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lunes, julio 03, 2017

Vida Festival - Masia d'en Cabanyes. Vilanova i la Geltrú, 29 y 30/6/17

Crónica de las jornadas de jueves y viernes del Vida Festival, con los conciertos de Parcels, Phoenix, Rusos Blancos, Guadalupe Plata, Phoenix, Las Bistecs, Gener, Pavvla, Senior i el Cor Lomax, Tórtel, Lídia Damunt, Dr. Dog, The Secret Society, Devendra Banhart, Real Estate, The Flaming Lips y La Casa Azul.
 
Finalizada la cuarta edición del Vida Festival no podemos menos que hablar de éxito sin paliativos para uno de los mejores festivales que pueblan la temporada estival; y todo ello sin hablar de cifras de asistencia o impacto económico en la zona. Salimos de los guarismos que muchas veces suponen el sinónimo del éxito (que lo hubo también en este aspecto, con todos los abonos vendidos con anterioridad a la fecha de inicio) y nos centraremos en dos cuestiones vitales para la sostenibilidad del Vida y la consecución del sobresaliente: la calidad musical y lo confortable del recinto para todo tipo de público. 

No es el Vida exclusivamente un festival familiar, ni un paraíso para gourmets musicales de todo tipo; sin embargo, podemos afirmar que tanto niños como sibaritas han visto cumplidas sus expectativas en perfecta convivencia, gracias a una programación muy compensada, tanto en el apartado nacional (en el que destaca por ofrecer nombres de calado y muchos no habituales en el circuito) como en el internacional. Los grandes nombres, los de fuera, tienen otro calado que en ocasiones los acerca incluso al estatus de músicos de culto o no tan fáciles de disfrutar fuera de las grandes ciudades. 

Un recinto en un entorno idílico, actividades para niños, unos servicios de hostelería más que suficientes (que este año ha aumentado su oferta), zonas de descanso y una decoración perfectamente ensamblada en el bosque que ya forma parte de la idiosincrasia del festival de Vilanova i la Geltrú contrarrestan el pero de la escasa iluminación en algunas zonas, sobre todo en las zonas de baños. 

Este año el Vida Festival veía aumentada su propuesta en una jornada más que, lejos de ser un trámite introductorio, contaba con propuestas tales como las letras capitales de los franceses Phoenix, el dj Erol Alkan, Joan Miquel Oliver, Guadalupe Plata o Rusos Blancos. Aunque apenas pudimos llegar a tiempo para ver unos minutos a Parcels, una de las bandas pertenecientes a esa buena apuesta llamada #VidaNextBigThing, los jóvenes australianos apuntan muy alto gracias a su retro pop setentero con pinceladas de electrónica y funk. 

El jueves comenzaba de lleno, pues, en el escenario La Cova con Rusos Blancos, que inauguraron la tónica de los tres días; los escenarios “menores” se quedaban pequeños en muchas ocasiones para acoger al público. Los de Manuel Rodríguez cuentan con tres bazas que explotaron al máximo durante su concierto: sus letras, con madera de himnos para generaciones con absurdos nombres en inglés, una banda que funciona a la perfección y el descaro con el que consiguen controlar el ritmo del concierto entre ritmos netamente bailables y el pop de manual. Los teclados, los ramalazos disco y el tímido carisma de su cantante (inolvidable el final de “No soy esa clase de hombre”) pusieron en varias ocasiones La Cova en punto efervescente. 

Guadalupe Plata volvieron a teñir de rojo y de polvo un escenario, en esta ocasión el de La Cabana, con su blues polvoriento y minimalista, aunque parecía ser que el centro de interés estaba en el escenario Estrella Damm y el resurgir de los franceses Phoenix, que han facturado un nuevo disco de hortera título pero que les congracia con años anteriores de su carrera. Un concierto efectivo, de repaso por sus grandes hits (no faltaron “Entertainment”, “Lisztomania” o “1901”) y por ese “Ti Amo” mucho más coherente y digerible que el fallido “Bankrupt!”. Flojeando en los medios tiempos pero infalibles cuando las guitarras afloraban (hubo un largo interludio instrumental en el que la banda se lució sobremanera), cabe destacar la bestialidad (no se nos ocurre otro calificativo más descriptivo) del batería Thomas Hedlund, más las cámaras dispuestas en el techo del escenario que proporcionaban una visión espectacular de lo que acontecía. Espectáculo, esa es la palabra. 

Y puntuales a su cita, cuando terminaron los teloneros de Las Bistecs (sic) estas saltaron a La Cova como las reinas del electro-disgusting que son; con un título bien merecido y sin ningún complejo por retratar con sus letras realidades inconfesables y cercanas. Para el neófito, podría ser todo un shock llegar y escuchar una oda infantil al ano para comenzar, pero ambas azotan fuerte para que no quede duda de su propuesta. Aparte de disculparse por no saber tocar ningún instrumento (y ni falta que hace, ¿no?) Alba y Carla soltaron casi de golpe sus hits: “HDA”, “Señoras Bien” y “Sexy o no” ya habían sonado en los primeros quince minutos de concierto. Contundentes, sin complejos y al ano, perdón, al grano. 

El viernes, jornada central amenazada por la tormenta de la noche anterior, tenía una importancia especial debido a la confluencia de tres grupos valencianos y allí quisimos estar para dar apoyo a propuestas que gozan de muy buena prensa en la escena local y que cuentan con distintos estatus de proyección nacional. De todos ellos, Tórtel es la propuesta más conocida y, disco tras disco refuerza una calidad indiscutible, que cuenta con “Transparente” como última entrega. Jorge Pérez y su banda (con un Enric Alepuz a la batería que hacía doblete) facturan pop como artesanos de una intrincada orfebrería con ecos de alta luminosidad y huellas marinas y tropicalistas; quizá en las portadas de sus tres trabajos se halle la clave de las sensaciones que provocan en la escucha. 

Antes, unos Gener en estado de gracia abrían la jornada entre la luz de la tarde que acompañaba y que contribuyó a su propuesta, traducida en crisol de sentimientos y homenaje al universo femenino. “Oh, Germanes” y las pinceladas de “El temps del Llop” les convierten en un valor a reivindicar desde el principio. Poseer un tema tan brillante como “Convencionals”, que dosifican con sabiduría y dejan para el final de sus conciertos, supone una catarsis en la que dejarse llevar sin complejos. Y Senior i el Cor Brutal y ese trasunto de elegantes versiones a las que dan forma propia con el proyecto que le suma ese Síndrome Lomax al nombre de pila, abrieron el escenario La Masía entre un público abundante dado el sol inclemente. Micalet Landete se ganó al respetable con la propuesta de un toldo que mitigara las temperaturas, y su particular Valenciana que hace de la foránea Americana una casa en la que transita con notable comodidad no hizo más que ganar enteros con muchos de los notables invitados que le acompañan en el disco, como Artur Estrada, Judit Casado o Sanjosex. 

El Vaixell, hogar de propuestas delicadas e intimistas, tuvo por su parte en la tarde del viernes dos protagonistas femeninas que, guitarra en mano, devoraron el ambiente con avidez y maestría. Dos propuestas diferentes pero con ciertos nexos en común, las de Pavvla y Lidia Damunt

Dos maneras de entender el folk y sus aledaños, una desde la sobriedad, la herencia puramente norteamericana y el virtuosismo a la guitarra, y otra desde una personalidad desbordante y el country fronterizo cercano, tanto al imaginario cotidiano como a lo castizo y auténtico. 

La tarde del viernes se tornaba vertiginosa y los horarios quemaban etapas a altísimas velocidades, si bien es cierto que lo cómodo del recinto permite, al menos, disfrutar de diferentes propuestas y saltar de un escenario a otro. Así, pasamos de Dr. Dog a The Secret Society, con otro baterísta que se multiplicaba en el festival y en todas las bandas a las que pertenece, Ricky Lavado, para llegar a uno de los platos fuertes de la noche, un Devendra Banhart tan juguetón como es habitual, rodeado de una banda muy sólida. Henchido de amor, además de poseedor de un gran repertorio de temas y una discografía delicatessen, el cantautor de origen venezolano se despoja de toda sobriedad y no parece tomarse muy en serio a sí mismo ni a las joyas que salen de su talento compositivo.

El concierto fue de menos a más y remontó gracias a temas como “Never seen such good things” “Fancy man” o una interpretación vigorosa de “Carmensita” con la que finalizó y que sacó toda la esencia latina y seductora de la que es capaz. Hay que amarse más, que lo sepáis, y si es con Devendra de fondo, mucho mejor... 

Ver de nuevo a Real Estate, una de nuestras bandas de cabecera, se convirtió en todo un lujo en el escenario La Masía, aunque probablemente su último trabajo, “In mind”, no se encuentre entre lo mejor de su discografía. La voz de Martin Courtney, que en ocasiones peca de monótona, no comenzó a pleno rendimiento, y a la banda en general le costó entrar en calor y en el acople con las guitarras de Julian Lynch. ¿Y por qué, a pesar de todo esto, constituyó uno de los mejores conciertos de la jornada? La respuesta es sencilla, los de Nueva Jersey cuentan con unos temas deliciosos que brillan tanto en los medios tiempos como en el reprise que se permiten, las melodías bañadas en psicodelia pop y clasicismo lo-fi arrancan felicidad a raudales, y cuando las guitarras se engrasan la sonrisa es de rápida respuesta. Felicidad, esa es la palabra. 

Probablemente la felicidad llevada al espectáculo extremo sea buena definición de la grandísima contribución de The Flaming Lips a esta edición del Vida Festival; pero es que el grandioso espectáculo, repleto de parafernalia, que manejan Wayne Coyne y los suyos, no es para menos. Con recelo, sí, porque recordando el concierto de 2011 en el casi extinto SOS 4.8, cáscara un tanto vacía por debajo de los fuegos de artificio, no sabíamos qué esperar. 

Sin embargo, aunque tampoco es que la propuesta haya variado en demasía y hay muchos elementos comunes (esa bola gigante en la que Coyne se sumerge entre el público al ritmo de “Space Oddity” y que constituyó catarsis colectiva) esta vez, vaya usted a saber por qué, si nos convenció y en gran medida. “Do you realize?”, “Yoshimi battles the pink robots part 1”, “Oczy Mlody”, o la maravillosa “Race for the price”, ya sea en unicornios gigantes, lluvias de confeti y globos superlativos, o gigantescos homenajes al festival (Fuck yeah Vida Fest) dan por sí solas para la magia y el espectáculo en letras mayúsculas y coloristas. Por mucho que a Coyne le fallara la voz por momentos. 

Para cerrar nuestra particular noche de viernes, La Casa Azul dio un concierto muy parecido al que pudimos ver en el Festival de Les Arts hace escasas semanas. La propuesta de Guille Milkyway no ha deslucido un ápice a pesar de contar con el mismo repertorio y no haber llegado el tan ansiado nuevo trabajo. 

Texto y Fotografías: Susana Godoy

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