Rivulets. Deluxe Pop Club. Valencia,
31 – 10 – 2015
Algo bueno debo haber hecho para, cada
Halloween, esquivando hordas de caras pintadas y disfraces
ensangrentados (curiosamente, conforme más conozco las debilidades
humanas, menos afán tengo de criticar sus actitudes... eso o que me
hago viejo), disfrutar de un conciertazo. Podría, como cada año,
empezar quejándome de la escasa afluencia de público (los que
estaban parecían amigos del grupo telonero, las valencianas Thecla,
al que, lo reconozco, llegué tarde, sólo justo a tiempo de ver una
mediocrilla versión de los Bee Gees, y un par de canciones
bastante decentes (sobre todo la última, una nueva incorporación a
su temario, según afirmaban, con un bonito acompañamiento de
violín; la otra es una de las más populares de su todavía corta
discografía, Matthew), pero no lo voy a hacer.
A cuatro personas dije que iba a ir, y
todos reconocieron no saber quién era Rivulets. Y no voy a
exagerar, diciendo que es una tragedia, que como puede vivir el mundo
sin asistir en masa a sus conciertos, porque al final acabas hasta el
pirri de innecesarios tremendismos, pero sí que afirmaré que es una
lástima. Y lo es porque Rivulets es algo maravilloso.
El norteamericano, acompañado en
formación clásica de guitarra, bajo y batería, aterrizaba en el
Deluxe Pop Club, en la primera fecha de su gira europea, que
le ocupará “en la carretera” todo noviembre, y lo hacía fresco
como una rosa, con ganas, y, al mismo tiempo, sosegado y tranquilo. Y
es que lo de Rivulets no es la prisa: va penetrando poco a
poco, erosionando cualquier calcio en tu corazón.
Es dream pop, digamos, tremendamente
americano (Nathan Amundson parece el líder de un equipo de
fútbol universitario, con una eterna gorra que provocaba una sombra
que prácticamente hacía imposible verle la cara, y mucho menos los
ojos, como una especie de héroe narrador sin nombre ni rostro,
legendario: unas llaves colgaban de su bolsillo, seguramente las de
su camioneta, como único alarde), en el que lo que más se puede
acelerar es algún medio tiempo ocasional. Se podría decir que no
tiene ningún trallazo, pero sería mentira: Rivulets es
ametralladora, escopeta y subfusil en estado puro; apenas necesitan
dos acordes para meterte en su mundo, en medio de una ensoñación
del que te sacan unos pasajes instrumentales interior e
introspectivamente desatados. Y te mantienen así, a la espera, en
alerta, durante ocho canciones (y dos bises), que se te hacen cortas.
Rivulets es lo contrario de una película de terror: si allí
caminan a lo largo de un pasillo durante minutos, esperando ver dónde
les matarán, en un concierto como éste transitas por el pasillo,
emocionado, sabiendo que al llegar al final encontrarás un precioso
regalo.
No es raro morirte de sueño a ciertas
horas, pero Rivulets no te permite caer, te deja en vilo,
sabiendo que algo ocurrirá, y, finalmente, cuando miras tu reloj,
cuando crees que todo ha acabado (falsamente, las canciones se
marchan contigo), no puedes creer que haya pasado una hora tan
rápido. Puede que haya sido un sueño, y tu mente haya atravesado
miles de kilómetros con la velocidad del pensamiento. Porque en
definitiva, Rivulets es música en blanco y negro, en algún
difuso punto del camino: es la ostia.
Más info:
Rivulets
Thecla
Rivulets - Summer Rain
Rivulets - I Was Once A Handsome Man
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