de tirar hacia el rock americano no creo que sea nuevo, ha estado siempre ahí, incluso en algunas canciones de The Pauls, por ejemplo, una banda injustamente tratada en su momento.

P. Z.: Yo no soy muy consciente de mis influencias, aunque seguro que las tengo. En realidad, los grupos que más me gustan tengo la impresión de que no tienen reflejo en mi música y desde luego no intento parecerme a ellos, pero con respecto a América a mí siempre me ha parecido que es como una extensión de Europa, especialmente de Inglaterra, y en lo musical también de Irlanda. Cuando oigo americana me da la impresión de que estoy escuchando canción tradicional irlandesa con acento de Arkansas.

AS: Parece una contradicción que vuelvas a grabar después de dos años y sin embargo lo hagas con tanta celeridad. Creo que en apenas tres días reuniste a la banda y terminasteis el trabajo de forma intensiva.

P. Z.: Sí, entiendo que lo parezca, pero en realidad es lo más meditado de todo el proceso. El motivo por el que grabo con rapidez es porque no quiero dar tiempo a pensar a nadie, ni siquiera a mí mismo durante la grabación. Me interesa que sea un trabajo puramente de disfrute dentro del estudio. Tampoco me gusta que se hable de lo que estamos haciendo mientras grabamos; el tiempo de discutir arreglos y detalles está en los ensayos, una vez en el estudio quiero que surja la magia de la interacción, si no acabaríamos haciendo un disco bonito y de calidad, y es lo opuesto a lo que busco.

AS: Tampoco se te da mal escribir letras de manera urgente. Supongo que ya estarían perfiladas desde hace tiempo, pero ¿hubo muchos cambios o salió algo nuevo inesperadamente durante el mes y medio de trabajo lírico?

P. Z.: Lo de escribir letras de manera urgente ha sido una novedad para mí, nunca había escrito tan rápido como lo he hecho para este disco. Yo casi nunca había escrito una canción en un día, a lo sumo en tres, y eran raras excepciones. Siempre me ha dado mucha envidia la gente que escribe rápido, porque pienso que la espontaneidad se respeta más así, aunque no quiero pontificar sobre las maneras de escribir porque en eso sí que hoy pienso de una manera y si me preguntas mañana te defenderé un sistema opuesto con una convicción similar. Escribir no deja de ser un misterio para mí y quizás por eso me sigue gustando tanto. No recuerdo que hubiera cambios posteriores en las letras, desde luego no a partir de los ensayos, si tengo dudas sobre una línea o palabra de una canción la suelo descartar automáticamente.

AS: ¿Es esa una forma idónea de conservar la espontaneidad, por muy acabados que estén los temas?

P. Z.: En principio sí, pero existen muchos caminos para llegar al mismo sitio y te podría hablar de canciones que he escrito en tres meses y que cuando las canto fluyen como si no pasaran por el cerebro.

AS: Nos vimos en el pasado Monkey Week y la banda que te acompañaba, pese a no ser la misma que grabó el disco, sonó todo lo bien que debía dadas las malas circunstancias sonoras. ¿Cuánto le debes a los músicos que se metieron contigo en el estudio?

P. Z.: Hay algo que te da un músico que nadie puede pagar, y es su alma. Mis dos últimos discos no son realmente míos, está el alma de mucha gente, empezando por la de los productores Pablo Pulido y Luis Criado, la de Mauro Mietta, Miguel de Lucas, Chilo, Santi Guillén, José Bruno en el ‘Orbit one’, Jaime Perpiñá también. Y entiendo que mi trabajo principal es aportar las canciones que les permitan sacar sus entrañas y ponerlas a su servicio.

AS: ¿Y cuánto hay de sentimental en el hecho de que compusieras las canciones con cierta guitarra? La historia es magnífica…

P. Z.: Eso fue una casualidad, pero me parece una historia que ahora en la distancia me conmueve. Escribí este disco usando la guitarra de Salvador Cardenal, un compositor nicaragüense recientemente fallecido. Estando en Managua buscaba un sitio para recluirme a escribir unas horas al día y a través de una amiga conocí a Marta, la mujer de Salvador, que me ofreció su casa y también me ofreció su guitarra. No le dije nada, pero eso me impuso mucho respeto.

AS: Es un disco sencillo, de esos que, pese a su gran pulso rítmico, entra como entraba el anterior, dejando que te calen las historias y los ambientes. ¿Es más fácil que el público conecte con estos temas que con el quizá excesivo tempo reposado de los anteriores?

P. Z.: Creo que tienes razón, pero esto lo puedo pensar a posteriori, una vez el disco está acabado, porque en general hace tiempo que he dejado de pensar en el público. No porque no me importe, desde luego es esencial, sin público no existimos, pero creo que lo mejor que puedo hacer es buscar dentro de mí qué es lo que yo quiero y lo que busco, sin concesiones. Si pensara en el público cuando escribo o grabo podría acabar haciendo reggaeton.

AS: El disco está recién publicado pero desde hace meses podemos ver en youtube una especie de serial sobre su grabación, con tomas en el estudio, explicaciones sobre la gestación de las canciones e incluso vídeos “a pelo” contigo ante la cámara tocando el esqueleto de algunas de ellas. ¿Otra forma de promoción?

P. Z.: Sí, nunca fui muy partidario de los making of, tenía la impresión de que estaba dejando pasar a los comensales a la cocina y me daba la sensación de que era como desvelar los trucos, quizá ahora esté más seguro de lo que hago y me lo pueda permitir. También ocurre que a la hora de sacar un disco ya no estás solo como cuando lo escribes, hay más gente que participa y pone su corazón, y en este punto trabajo en la promoción como uno más.

AS: Ahí es donde descubrimos algunas de tus dudas. Por ejemplo, ¿por qué pensabas que ‘You and I’, por ejemplo, no era adecuada para entrar en el álbum?

P. Z.: Pensaba que no era adecuada porque para mí un disco es un trozo de vida, es un reflejo de un momento, de gente, de alegrías y sensaciones, y ‘You and I’ era una canción antigua que no formaba parte de esas vivencias. Lo que pasó fue que el hecho de reescribir una parte de la canción fue como romper un maleficio o casi como la guinda de un aprendizaje muy largo. Noté que había cerrado un capítulo que había durado muchos años y esto me convenció de que sí formaba parte de las experiencias de las canciones de ‘Clean-cut and rude’.

AS: Abocetar, completar, fusionar… ¿El trabajo de un músico es estar continuamente revisitando lo que ha escrito?

P. Z.: No para mí, muy pocas veces he mirado atrás, pero pensándolo bien, escribir canciones nuevas también es una forma de revisitar lo que has hecho porque no dejas de escapar de los errores anteriores.

AS: Presentas ‘Clean-cut and rude’ en diciembre en la sala Sol de Madrid, un lugar abonado a giras de éxito y a grupos de cierto renombre. ¿Esperas el despegue definitivo de tu carrera, si es que no te conformas con poder seguir grabando y publicando discos, visto lo visto?

P. Z.: Yo veo difícil que deje de hacer lo que hago, hace mucho que mi vida no depende del éxito y eso lo considero mi mayor logro personal. Despegue o no despegue mi carrera, voy a seguir haciendo lo que hago.

AS: Desde Alquimia Sonora te deseamos lo mejor, que no es otra cosa que lo que mereces. Un fuerte abrazo y gracias.

P. Z.: Muchísimas gracias, os mando un abrazo grande y espero que nos veamos pronto.

           

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