El rompecorazones con el corazón roto.

Tom Petty, uno de los auténticos tótems del rock americano, fallece hoy víctima de un ataque al corazón. Paradójico final para el líder de los Hearbreakers y gran vacío para el pop. 



Al igual que me ocurre con Elvis Costello, de alguna manera la figura de Tom Petty (Gainesville, Florida, 1950-Los Angeles 2017) se me asemeja, sobre todo en los últimos tiempos, a la de un viejo conservador de museo.  Protector de una cultura, la del rock and roll, cada vez más en peligro de extinción, al menos en la forma y sentido con que nació. Son ambos, o deberíamos decir "eran", tras la desaparición del segundo, vitales eruditos, grandes conocedores de las entrañas de la música popular que además contaban con el talento necesario como para traducir todo ese saber en obras mayúsculas que actualizaban la tradición, transmitiéndola así a nuevas generaciones. Costello lo seguirá haciendo, Tom lo hizo hasta el final.


Conocí a Petty, como tantos otros de mi generación, a través de aquél "Full moon fever" (1989) que le catapultó (aún más) al superestrellato pop a nivel internacional. Se lo trajo de América un compañero del colegio, Marcos (también desaparecido, pero esa es otra triste historia), que me lo dejó y quedé prendado de ese sonido de guitarras cristalinas y tintineantes que traía consigo todas las enseñanzas de Dylan, Byrds, Harrisson o Phil Spector. A todos ellos me abrió la puerta el rubio de Florida y por tal cosa, no puedo estarle más agradecido.

Tal como relata Peter Bodganovich en "Runnin' down a dream", el fundamental documental que realizó sobre Petty y sus Heartbreakers hace exactamente diez años, la persecución de sus sueños de rock and roll, emular a sus ídolos, fue el motor de toda una génesis que se inició en su nativa población sureña con la creación de los seminales Mudcrutch y el tránsito de dicha banda a los definitivos Heartbreakers, algo así como la quintesencia de la formación rock, que no por viajar bajo el manto del nombre de su líder dejaba a un lado la importancia de unos miembros que con pocas variaciones acompañarían hasta el final a nuestro protagonista.

Las majors no tardaron en interesarse por el potencial de las canciones e imagen de aquél joven desgarbado, de aspecto despreocupado y seguro de sí mismo. Buscaban otro Springsteen, pero encontraron algo mucho más acorde con los tiempos y por tanto, más urgente, cuya tarjeta de presentación, la infalible "American girl", se estableció como todo un hito, una especie de himno americano no oficial, que aún hoy eriza pieles y supone la pieza indispensable de su repertorio.

Lo mejor de todo es que tras ese cañonazo de 1976 y el soberbio lp que lo contenía ("Tom Pettyand the Heartbreakers") el listón no bajó lo más mínimo: "You're gonna get it" (1978), el celebérrimo "Damn the torpedoes" (1979) o "Hard promises" (1981) no hicieron sino congraciarle aún más con crítica y público, situándole como superventas y acto de directo masivo en Norteamérica.

Si bien el grueso de los años ochenta, pese a los grandes éxitos cosechados junto a su inseparable Stevie Nicks (que en más de una ocasión confesó su deseo de abandonar Fleetwood Mac para unirse a los Heartbreakers) o con aquél sintético "Don't come around here no more" que urdió junto al eurithmic Dave Stewart, supusieron cierto bajón en su reputación gracias a discos algo más descafeinados que los anteriores, aunque siempre notables ("Long after dark", "Southern accents", "Let me up (I've had enough)"), todo quedó olvidado cuando tras conocer a Jeff Lynne a raíz de su participación en la superbanda de superbandas, The Travelling Wilburys, éste le produjera su primer disco en solitario sin los rompecorazones.

"Full moon fever " (1989), como dije al principio de este artículo, supuso su consagración como uno de los grandes singer-songwriters de su generación, cuya asombrosa capacidad de retratar escenas cotidianas de ese espejismo llamado sueño americano fue premiada con ventas masivas gracias, sobre todo, a singles incontestables como "I won't back down" o por supuesto, "Free fallin'", quizá su mayor seña de identidad en formato canción junto a la mencionada "American girl" y curiosamente bastante relacionada con ésta también en cuanto a temática.

El éxito de ventas continuó aumentando con el también magnífico "Into the great wide open" (esta vez sí, sumando a su nombre el de su banda de siempre y producido por Lynne como el anterior), un disco de tonalidades pop con letras críticas con la industria discográfica como la de la canción titular. También "Wildflowers" (1994), segundo en solitario y bajo la batuta esta vez de Rick Rubin, supuso un tremendo éxito tanto de crítica como de público, pese a sus tonalidades más oscuras y su sonido más austero.

Paradójicamente, todo ese reconocimiento no impidió que en el lado personal, Tom se desmoronara: su ruptura sentimental y otros problemas le sumieron en una adicción a la heroína, reconocida por él mismo en la biografía recientemente escrita por Warren Zane, que causó que (con el anecdótico paréntesis de una banda sonora y un grandes éxitos) la producción discográfica de Tom se espaciara más que nunca: cinco años pasaron desde "Wildflowers" hasta "Echo" (1999), favorito personal del que suscribe, un disco oscuro en cuyas canciones Petty descargó toda su amargura y la banda, de nuevo bajo la batuta de Rubin, logra sonar como nunca, con una cohesión y espíritu que sólo alcanzan los más grandes. Un disco que, sin embargo, no obtuvo gran repercusión y obtuvo bajas ventas en relación a sus predecesores.

No tuvieron mejor suerte los siguientes en llegar: ni "The last dj"(2002) ni "Highway companion"(2006), tercer disco en solitario este último, así como también el tercero producido por Jeff "ELO" Lynne, consiguieron emular el valor artístico y comercial de la pasada década. Tom Petty and The Heartbreakers se convirtieron, sin embargo, en uno de los actos en directo más celebrados de los EEUU (de los que salieron poco y jamás en dirección a España), dueños de uno de los sonidos más poderosos jamás perpetrados por una banda de rock y congregando en sus espectáculos a numeroso público, como certificaron en la celebración de su 30 aniversario, que coincidió precisamente con esta época, como también lo hizo el citado documental de Bodganovich, otra joya de obligado visionado si se quiere conocer de cerca la génesis de una banda de rock and roll.


A partir de ahí, el rubio y sus secuaces siguieron haciendo exactamente lo que querían: tocar, tocar y grabar de vez en cuando discos, tanto de la banda habitual ("Mojo", "Hypnotic eye") como reuniéndose con los viejos amigos de Mudcrutch, con los que editó dos interesantes discos, que al igual que los que hizo bajo su propio nombre, cavaban profundo en las raíces americanas, con especial predilección por el blues, el country y un sonido de guitarras algo más áspero, en caso de los Heartbreakers, que el que era usual en ellos.

Justo en los últimos meses, Petty y su grupo se habían embarcado en una multitudinaria gira celebrando sus más de 40 años de actividad, llenando estadios y ofreciendo un espectáculo impresionante, según todos los presentes. Poco podíamos imaginar, pues, el desenlace final de la historia de un hombre que parecía incombustible. Thomas Earl Petty fue encontrado en su casa de Los Ángeles, la mañana del 2 de octubre de 2017, ingresando de urgencia en el hospital de Santa Mónica con muerte cerebral y confirmándose su fallecimiento poco después tanto por su familia y manager, pese a algunos rumores que se empeñaban en negar tal hecho.

Con él desaparece pues uno de esos pilares, esos tótems o clavos ardiendo a los que aún podíamos agarrarnos los aficionados al rock and roll para obtener un fiel reflejo de cómo se hacía en los buenos tiempos. Muchas veces se emplea el término "maestro" banalmente para referirnos a artistas que quizá no lo merezcan tanto como Petty. El sí que fue un gran maestro. Transmisor de toda una tradición que supo defender con gallardía, siendo él mismo y mostrando el camino a muchos, aunque lamentablemente, ya pocos quedan que puedan andarlo como él. Adiós Tom, significaste mucho y las palabras no alcanzan para describir el vacío que deja la falta de tu figura, con tu sombrero de copa, tu pelo lacio y tu rickembaker. So long, buddy.

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