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jueves, noviembre 26, 2015

Bart Davenport en Polaroid Club (Granada) 25/11/2015


En sus manos una guitarra y tras él, tan sólo un ampli. Un hombre sólo en un escenario y sin embargo se veía tan lleno. Lleno de vida y personalidad, la del artista californiano que estos días está llevando a cabo su gira española para presentar su último trabajo aunque, con tantos años de carrera a la espalda, lo lógico era que Bart Davenport hiciera un repaso musical de su trayectoria y nos dejase viajar junto a él por tan completa y colorida historia personal. En esta ocasión, el artista nos visitó dentro de la gira San Miguel’15, así que el correr de cerveza en el interior estaba asegurado.

Comenzando tarde, no por culta del artista, que estaba en la sala desde la hora de apertura de puertas, sino porque en esta Granada ya sabemos, el concierto sólo empieza a su hora cuando tú no puedes llegar a tiempo. Una sala que mostró poca asistencia si tenemos en cuenta que se trata de uno de los cantantes más carismáticos que vamos a poder escuchar en la ciudad en estos días. Bastante, sin embargo, para darle calor y color a ese formato intimista que tan bien le sienta a la Polaroid Club.

Y frente a un público bastante parado que vivió, quizás con demasiada tranquilidad, esa invitación implícita a compartir con más intensidad la ráfaga de aire fresco que suponía su actitud irónica, a veces emotiva y a veces juguetona, un hombre sólo para demostrar que a golpe de guitarra se puede conseguir contar muchas historia y ponerles muchos matices, lo cual, en esta era de efectismos y complejas puestas en escena, no deja de tener su mérito.

Casi hora y media de repertorio con un “Physical World” (Lovemonk, 2014) que tuvo su protagonismo y en el que fue alternando entre canciones tranquilas, relajantes en cierta manera, con intervenciones en clave de humor y cambios de ritmo que le hacían navegar de lo más melódico a lo más pop. Temas en los que lucir su dominio sobre su mejor instrumento, la voz, y en los que sacar de la guitarra todos los matices y sonidos posibles.

Y así fue, casi al final del concierto, como suele ocurrir siempre en este tipo de recitales, cuando el público empezó a moverse al son de la guitarra de este carismático personaje que llevaba ahí, entre las luces, tanto rato intentando entrar en comunión con ese público a veces tan frío como la propia ciudad a esas horas, a veces cercano y risueño como el propio cantante, siempre sonriente y optimista, llamando “gente misteriosa” a esos granadinos que le escuchábamos en silencio, rompiendo el “misterio” creado por sus acordes misteriosos (todo un juego de palabras y acordes que desarrolló con simpatía sobre el escenario para ilustrar su historia sobre una canción y un sonido).

Se marchaba así, de mentira, como se van los artistas antes de los bises, pero pidiendo un par de minutos de parada antes de continuar con sus bises, en los que ya viajó a un pasado en el que sumergirse de lleno en álbumes como “Maroon Cocoon” (2005) del que nos regaló, después de tanto tiempo, canciones tan redondas como su “L.A. Girld” para que, al salir de la sala, siguiéramos canturreando mentalmente los últimos temas con los que salió definitivamente del escenario dejándonos un más que buen sabor de boca.

Crónica y fotos: María Villa

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