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miércoles, julio 15, 2015

Rosendo + Hijos del Hambre. Teatro de la Axerquía. Córdoba, 4.7.15

Rosendo + Hijos del Hambre. Teatro de la Axerquía. Córdoba, 4.7.15.

Cuántas veces la expresión “Mentira me parece” nos ha servido para admirar, en uno u otro sentido, la realidad circundante, e incluso para observarla, siempre desde nuestro y subjetivo punto de vista, con la suficiente lucidez como para escribir, comentar o incluso gritar sobre ella. De eso, de visiones personales basadas en la experiencia y en un amplísimo bagaje vital y artístico, sabe muchísimo uno de los protagonistas del reciente Festival de la Guitarra de Córdoba, sin el cual el cartel (y eso que tenía durísima competencia) habría quedado innecesariamente incompleto. Le teníamos ganas, en resumen, a la nueva gira del músico más auténtico jamás surgido de la urbe de Carabanchel. Rimbombantes palabras para presentar en directo una vez más al simpar Rosendo Mercado, a cuyo nombre a estas alturas ya habría que anteponer el tratamiento de “ilustrísimo”. Efectivamente, mentira nos parecía.

Austero, como siempre, sin gomas ni anclajes para su canosa cabellera, el gesto abstraído y profesional, la oreja adornada con el sempiterno aro, el amplificador bien adaptado al recinto y, cómo no, la audiencia previamente rendida a sus pies. Son solo tres hombres, pero a fe que asemejan un ejército. La distancia es lo de menos cuando hay tanta eficiencia en juego, da lo mismo escuchar a escasos metros que en la placidez de la grada, si es que a alguien le resultaba plácido llegar a la medianoche bordeando los treinta grados de temperatura. Sí, amigos, esto es el sur, y aquí hay que sudar. Sudor, nada de sangre y pocas lágrimas para afrontar una ‘Mala vida’ solo apta para los fans de base, los que nunca han abandonado al madrileño en sus últimos altibajos, superados con el reciente ‘Vergüenza torera’, en el que sustenta buena parte de su repertorio actual, refrendado además con otro directo marca de la casa, nunca mejor dicho, grabado en Las Ventas en septiembre del pasado año. El autor lleva la impronta de cuatro décadas sobre el escenario con señorío, sabiduría y perspicacia. Flanqueado por el bajo de Rafa J. Vegas y la batería de Mariano Montero, no necesita dar la bienvenida para ganarse el apoyo colectivo, a la par que el cariño de todos los que hemos intentado entender la realidad que nos rodea con la mitad de éxito y el doble de esfuerzo. La facilidad para soltar riffs expertos, coreados por su banda, es evidente en ‘Atajo de cobayas’ y ‘Quincalla o no’, lúcidos reflejos de un tiempo que a él, desde su atalaya atemporal, también le ha tocado vivir. Las concesiones al pasado comienzan con una pregunta a bocajarro: ‘¿De qué vas?’, y quedan ahí, en suspenso durante unos minutos, para regresar al ruedo de las cuestiones actuales con ‘Cuando’ y ‘Quién le mece la hamaca’, para las que encontrar una respuesta  se antoja tan difícil como dejar de plantearlas. Algo que necesita, claro, de un portavoz inteligente y cualificado, y mientras el señor Mercado conserve arrestos y neuronas para seguir siéndolo, nuestro espíritu contestatario estará a salvo.

Aferrado al mástil y arrepintiéndose de haber “echado una rebequita” en la maleta en su excursión al infierno térmico cordobés, se sucede el recorrido por su última discografía, igual de certera y bastante más sabia que la primigenia, y presenta una ajustada versión de ‘Amaina tempestad’ tras la que ‘Muela la muela’, una de sus mejores letras, suena poco menos que a gloria. Pero claro, a muchos de los asistentes no les vale con esos nuevos y excepcionales valores, les resulta insuficiente irse a casa sin haber escuchado la enésima revisión de ‘Flojos de pantalón’ o ‘Pan de higo’, así que el maestro las intercala como puede en un contexto que no resulta tan desequilibrado como pareciera. Así, todos contentos, él el primero. No en vano es el dueño de algunas de las canciones más potentes hechas en el rock en español, y comandó aquella nave de locos cuerdos llamada Leño, así que escuchar hoy ‘El tren’ o ‘Maneras de vivir’ se convierte poco menos que en una obligación. Todos los allí presentes sabíamos que grabe los discos que grabe, reciba los premios que reciba y gire con la frecuencia que gire, esos serían –y seguirán siendo- los grandes momentos de la noche. Es la marca de quien ha marcado tanto y no puede evitar seguir haciéndolo, y lo único que podemos hacer, al margen de escuchar y disfrutar de nuevas viñetas de rock urbano como ‘Menú de la cuneta’ o ‘El ganador’, es estarle eternamente ‘Agradecido’. ¿O es que alguien pensaba que esta no la tocaría? Rosendo no está tan loco como para prescindir de los himnos que le han hecho grande.

Así, en mitad de una gira marcada una vez más en ‘Masculino singular’ y ‘Navegando’ entre el mito y la raza humana, ese señor de pelo largo y vaqueros desgastados que se preocupa tan poco por su imagen, ni puñetera fala que le hace, se detuvo a bañar de rock y poesía racial un recinto egregio, que apenas cinco días después abriría sus puertas al dios Dylan. Como nunca hemos sido habituales de otros altares que no sean los de un escenario y una barra cercana, preferimos rezarle a los santos de la capilla del barrio, que siempre han sido mucho más cercanos y hasta ahora han escuchado con atención nuestras plegarias. Gracias por velar tan bien por nuestro futuro, San Rosendo, y que Dios (o Bob) le bendiga.


P.D.: Rosendo no vino solo, le acompañaron en esta ocasión los peleones miembros de Hijos del Hambre, banda cordobesa cercana a los planteamientos de un rock desenfadado que encontraron la ocasión perfecta para desenvolverse ante una gran audiencia presentando los temas de su reciente ‘Maldito dinero’. Cercanía, implicación y muy buena materia prima para unos músicos especialistas en decibelios aptos para caldear cualquier ambiente. ‘Verbeneros’, ‘En la cuerda floja’, ‘Amor de madre’ o ‘No te lleves más de mí’ describen a la perfección el ambiente que buscan –y suelen encontrar- en un concierto de puro y duro rock and roll.


ROSENDO























HIJOS DEL HAMBRE










Texto: JJ Stone
Fotografías: Raisa McCartney


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