Me habían hablado muy bien, al igual que del resto de conciertos de “Jaén en julio”, del Vértigo Estival, el último de este circuito jienense, ya metido de hecho en el mes de agosto, por imposibilidad de meter más fechas en el mes festivalero de Jaén por excelencia. Así que con tan buenas referencias, y habiendo disfrutado de un Etnosur nuevamente impecable, pusimos rumbo a Martos para disfrutar nada menos que de tres días de fiesta permanente.
El festival, uno de los mejor organizados a los que he
podido asistir este verano, a la altura de festival alcalaíno antes mencionado,
sigue el formato de la marca de la casa y consigue, tarea nada fácil, mantener
ocupados y entretenidos a los asistentes no sólo en las horas de concierto
nocturno, sino ampliar el ocio a todas las franjas horarias.
Comenzaba así, el viernes al medio día, recibiendo al
público en la piscina, junto a la que se prepara una zona de acampada cómoda y
sombreada, con Chuck Waters and the Electric
Blueshakes para que la música sirviera de aliciente a los que nos iban
llegando para instalarse de cara a pasar varios días de música y convivencia. Terminado
este primer concierto, la música no se daba descanso y María Calaveras DJ se encargaba de ambientar la tarde antes de que Cala Vento subieran al escenario
Melgarejo y finalmente dejaran paso a Playground Dj para hacer lo propio a
pie de piscina.
Terminaba así una tarde dedicada a la recepción del público
haciendo gala de uno de las frases que han usado en la promoción del evento “Puedes
ver los 16 conciertos por los que pagas” porque, en este festival, las
actuaciones ni se superponen ni te hacen correr como un loco de un escenario a
otro para perderte lo menos posible de tus grupos favoritos.
Y no contentos con esa acertada decisión en cuanto a
organización, el aliciente de poner cerveza gratis en el primer concierto de
cada noche animó a más de uno a tomarse las primeras cañas acompañando, como
debe ser con cerveza o sin ella, a M.O.R.,
que fueron los encargados de abrir el escenario Vértigo a base de calidad, como
se esperaba de ellos.
Con más gente cada vez a pie de escenario, los granadinos Trèpat pusieron todo su amor en la
tierra y en sobre las tablas para que la gente bailara y disfrutara en plenitud
de movimientos y catarsis musical con el show cada vez más elaborado de una
banda que no sólo suena cada vez mejor (responsabilidad esta vez de Sergio Vera
a los mandos) sino que van introduciendo pequeños matices en un espectáculo que
el público agradece y lo demuestra. En esta ocasión el sensual baile de Juan
Luís Torné, un vocalista que siempre da lo mejor de sí mismo en cada actuación,
fue el punto de distinción de lo que fueron capaces de transmitir en la noche.
Tras ellos Juventud
Juché no dejaron que el público se viniese abajo y pusieron toda la carne
en el asador para seguir dando caña a una velada marchada por la marcha y los
ritmos bailables. Los madrileños, que llegaban con mucha fuerza a base de su
post-punk lleno de guitarreos afilados y letras atrevidas.
Llegábamos al ecuador de la noche con una banda más que afianzada,
procedente de la escena power pop de Boston, Gigoló Aunts, que se encuentran en plena gira por nuestro país. Y
en esta gira, su paso por el Vértigo Estival era más que necesario para
demostrar también, en estas latitudes sureñas, por qué el grupo debía regresar
a los escenarios después de un largo tiempo de silencio y conservando sólo como
miembros originales de la banda al bajista Steve Hurley y al vocalista y guitarrista Dave Gibb.
Sonando como nunca y en plena forma, los norteamericanos recuperaron sobre todo
temas de su última época e introdujeron una versión de “La chica de ayer”,
adaptada al inglés, que fue muy bien recibida por un animadísimo público que a
esas horas estaba en plena cresta de la ola disfrutando al máximo del festival.
Y si bien se acercaba el final del tramo de conciertos antes
de dar paso a los Dj Lover y Playground, los que no iban a dejar que decayese
el ambiente fueron los argentinos Cápsula
que se propusieron hacernos saltar desde el primer tema y, si para ello había
que bajar del escenario, mezclarse con el público, cederles la guitarra y dar
saltos como un loco, el grupo no dudó en hacer todo esto e incluso animar a
hacer pogos y terminar su concierto haciéndose pedazos a pie de escenario. Como
las veces anteriores en las que he podido disfrutar de su impactante directo, Cápsula no sólo no decepcionó sino que
dejaron el listón muy alto, tan alto como el voltaje de su música.
La segunda jornada del Vértigo comenzaba el sábado en los
desayunos acústicos con Colorado y Kike Ganso en La Ibense, para acompañar
el pan con tomate y el café previos a la jornada de pool party que nos esperaba
nuevamente en el escenario Malibú Beach,
junto a la piscina y aderezados por la tradicional paella de convivencia que
alimenta el cuerpo de los espíritus ya bien alimentados de buena música a esas
alturas de festival.

No hubo tiempo, así, de guardar fuerzas para la noche y con
las mismas algo mermadas pero las ganas intactas el público fue llegando al
escenario principal para escuchar a Miraflores,
grupo encargado de abrir la noche y calentar el ambiente a base de un rock
sucio, noise y garaje que no tienen reparos en meterse en el rockabilly o el
post punk para hacer literalmente lo que les da la gana. Eso sí, con mucha
fuerza gracias sobre todo a Emilio R. Cascajosa un frontman que se hace pedazos
sobre el escenario.
Con el ambiente ya bien calentito, Autumn Comets cogieron el relevo y siguieron dando caña hasta que
los linarenses Automatic hicieron lo
propio. Ambos grupos, con sendas actuaciones dignas de las mejores bandas
nacionales, supieron mantener el punto alcanzado previamente y hacer que el
público siguiera bailando y disfrutando del festival, con estilos distintos pero
que encajaron a la perfección dentro de la programación del evento.
Llegaba así, poco antes de las dos de la madrugada, el
último concierto antes de la hora de los Djs y el momento de celebrar los
treinta años de Sex Museum sobre los
escenarios. Del grupo, emblemático y carismático como pocos, se puede decir
poco que no haya sido ya escrito pero sobre todo tocaría reseñar que tres
décadas tocando con la misma fuerza y la misma garra es algo que no pueden
contar de sí mismos muchas bandas nacionales.
En esta ocasión, Loza, su batería titular, no pudo
acompañarles por estar recuperándose de la ruptura de clavícula que le mantiene
aún fuera de los escenarios. En su lugar, el mexicano Jota, un batería con una contundente
pegada que ya acompañó a la banda en otros momentos. Bolazo donde los haya,
como siempre, un valor seguro el de contar con estos madrileños que acumulan
tanta experiencia no sólo en esta formación, sino en las otras en las que
militan (Coronas, Corizonas) y un aliciente poder escuchar, de boca de Fernando
Pardo, algunas de las anécdotas del grupo en estos años a pie del cañón.
Un final apoteósico para un festival que, a pesar de no ser
multitudinario como otros festivales similares del país gana cada vez más
adeptos. Quedaba, como cierre total, la actuación de Merrie Melodies el domingo a la hora del vino o la cerveza en los
Acústicos Gran Reserva en Bar Roma, como digna despedida de un festival que dio
de sí todo lo que suelen dar estas propuestas tan completas como las que
encontramos en Jaén, en julio y por supuesto, en agosto.
Crónica y fotos: María Villa
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