El mallorquín de adopción vuelve a demostrar que es uno de los escritores de canciones más lúcidos y aplicados del pop español. Con este nuevo disco se supera en producción y arreglos y se cuelga la etiqueta de "gran olvidado" en las listas de los mejores discos del año.
Es una pena que a estas alturas el grueso del público que
dice seguir y disfrutar la actualidad del pop rock español aún no conozca la
trayectoria y el historial de un músico, un artesano más bien, como Steve
Munar. Británico de adopción mallorquina y miembro fundador de los deliciosos
The Tea Servants (otros grandes desconocidos), lleva ya cinco discos bajo su
nombre y el amparo de los magníficos The Miracle Band demostrando que el bagaje
y las influencias que maneja no deberían seguir cayendo en saco roto.
Afortunadamente, unos cuantos seguimos disfrutando disco a disco de su mapa
sonoro, tan frondoso como variado, que en esta ocasión lo saca ligeramente de
las coordinadas habituales para guiarlo por terrenos ciertamente novedosos e
igual de interesantes.
A la etiqueta inconfundible de folk-rock clásico que lo ha
hecho grande se adscriben melodías como las de ‘Wasteland’ y ‘Hear me calling
you’, pero a ella añade una nueva riqueza rítmica, incluso cercana al pulso funk, y hace gala de ella en ‘Hey hey
hey (Re do it again)’, virándola hacia las aguas de la “americana” más leve en ‘Fuck
your vanity’ y sobre todo en ‘Pictures, postcards and other things’, en la que
da toda una lección sobre cómo optimizar recursos en pos de una canción
redonda. ‘Stillness’, en cambio, pone a toda la banda a extraer la vena
sinfónica de unos arreglos cuidadísimos, a los que ayuda una producción
sencilla e impecable a más no poder, comandada por el propio Munar y su mano
derecha habitual Marc Tena. Especialmente destacable al respecto son las
guitarras de Patricia Serrano, todo un descubrimiento, en la fantástica ‘Everytime
I close he doors’, donde los coros emiten un brillo particular.
Un disco este ‘Violet Koski’ que está dedicado en su núcleo
a la memoria de su abuela fallecida (el mismo título es el pseudónimo que le
atribuyó su hija, madre del autor, en uno de sus relatos) y que hila poemas escritos
por su progenitora con referencias veladas a la muerte y a la divinidad, los
motores que parecen mover los hilos del subconsciente colectivo cuando se trata
de hacer canciones con cierta enjundia emocional. ‘Mother’ suena sobrecogedora
en ese sentido, pero no menos que el esquinado góspel de ‘Prayer without words’
y la decepción sentimental implícita en ‘In the meantime’. Cosas que importan
de verdad, como el orgullo paterno expresado en ‘Never believe’, escrita para
su hija Elsa, y la conciencia socio-política despierta en ‘Hey’, un hilarante
alegato contra el presidente Hollande. Sí, todo lo importante está en estas
canciones.
Escucha 'Violet Koski' aquí.
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