Para una vez que un concierto empieza puntual vamos nosotros
y nos perdemos a los teloneros. Y es que, en Granada, no estamos muy
acostumbrados a que se cumplan los horarios y a veces nos relajamos en exceso.
Cosas del directo, supongo. Lo bueno es que el sábado, al llegar a la sala,
previas tapitas por los bares cercanos, nos encontramos el Planta Baja bastante
lleno y nos llevamos también la alegría de que sigue llegando gente hasta
prácticamente el lleno absoluto. Y eso mola.
Al escenario, unos Napoleón
Solo que vienen a rendir un sentido homenaje a ese Máximo Ruíz Ferrer que debió ser un personaje extraordinario a
juzgar por los sentimientos encontrados que produce su nombre. No eres
importante si no tienes tus propios enemigos y Máximo, si no enemigos sí que
tiene una parte de público que “no termina de pillarle el puntito”.
Menos mal que los que sí estábamos en la sala, abarrotada en
cuanto comenzó el concierto, profesamos un gran cariño a este personaje, nombre
del tercer trabajo de estos granadinos que si bien no lo son todos de
nacimiento ya deben considerarse adoptivos de pleno derecho y herederos
directos del mejor sonido local.
Un setlist completísimo, sólo la “intro” ya contenía seis
temas enlazados sin prisa y sin pausa puestos ahí supongo que para despistar al
personal un poco con ese comienzo más “tranquilo” porque llegado el momento de “Sospecho,
sospecho”, de Chica Disco, la sala amenazaba con hundir el suelo y precipitarse
a las más oscuras profundidades a base de saltos y manos en alto.
Porque no era el ecuador, era sólo el principio y las tropas
napoleónicas ya habían conquistado a la totalidad de una sala que tenía claro
que habían ido allí a divertirse. Minutos después, un “hombre del espacio, de
la generación del 27…” presentado con ese gracejo peculiar que tiene Alonso
cuando habla con el público, sube al escenario en forma de Antonio Arias y se marca un temazo al que le pone su lado más
rockero para dejar después al grupo soltando trallazos en forma de temas super
bailables con los que la sala ya lo da todo sin reservas.
Desde su “Sueña conmigo”, “Perdiendo el tiempo” o “Matamuertos
y La cruel” hasta un tema que supone un punto distinto en ese último trabajo,
un “Emilia y Pepe” cantado por José
Bonaparte (tengo que decir que me encanta ese tema) que te plantea la duda
de si escuchas algo actual o han explorado entre las partituras clásicas de un
compositor contemporáneo a Manuel de Falla y se han apropiado de unas
letrillas.
Después la noche debió pasar muy rápido porque sin darnos
cuenta ya eran “Las cinco, como siempre” y Juan
Alberto de Niños Mutantes subía al escenario con ellos para marcarse un tema
que reunía a dos de las voces más carismáticas del panorama local en un
escenario donde se esperaban sorpresas pero no se sabía el alcance de las
mismas.
Despedida (de las de mentirijilla) con un “Antes de que
ocurriera” que dejaba abierta la posibilidad de unos bises plagados de super
hits de la banda, como así fue, sin sorpresas en ese aspecto, porque hubo sitio
para “Ramira” “Yuliana, Juliana” y “Lolaila Carmona”, mujeres diferentes que
pueblan el imaginario de la banda y una despedida (esta ya sí la de verdad
verdadera) en la que acompañaban hasta los títulos, muy acorde con el momento
final con “Tiene que acabar” y, por supuesto, “Adiós” pero no un adiós
cualquiera, sino un adiós con Tony
(Eskorzo) a la guitarra para que no nos fuésemos de allí diciendo que las
despedidas siempre son tristes, ojalá el mundo supiera despedirse siempre con
tanto estilo y tanta alegría.
Crónica: Redacción
Fotos: PerseFone (Más fotos en: PERSEFONE)
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