Por delante, más de hora y media de concierto para enseñarnos su “Casa” para empezar precisamente por ahí, con Iván sentado al piano y sus “Dioses de la distorsión” recordándonos que “la luz de la mañana tardaba ocho minutos en llegar” con el público aún sentado en los asientos. Dos temas más “El bosson de Higgs” y el que da parte del título al último disco “Casa, ahora vivo aquí” y el permiso del artista ‘podéis levantaros si queréis’ para que el público ya no volviera a sentarse más que en los temas más tranquilos del repertorio. Un setlist que le puso a pie de confesionario con “Inerte” (Confesiones de un artista de mierda – 2011) para contarnos “Toda la verdad” (Mentiroso, mentiroso – 2008) antes de llevarnos hacia “El viaje de Chihiro” y repasar su amplia carrera en solitario yendo y viniendo por casi todos sus trabajos aunque, obviamente, nosotros estábamos allí para escuchar su “Casa” y de este último trabajo es del que más temas introdujo en su repertorio.
En directo, la guitarra, mucho más atmosférica que en el disco, se hacía más presente en temas en los que podía lucirse especialmente. Alguna "parada técnica” (cosas del directo) por esas pequeñas distracciones que tanto humanizan realmente a los grupos y que Iván Ferreiro resolvió con un “no debí tomar ese vino” y su aviso de que había sacado “Turnedo” del setlist para meter una petición que le habían hecho por Twitter: “Tupolev” justo después de que la chica que se la había pedido se levantara entre el público reclamando la autoría de tweet. Entre medias, temas que no podían faltar, como “Dies irae” o “Pensamiento circular”, aunque sí se echaron en falta otros como “Laniakea”, que todo el mundo esperaba escuchar en directo. Pero está claro que no se puede tener todo, visitar toda su “Casa” (grande, amplia y acogedora) y disfrutar de sus canciones más conocidas de los últimos años nos hubiera ocupado el doble del tiempo disponible.
Mucha conexión con el público, que por supuesto, se sabía todas las letras y momentos de complicidad en los primeros bises con un “Farsante” interpretado sin batería ni bajo, dándole mucho más énfasis a su interpretación al piano y, por supuesto, en la siempre esperada “Años 80” donde se escuchó mucho más fuerte al público que al propio artista y especial también el momento en el que sonó “Cómo conocía a vuestra madre” (Val miñor – 2013) antes de volver a salir del escenario y dejarnos la imagen de un Ricky Falkner animando al público con las manos para que siguieran pidiendo otra.
Y en ese momento, cuando ya el público sabe que sí, que se acerca el final del concierto y parece que hay más ganas de disfrutar lo que queda del mismo (y sabiendo ya que no iba a tocar Turnedo), tocaba disfrutar a tope de esa última tanda que daba comienzo con “S.P.B.N.” que nos remitía mentalmente a la voz, ahí ausente, de Rubén Pozo para dar paso a “Promesas que no valen nada” magníficamente enlazada con una versión con la que ya nos sorprendió hace tiempo “Insurrección” (El último de la fila) y uno de sus mejores temas, “El dormilón”, antes de finalizar el concierto con… “Turnedo”, por supuesto. Y es que, como decía al principio, Iván Ferreiro es gallego y cuando dice que no va a cantar un tema nunca sabes si lo canta, o no lo canta.
Crónica: María Villa Fotos: J.J. García
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