Los australianos desgranan un repertorio clásico que merecía más actitud.
Con una afluencia de público más bien discreta, la sala Loco Club se preparaba para recibir a unas auténticas leyendas del punk rock australiano, The Saints, que venían a presentar su último trabajo, "King of the sun/King of the midnight sun". Quizás el rumor de una incompetente actuación en la Sala Siroco de Madrid el día anterior, que precedía a los de Chris Bailey, tuvo que ver en la baja asistencia de público, pero al fin y al cabo, no dejaba de ser una cita imprescindible para todo amante de los géneros cultivados por esta banda, seminal del punk rock e importante también en los ochenta, puesto que se trataba de la segunda y última cita española de la gira europea de la banda y probablemente sea difícil verlos por aquí otra vez.
Abrieron fuego Krang, de Godella, cuya entusiasta revisitación en castellano de los sonidos de bandas como Bad Religion o Pennywise, aunque ejecutada con mucha efectividad (se notaban muchas tablas) no dejaba de ser una propuesta un tanto lejana al punk rock de corte mucho más clásico que ha hecho famoso al grupo de las antípodas. No obstante, lograron el objetivo, que era calentar a la parte del público que decidió no esperar afuera a que llegara la hora del cabeza de cartel.
Tras la actuación de los Godellanos y casi sin previo aviso, el trío formado por Bailey, a la voz y al bajo, Barrington Francis a la guitarra y Pete Wilkinson a la batería, la formación que grabó en 2012 "King of the sun", comenzó su esperada actuación desgranando alguna de las canciones de este álbum, como la titular inicial o "A million miles away", con las que pudimos contemplar a una banda de sonido solvente (perros viejos) pero con un Bailey al frente que más que hierático, diría yo que era la viva imagen de la desidia, llegando al movimiento errático en más de una ocasión. La forma en que desgranaba su repertorio era más propia de un trámite administrativo que de un concierto de rock, lo cual hacía pensar que efectivamente los rumores que venían de Madrid eran ciertos y que íbamos a presenciar un fiasco. Afortunadamente, la cosa empezó a remontar con "This perfect day" y algunas de sus joyas de punk rock primigenio como "Know your product" o "I'm stranded", en las que si bien no hubo demasiado corazón sí que desprendieron energía y buen hacer, todo lo contrario que en otros clásicos de su repertorio más tardío como "Ghost ships" o "Just like fire would" (sí, la que toca Springsteen) que se vieron heridas de muerte por un formato y actitud que no eran los adecuados para tocarlas, por lo que quedaron en vagas sombras de lo que fueron. Eso sí, los Saints supieron arañar algo de gloria justo al final, cuando salieron una última vez a despachar una potente versión de "River deep, mountain high", de Ike and Tina Turner, sazonada con algo de "Hey, mama, keep your big mouth shut", de Bo Diddley. Ahí sí que pudimos vislumbrar algo de las glorias pasadas y marcharnos a casa con esa sensación agridulce del que espera ver algo inmenso y se queda con algo mediano.
Y es una pena, porque la racha de conciertos de bandas setenteras-ochenteras que estamos teniendo en la ciudad iba en línea claramente ascendente, empezando por ejemplo con unos Pere Ubu que, según dicen, dieron uno de los mejores conciertos del año hace unas semanas en 16 Toneladas o el concierto que tuve la suerte de presenciar el viernes pasado de Long Ryders en esta misma sala - Loco Club- con un sold-out mayúsculo al que supieron responder dando una soberana lección de rock and roll. Lástima que a Chris Bailey se le fuera el entusiasmo por lo que hace en algún lugar del camino, porque este podía haber sido el perfecto colofón a estas visitas de viejas glorias que, pese a ser viejas, aún lo valen. Pero, vaya usted a saber, o no tenía el día o nunca lo tuvo. Vaya usted a saber...
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