NOVEDADES

lunes, mayo 14, 2018

En Órbita 2018 (Granada) 12/05/2018


Con ganas de abrir época festivalera en Granada, un día soleado por delante, un cartel de calidad y un recinto adecuado a las 6.000 personas que pasaron por En Órbita, disfrutábamos el sábado de un festival con dos escenarios entre los que pudimos movernos sin tener que correr desesperados de uno a otro y con la posibilidad de ver, prácticamente, de todas las actuaciones, aunque no todas ellas al completo. La dificultad ahora es contar tantas cosas con un orden más o menos lógico así que optamos por separar la crónica por escenarios, aunque nosotros (y vosotros) vivimos todo esto como un todo en el que lo difícil era elegir dónde estar en cada momento.


Escenario Planetario

Rompiendo el mito de que en España nada empieza a su hora, En Órbita daba comienzo el sábado unos minutos antes de lo anunciado para garantizar el desalojo a la hora límite para la que tenían permiso, ganando así un tiempo extra, que vino bien al final para seguir con esa puntualidad. Entrábamos en el recinto con el pop elaborado de Ballena sonando al fondo y muy poca presencia de público a esas horas. La banda (o superbanda si tenemos en cuenta que Miguel Rueda, su vocalista, es ex componente de Cecilia Ann y Fila India, el batería Juande Jiménez viene de Negroazulado y el guitarra Alejandro Hidalgo procede de Notes to Myself y Modo Bélico) unió fuerzas con Alfonso López al bajo y Sixto Jiménez a los teclados y decidieron grabar su primer disco antes de lanzarse a los escenarios. Así nació “Navarone” (Subterfuge, 2017) el trabajo que venían presentando y en el que han colaborado nada menos que  Paco Neuman, Alejandro de Lori Meyers, Raúl Bernal de Dolorosa/Loquillo o Daniel Guirado de Pájaro Jack, con lo que su vinculación granadina es más que evidente.


Bajo un sol de justicia, Perro recogieron el testigo a base de trallazos en los que, la doble batería, la actitud irreverente y desenfadada con la que facturan un pop, punk, noise rock tan difícil de clasificar, y su fuerza escénica hacen pensar que los murcianos, nietos de la mismísima Reina de Inglaterra, son un claro ejemplo de que se puede tener personalidad propia y un sonido festivo sin caer en fórmulas manidas. Impactan a base de letras que van de lo impertinente a lo desvergonzado mientras los ritmos frenéticos y la actitud punk les sitúa entre la hornada de grupos que fueron revelación y han sabido mantener la frescura inicial. Tampoco convocaron demasiada gente frente al escenario (las horas, el calor y el sonido que en los primeros conciertos era excesivamente fuerte hacían difícil acompañarles más de cerca) pero los que estuvieron lo bailaron como si el recinto estuviera ya a tope.


Con un ambiente festivalero, de posados, photocall, selfies y demás imprescindibles en el postureo patrio, la gente iba llegando poco a poco y tomando posiciones para ver a unos Belako que no terminaron agrupar al público, aún escaso y disperso que huía del sol y buscaba refugio en las zonas de sombra. Los de Vizcaya, que tienen una gran fuerza escénica, no terminaban de encajar en esa franja horaria tan complicada (actuaron algo pasadas las 15,30 h.) y lo dieron todo a pesar del intenso calor que hacía necesario al público buscar refugio del que sólo salieron tímidamente para bailar los últimos temas. Por algún motivo desconocido, la gente suele venirse más arriba cuando los grupos anuncian que están en los últimos minutos de concierto.


Fueron La M.O.D.A. los responsables del primer reagrupamiento frente al escenario. Mientras sonaba enlatado, como intro, uno de sus temas, pudimos ver cómo la gente abandonaba sus trincheras y se acercaban para entrar en esa comunión tan especial que la banda consigue establecer con sus seguidores. Primeros tema que se cantaron por parte de los asistentes a voz en grito y demostración de que los burgaleses han conseguido fidelizar a un amplio sector festivalero que se sabe sus temas y les acompaña con verdadera entrega. Nos tienen acostumbrados a un espectáculo intenso de principio a fin y el sábado consiguieron volver a dejar el listón alto y que no llegara a notarse la rotura de cuerda de David Ruíz, tablas y recursos no les faltan.


Momentos siempre estelares con temas como “Héroes del sábado” o “Mil demonios” de su último trabajo y, por supuesto, con “Primavera” (del anterior) en el que, desde que se publicó en 2015, consiguió que los fans aprendieran a cantar una estrofa en euskera, para sorpresa del propio grupo en las primeras presentaciones del disco. Ahora ya están acostumbrados a que los asistentes canten las canciones de principio a fin y siguen agradeciéndolo con gestos y palabras con la misma cercanía que han mostrado desde sus inicios. Son, sin dudas, uno de esos grupos con los pies en el suelo y saber estar sobre el escenario y fuera del mismo. Impresionantes siempre, el sol en los ojos no les hizo flojear en ningún momento de su espectáculo consiguiendo que, por fin, el público vibrara como una sola masa.


Rozábamos las seis de la tarde cuando José Ignacio Lapido desperezaba “El alma dormida” junto a la potente escudería de la que se rodea en escena (Víctor Sánchez a la guitarra, Raúl Bernal a los teclados, Jacinto Ríos al bajo y Popi González a la batería). Se peinaban más canas entre el público más cercano al escenario y algunas camisetas de 091 recordaban la reciente maniobra de resurrección y exaltación de la mítica banda granadina. Echando mano de temas de sus trabajos anteriores, Lapido facturó un concierto de altura bromeando con que sí, que las seis de la tarde también es buena hora para el rock y demostrando que efectivamente, la buena música, no entiende de horas, ni recintos, sino de buenos músicos y estupendas canciones y de eso, el granadino, entiende un rato.


Y, entre un público ‘indie’ en su gran mayoría (las barbas, sombreros, atuendos, disfraces, complementos y estilismos así lo delataban) la hora de subir a lo más alto llegó justo cuando los murcianos Viva Suecia subieron al escenario. Tocar más tarde que el año anterior le sentó estupendamente a esta banda de moda imprescindible ahora mismo en cualquier festival que se precie, pero aún así no pudieron desprenderse de las gafas de sol (el horario nocturno en el que les vimos en Murcia se ajusta más a la intensidad actual de la banda, pero este festival es de día, como bien sabemos).


Dándolo todo y un poco más, entregados ellos, más entregado aún si cabe el público, agradeciendo siempre lo que están recibiendo por parte de sus seguidores, que no es poco. Demostrando que grandeza y humildad pueden ir de la mano y que estar viviendo un sueño no les hace separar los pies del suelo, al grito de “Viva Murcia, Viva Granada y Viva Suecia” establecieron una conexión inmediata con los presentes, desgranando esos dos discos (“La fuerza mayor” y “Otros principios fundamentales”) que tanto están significando en su carrera. Terminaban “los suecos” entre confeti blanco que cubría las emociones a flor de piel de los que saltábamos al escuchar “Bien por ti”. Apoteósico.



Si algo es indiscutible es que dejaron el ambiente bien caldeado en espera del comienzo de la parte más festiva de la noche, a cargo de unos Sidonie que siempre saben enganchar al público, implicarlo, envolverlo y mezclarse física y verbalmente con los que acuden puntuales a sus citas festivaleras para cantar junto a ellos, ver a Axel hacer piruetas en la batería y deshacerse de todos los días del mierda del mundo cantando con Marc Ross, mientras Jess Senra se implica en el juego “sexy” y descarado de una banda que defiende el pop y nos da motivos suficientes para no perdernos ninguna de sus apariciones aunque sea sólo por intentar dibujar un perro. Poco que añadir sobre lo que suelen hacer en sus actuaciones pero, incluso repitiendo show, siempre apetece bailar con ellos.

Llegaba la noche y, con la oscuridad, las horas más cómodas para agruparse y apretarse cerca del escenario a esperar la salida de Lori Meyers (a quienes Sidonie dedicaron su "Carreteras infinitas") que eligieron este festival granadino para celebrar sus 20 años de carrera.


Llegaba también con ellos la hora del espectáculo más elaborado, con más despliegue de medios y más color del festival. Es a lo que nos han acostumbrado ya Lori Meyers y de lo que sabemos que vamos a disfrutar cuando vamos a un concierto suyo. Es evidente que en este momento han dado una gran importancia a lo visual y el público así lo disfruta y agradece. Nuevamente un espectáculo impecable, lleno de himnos, temazos y grandes momentos, incluso dedicatorias, por parte de Noni, a los que reclaman “Silencio” y no entienden que un festival trae mucha vida social, económica y cultural a una ciudad como la nuestra.

Muchos temas que ya son parte de los recuerdos de todos, especialmente en nuestra ciudad y una puesta en escena de altura. Como testigos, el pico de mayor afluencia de público de la noche, que en ese momento hacía muy complicado intentar acercarse al escenario y lucía desde lejos como una enorme masa de gente que cantaba (o gritaba) prácticamente todo el repertorio. Se agradeció, y mucho, su participación en este festival, estaba claro que había ganas de volver a verlos.


A partir de ahí, salida masiva de gente que daba por terminada la jornada y momento de disfrute para los que sabemos que Elyella se han convertido en el dúo de Djs más imprescindible en los saraos actuales. No sólo por sus remezclas, por acudir a grupos “menos pinchables” (pueden pasar de Amatria a Miss Caffeina pasando por Muse sin desdeñar temas ochenteros) sino por el espectáculo de luces y la intensa lluvia de confeti que adereza sus espectáculos. Con la satisfacción de haber disfrutado de un buen festival llegaba la hora de bailar, y lo bailamos. Digo si lo bailamos.



Escenario Satélite

Con una infraestructura de escenario más grande y llamativa que en la anterior edición, prácticamente a la entrada del recinto nos encontrábamos con el Escenario Satélite, lugar diseñado para disfrutar de una buena representación de grupos emergentes granadinos, algunos aparecidos este último año, otros históricos (como Mama’Baker) que se reunían para celebrar el 20º aniversario de “Lunar”, su álbum más significativo y las franco-malagueño-granadinas Dreyma.


Abrían allí la tarde Margaux, que presentaron su primer trabajo en Planta Baja hace unos meses y no se han prodigado mucho por aquí, por lo que tocaron ante abundante público, con la sorpresa de encontrarnos a José Manuel Sánchez (Neuman, RYM) a la batería ya que el titular de la banda acababa de ser padre.


Entre idas y venidas por los escenarios disfrutamos de un buen rato con Martina Karsch, un grupo que también ha nacido y presentado trabajo hace poco, en el que podemos escuchar nada menos que a tres gabba-profes (Alfonso Alcalá – bajo, Pablo Superfunk – batería y Chesco Ruíz – guitarra) con su “Adora al sol” que, esta vez, venía como anillo al dedo a este escenario en el que también ‘disfrutamos’ del intenso sol reinante en toda la jornada.


Las siguientes en escena Dreyma, llegaron con la expectación de haber sido merecedoras del “Referéndum 2017 Radio3” (antes "Liga maquetera") y estar disfrutando de su éxito con bastantes confirmaciones en la geografía festivalera nacional. En formato dúo desde que iniciaron esta aventura, las dos se bastan y sobran para facturar un espectáculo llamativo como poco. Mucho más controlado, el ‘Octapad’ se convirtió esta vez en su aliado. Como punto a favor, la fuerza y la garra en ambas voces y buen gusto a la hora de componer temas con cambios de intensidad y momentos de mucha tensión musical. Se augura un buen futuro musical a estas chicas, que avaladas por Radio3, han iniciado con muy buen pie su andadura.


Vúfalo llegaron con tablas y recorrido, afianzada ya como una de las bandas granadinas más sólidas actualmente, un año de rodaje de su “Historias del espacio-tiempo” ha hecho que escucharlos fuera una oportunidad más de disfrutar un trabajo con mucho empaque en una actuación siempre impecable.


Los más esperados de la noche en ese escenario, Mama’Baker, que se reunían para la ocasión en un ambiente de celebración de “Lunar”, un álbum que dejó mucha huella en Granada y que, 20 años después, suena igual de actual porque, realmente, fue un trabajo adelantado a su época. A Dani Herrera (vocalista) le vimos con ganas, ilusionado, con la emoción propia de una ocasión tan especial y la actitud de quién formó parte de un grupo seminal en lo que hoy llamamos indie-rock granadino, cuyo testigo fue recogido por grupos como Niños Mutantes. A pie de escenario una gran presencia de fans que se otorgaron ese “tiempo para la nostalgia”. Todos los que disfrutamos de su concierto de principio a fin teníamos algún motivo, algún recuerdo vinculado a la banda.


Terminaban con ellos las actuaciones en espera de recibir a Cosmo Djs (Antonio Arias, Banin, Migueline, Nani Castañeda) con dos horas de música diversa y bailable en un escenario que sirvió para despedir a “los últimos de Filipinas”, los que habíamos llegado con fuerzas hasta esos últimos minutos donde “La felicidad” sonaba por los altavoces, los ritmos gitanos se mezclaban con palmas y nos marchábamos felices habiendo disfrutado de un buen festival.

Como comentarios al margen de lo musical: buen diseño del recinto, con la zona de restauración accesible y suficientemente alejada de los escenarios como para tomarse un descanso y reponer fuerzas. Una zona “Kids” donde los más pequeños jugaron, fabricaron guitarras y recibieron la visita de sus artistas favoritos. La cerveza estupenda (a precio de festival pero de calidad).

Consientes del éxito del festival, la organización emitía ayer un comunicado de agradecimiento en el que manifestaba su intención de mejorar aquello que sea mejorable en siguientes ediciones. Nos quedamos con la buena sensación general y, sobre todo, la buena música, que es lo más importante.

Crónica: María Villa
Fotos: FOL CONTRERAS

Reportaje fotográfico completo en EN ÓRBITA 2018

Share this:

Publicar un comentario

¡Comparte tu opinión!

Esperamos tu comentario

 
Copyright © 2014 ALQUIMIA SONORA. Designed by OddThemes