Intenso. Cargado de emotividad y con capacidad para
traspasar las emociones en cada uno de los temas que presentaba en Granada (en Planta Baja tras el súbito cierre de la
Sala Quilombo). Temas de su último disco “Los estertores de la democracia”, muy
adecuado a los tiempos que corren y otros de sus anteriores trabajos por los
que hizo un completo recorrido sin dejarse atrás ninguna de las canciones que
el público estaba esperando.
Bien acompañado por su banda, en la que escuchamos a Jesús
Alonso (batería y coros), Juan Marina (guitarra), Sergio Devece (bajo y coros)
y Julián Sanz (teclados, melódica y coros), unos músicos que saben crear la
atmósfera necesaria para que se desarrolle el enorme espectáculo de un Javier Corcobado que sabe darle al público
su ración de reflexiones en forma de temas con los que mirar a la cara a los
sentimientos y las sensaciones, a las frustraciones y toda la angustia vital
que ha sabido plasmar a lo largo de toda su discografía. Treinta años de
carrera musical dan para mucha angustia y muchas reflexiones.
Corcobado es, sin
dudas, de ese tipo de artistas a los que adoras o aborreces, sin opciones
intermedias. Afinado en una frecuencia distinta al resto de los mortales y con
una sensibilidad tan peculiar como él mismo, este crooner contemporáneo escupe
verdades como puñetazos a la cara de un público que asiste entre boquiabierto y
emocionado a partes iguales.
Un setlist dividido claramente en dos partes, una más
tranquila, casi recitada, que se abrió con “Soy un niño”, de su álbum “A nadie” incluyendo también temas como
“Les falta amor”, de su último disco y temas que se meten de lleno en la “chanson”,
como “Te estoy queriendo tanto” versionando a Manuel Alejandro, que cantó a
medias con un público que, a esas horas, tenía muchas ganas de corear y
acompañar a un Corcobado que era
todo espectáculo, en cada uno de sus gestos, incluso en el de encender un
cigarrillo mientras cantaba, llenando de humo (mientras le dejaron), una sala
que agradecía cada uno de esos momentos.
Un concierto que fue subiendo de tono poco a poco para
abandonar súbitamente su lado de trovador que remueve y reinterpreta sonidos
tan dispares como la copla, el pasodoble o la samba, recoge ritmos de rumba con
letras cargadas de una retórica ácida, como poemas de filo de navaja, que
levantó súbitamente al público con un “Si te matas” que cambió radicalmente el
tono de la noche para revolver, a golpe de guitarra, a un respetable que ya
compartía compases y desenfreno con él.
Corcobado que se vino
arriba con la eléctrica y ya no bajó la guardia en ningún momento, sin dejarse
atrás, en esa tanda de disparos a bocajarro, temas como “Dientes de mezcal” que
formó parte de su “Arcoiris de lágrimas”,
grabado con Los Chatarreros de Sangre y
Cielo.
Apoteósico final, coreado, compartido y disfrutado, con
temas imprescindibles y esperados, como “Caballitos de anís” que contó con los
coros de casi la totalidad del público, un tema que, enlazado con “Sangre de
perro” llevaban la noche a un clímax musical que, en ese momento, hacía del
concierto una experiencia intensa e irrepetible compartida con un artista tan
personal como él que, sin dudas, no dejó indiferente a nadie en la noche del
viernes.
Lástima que la sala apenas tuvo un tercio de aforo y un casi
absoluto vacío cuando La Parade se
encargó de romper el fuego, con un formato acústico, que quedó lejos de otros
directos más impactantes que ha tenido el grupo en nuestra ciudad. Comienzo
casi íntimo pero no por ello menos interesante para dar paso a todo el torrente
de emociones que traía Corcobado con
“Los estertores de la democracia” en
una de esas noches especiales que nos da Granada.
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