Dwomo y la Orquesta Pinha. 16
Toneladas. Valencia, 9 – 1 – 2015
Con casi tres décadas de música a sus
espaldas, Dwomo, por fin, debía sacar un álbum en directo. Y
ahora ha llegado el momento. Por supuesto, no podía tratarse de un
concierto normal y corriente. Para empezar, se han unido a la
madrileña Orquesta Pinha (que hoy, por cierto, tocará a
solas en Radio City: totalmente recomendable si leéis este
texto a tiempo antes de que acabe el día), a cuyo lado presentaron
ayer el disco.
Enfrentarse a un concierto de Dwomo
y la Orquesta Pinha puede ser algo terrible, ya que te dejan
sin adjetivos, convirtiendo tu opinión en un amasijo de adjetivos
vagos y limitados. Se suele decir mucho, pero en este caso es verdad:
para saber de un concierto de Dwomo y la Orquesta Pinha
hay que estar ahí, vivirlo, experimentarlo, adorarlo, odiarlo o
entrar en un ciclo de indiferencia hasta el cierre.
Porque claro, en medio de este
imposible reto, ¿cómo definir lo indefinible?¿Usamos palabras
huecas como iconoclasta, posmoderno, ecléctico, raro, o concretamos
y nos vamos ya al campo de lo marciano y psicotrónico?¿Alabamos su
sentido del humor o hacemos hincapie en su reinterpretación del pop
desvencijado e ilusorio con raíces balcánicas? En cada concierto,
Dwomo no sólo cambia sus coordenadas según los acompañantes
en el escenario, sino incluso en función de la participación de un
tipo de público u otro (yo cuando más los he disfrutado es tocando
para niños).
Y es que, al final, qué coño, todo
eso da igual, porque lo que acaba siendo es un puñado de buenas
canciones, de estilos entrecortados, de poemas bizarros, un homenaje
a la diversidad de la música, una celebración del hedonismo del
“todo puede pasar” desde una perspectiva sarcástica, pero no
distanciada. Pueden ser extraterrestres, con pecera de escafandra y
todo, de cabaret galáctico, crooners borrachos de última hora de
bar, o country-men inspiradores (y excelentes). Tocan de repente jazz
esquizoide y desquiciado, y al instante siguiente rebosan en
cirquense sobreactuación (que el público es capaz de exagerar más
allá de cualquier frontera, cayendo hasta, perdón, en lo chabacano
y el chascarrillo). Y si encima la emprenden, como ayer, con una
recopilación de algunos de sus grandes éxitos, todos grabados en
diferentes épocas y métodos, el resultado puede ser
desequilibrante: ¿interpretan personajes... o los personajes los hacen
a ellos?
Sí, hago montones de preguntas en una
crítica que se supone que debería dar alguna respuesta. Pero si
diéramos respuestas, significaría que comprendemos un concierto
como el de ayer, y siento decir que no es así. ¿O no hay nada que
comprender y sólo son juegos de malabares sobre el vacío?¿O es como el dibujo que un niño pinta y entrega con ilusión a su madre, en el que, sin ninguna atención a la lógica del triste mundo que nos rodea, el padre tiene la cara teñida de verde reptil, una obra artística que empieza y acaba en si misma, más allá de la imaginación y de las reglas propias? Ni
siquiera tengo respuestas a la pregunta de si es bueno o no. Podría
responder con una vaguedad tal como no sé, pero es diferente y por
eso vale la pena, pero, ¿para qué dar respuestas a preguntas que ni
siquiera se plantean? Hay cosas que merecen dejarse en el territorio
del enigma y dejarse arrastrar por el espectáculo. Y Dwomo y
la Orquesta Pinha es un espectáculo.
Más info:
Dwomo y la Orquesta Pinha - Pastillera
Dwomo y la Orquesta Pinha - Noches de safari
Dwomo y la Orquesta Pinha - A Sailboat Called Freedom
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