Y la fiesta terminó. Para nosotros ha sido más breve de lo
habitual, pero creo que algunas pequeñas dosis son las mejores. Si algo ha
caracterizado a la última edición del Arenal Sound ha sido la falta de riesto,
la paulatina apuesta por propuestas puramente festivas y la incorporación
masiva de djs, la mayorÃa de medio
pelo, a un cartel en el que se ha notado, y bastante, la ausencia de un
referente de la entidad de ediciones pasadas (recordamos a Placebo y Miles Kane
hace un año o a Editors hace dos) y se empieza a echar en falta un poco más de
variedad en los diversos escenarios. Siempre he dicho que aquà es fácilmente
alcanzable el triunfo relativo, y algunos lo consiguen con muy poquito que
ofrecer. Solo hace falta que te programen en el horario adecuado y que tengas
un par de hits presentes o pasados
para oscurecer con tu presencia al resto de esforzados currantes del rock
patrio o foráneo que intenten demostrar un mÃnimo de profesionalidad por los
diversos y maltratados escenarios (este año sobre todo, por causas obviamente
ajenas a la organización) presentando discos y canciones que probablemente les
vengan grandes a un evento de estas caracterÃsticas. Cada uno busca sus propias
apuestas ganadoras, lo que ocurre es que no siempre aciertas con los números.
En la última jornada del festival la cosa no empezó nada
bien. Los horarios de actuaciones fueron cambiados apenas unas horas antes de
la apertura de puertas y, como era de esperar, la gran mayorÃa de público ni se
enteró. Apenas unos tuits y tibios
avisos en redes sociales, a las que tampoco se les prestaba demasiada atención,
provocaron el desconcierto generalizado y las sorpresas de encontrar a una
banda en la fase final de su concierto cuando pensabas que estaban empezando.
La reubicación de algunos de los artistas a los que la meteorologÃa habÃa
obligado a cancelar un par de jornadas antes tampoco ayudó a ponerlo demasiado
fácil para localizarlos en el cartel, aunque tampoco es que se fueran a
perder gran cosa (las más esperadas de la noche, supuestamente, eran las
hermanas de Nervo, con más fachada y caradura que materia sonora para ofrecer),
y las caras de despiste eran frecuentes no solo entre los recién renacidos de
la resaca sino en quienes intentamos adaptarnos al nuevo calendario con un
mÃnimo de decencia. Cosas que pasan.
O a nosotros nos empieza a fallar la capacidad de análisis,
o al domingo festivalero le afectaban todavÃa las ráfagas de viento que habÃan
asolado las instalaciones. A los mejores conciertos probablemente de todo el
cartel se les obvió mayoritariamente (nada a lo que no estuviéramos
acostumbrados) y la gente que deambulaba por allà sin enterarse de nada solo
preguntaba por la hora a la que actuaba Mika. Lo tenÃan fácil, pues fue uno de
los que no sufrió variaciones en la nueva cédula, asà que podrÃan seguir a lo
suyo mientras nosotros, como dijimos ayer, seguÃamos a lo nuestro. Como el
servicio de megafonÃa parecÃa funcionar solo para lo menos importante y la
cartelerÃa se antojaba a precios inalcanzables –de lo contrario no se entiende
que ni un mÃsero aviso sobre dichos cambios apareciese siquiera pegado ni en
los toldos de la sala de prensa-, uno tuvo que buscarse la vida para no
perderse lo que estimaba importante, sea ello asà estimado por un más o menos
nutrido grupo de contribuyentes. Tras el exordio vivido y escrito y el
necesario perÃodo de aclimatación, resumo en otra media docena de puntos las
vicisitudes musicales con las que se echó el cierre a la macro fiesta anual en
la playa del Arenal.
1. Neuman y la reestructuración. A los murcianos
les jugaron una mala pasada con tanto cambio y les tocó bailar con la más fea
de manera totalmente injusta. Las canciones de su magnÃfico álbum ‘If’, entre
lo mejor de la producción nacional del último año, sonaron tal y como debÃan
para casi nada. ‘Tell you’ con la rabia
habitual, ‘Turn it’ como ese tema que les suena a todos pero que no acaban de
ubicar, y ‘Bye fear/Hi love’, obviamente sin su coautor Ken Stringfellow, muy
por encima de la media. Algunas de las bandas a las que entrevistamos después
nos preguntaban cuándo actuaban el rubio y compañÃa, para que el personal se
haga una idea de lo complicado que resulta todo esto a veces. Un grupo que
merece mucho más respeto, y asà lo demostró, basculando entre el rock
alternativo americano y el pop británico clásico. Mejor esto que nada y nada
mejor que esto para empezar.
2. Niños Mutantes y el futuro. Con la vista y el
repertorio ya puestos en el atracón de festivales que los granadinos llevan
afrontando estos meses, no es extraño que la entrega que los caracteriza se
dosifique en función del escenario y el entorno. En esta ocasión se les asignó
el primer escenario (hace dos años ofrecieron un concierto mucho más intenso en
el de enfrente) y una hora de adelanto para que los lamentos por la falta de
información fuesen otra vez protagonistas de los momentos siguientes a su
actuación. Estos cuatro grandes ya saben cuál tiene que ser la adaptación
correcta para recintos amplios en terreno y reducidos en duración, empiezan a
medio gas con la acústica ‘Huesos’, siguen en la misma onda reivindicando los
rincones vÃrgenes del Mediterráneo en ‘Barronal’, se recrean en el despecho de
‘No puedo más contigo’ y tiran de la versión más famosa del indie hispano para atraer la atención de
los todavÃa renqueantes sounders de
media tarde. ‘Como yo te amo’ ha vuelto a formar parte de su set list –parece que solo de forma
provisional- y, unida a los pelotazos de ‘Náufragos’, ‘Hermana mÃa’ y el
infalible ‘Errante’, conforman la jugada maestra de una banda que quiere cerrar
la trilogÃa de discos más asequibles y volver a su herencia primigenia para
seguir buscando el camino del éxito. Ya lo tienen, pero unos músicos de su
calidad siempre merecen más y, como ellos mismos dicen al final, ‘Todo va a
cambiar’.
3. Nacho Vegas y el temor. A que todo cambiara de
repente y la incipiente afluencia se transformara en progresiva emigración. Al
asturiano se le puede tachar de muchas cosas, desde su parquedad expresiva
hasta sus divagaciones narrativas, pero como el antihéroe que es desde el
principio de su carrera, todos le debemos un respeto y, por qué no, una
reverencia. Se atreve a empezar su sobria actuación con ‘Gang Bang’, más
conocido por la versión incluida en el ‘Freak Show’ de Bunbuy que por el
maravilloso original surgido de su pluma. Y continúa recorriendo los cortes más
“radiables” de su última colección, como ese ‘Adolfo Suicide’ trotón y redondo,
el otro ‘Polvorado’ al que adorna con más precisión instrumental, la magnÃfica ‘Ciudad
vampira’ para la que se hace con un ukelele, unos ‘Actores poco memorables’
sacados de una de sus mejores pelÃculas, un ‘Dry Martini S.A.’ mojado en sexo
estático y la emocionante ‘Cómo hacer crack’ con el que muchos hicimos
justamente eso, rendidos ante la evidencia de estar ante un grande que, de
saber que lo es, renegarÃa de sus capacidades. Vegas estuvo charlatán, si
entendemos por ello las palabras que dedicó a los supervivientes del
encharcamiento colectivo y su aparentemente sincera empatÃa con los que reclamaban
el dinero invertido. ‘La gran broma final’ con la que suele hacer mutis por el
foro suena muy seria, y deja un regusto amargo por todo el tiempo que no le
hemos dedicado a un artista aún más serio. Casi nadie sabrá que el asturiano y
su banda, capitaneada por Abraham Boba y las otras dos terceras partes de León Benavente, dio uno de los grandes conciertos del festival. Ellos se lo
perdieron.
4. La Bien Querida y la expectación. O la falta de
ella. En un escenario de arena, con dos músicos de apoyo y sin baterÃa ni
recursos humanos innecesarios, Ana Fernández-Villaverde se intenta meter en
camisa de once varas ante los descamisados que esperan otra cosa. Los temas de
sus últimas tres entregas, sendos EPs con momentos más que brillantes, no es
que sean difÃciles de trasladar al directo, es que son prácticamente otra cosa.
Ella ya viene fajada del FIB, quizá un entorno más idóneo por aquello del
exotismo de su proyecto, y canta ‘Muero de amor’ con su voz exigua, acentuando
los puntos melódicos de unos versos que hieren solo con pronunciarlos y que no
llegan en las mejores condiciones al escenario equivocado. ‘De momento abril’
queda readaptada al formato actual, lo mismo que ‘A veces ni eso’, de lo poco
tarareable allà abajo, y los ‘Poderes extraños’ que posee se clavan en un
cierre que bien podrÃa ser otro principio. La pasión justa para lo que vino
después, un tipo de tormenta eléctrica mucho mejor recibida (y sudada) por la
noche castellonense. Se llaman Toundra y hacen rock instrumental, a secas. No
piensan ni por asomo en incorporar un cantante que no necesitan en absoluto y
no se sabe muy bien si lo suyo es rock frenético, doom metal, blues electromecánico
o simple fuerza desatada y sin control. Todo tiembla allá donde tocan y el
cuerpo se te renueva sin que te des cuenta. Da igual que sus canciones (¿son
eso?) se titulen ‘Marte’, ‘ZanzÃbar’, ‘Cielo negro’ u ‘Oro rojo’, serÃan
intercambiables y seguirÃamos afectados por el mismo impacto. Otro buque de
carga de varias toneladas que atraca en el puerto para quedarse un buen rato
contemplando el oleaje que provoca. Tras la calma vuelve la tempestad.
5. Tom Odell y los mojabragas. La palabra provoca,
sÃ, pero más la actitud de los “profesionales” del foso que, objetivo en mano,
acusaban al británico de empañar un cartel ya suficientemente empañado con sus
lÃneas almibaradas de piano y sus pintas de pijo inglés refinado a la fuerza.
Hay que reconocer que lo que hace no provoca en absoluto entre las féminas el
lanzamiento masivo de prendas interiores y que hacerse acompañar por coros
negros, vientos limpios y sección instrumental más ruidosa que la de sus discos
vaya a hacerle pasar a la historia del festival, pero el chico es voluntarioso
y algunas de las piezas incluidas en su sobrevalorado debut ‘Long way down’
resultan más o menos apetecibles. No, a este tampoco lo pondrÃamos de momento
en letras grandes como cebo para próximas ediciones, a no ser que las tornas
cambien mucho y se convierta en algo con mucha más sustancia, aunque dudamos
que esa sea su intención. Por el rabillo del ojo, mientras tanto, esperan unos
californianos mucho más dicharacheros a empezar el incendio nocturno a tan solo
unos metros de distancia. La esencia está en la diferencia.
6. We Are Scientists y las comparaciones. Con
Arctic Monkeys, por ejemplo, a los que podrÃan plantar cara en un hipotético
duelo de bandas jóvenes y descaradas. Sin la experiencia de los de Sheffield
pero con su mismo arrojo, el bajista Chris Cain intenta resultar simpático
soltando unas breves parrafadas en español mientras descargan sus dos grandes
paquetes, ‘Dumb luck’ y ‘Nobody move, nobody get hurts’, probablemente el tema
más reconocible de una banda poco o nada reconocida aún por estos lares. Ese
mimetismo con las formas del rock indie
más trillado les hace quedarse a medias de muchas cosas, pese a que salen por
la puerta mediana gracias a la juerga final que se montan con el citado Odell
en ‘After hours’, tocada a pachas con el niño bonito gracias al vÃnculo de su
actual baterÃa, antiguo de los americanos. Terminada la conexión UK-USA, entra
en escena un libanés llamado Mika al que ya casi no tenemos fuerzas para
aclamar. Tampoco es que nos resulte especialmente atractivo (y no hablo se su
popular fÃsico) un artista que solo ha grabado un álbum, el primero,
relativamente memorable, y que después ha vivido de las rentas paseando su nombre
y su estilosa estampa por festivales de medio mundo, pero si todavÃa es capaz
de hacer bailar a gente de variada condición con sus himnos presentes y pasados
debemos concederle el beneficio de la duda. Como él mismo dice nada más dejarse
ver, ‘Relax, take it easy’.
NEUMAN
NIÑOS MUTANTES
NACHO VEGAS
LA BIEN QUERIDA
TOUNDRA
TOM ODELL
WE ARE SCIENTISTS
Texto: JJ Stone
FotografÃas: Raisa McCartney
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