Noah Slee trae a Madrid el Neo-Soul más que perfecto.
Con camisa indie de manga corta, pantalón de
chándal parrillero y zapatillas negras saltó Noah Slee al escenario.
Atrás quedan ya los sonidos isleños y con tintes reggaes que entonaba de
la mano de Spacifix. Una década de evolución,
aderezada con sonidos macerados en Alemania, ha hecho de la música de
Noah Slee un auténtico placer para el paladar melodioso.
El Café Berlín se presentaba con un encanto mayor
al de siempre al caer una llovizna previa al concierto. Frío fuera y
calor dentro. Todo lo que una sala espera y necesita. Apoltronados
en sofás se hallaban los ‘fans’ que esperaban la aparición de
Noah. Fue saltar el neozelandés al escenario y, automáticamente, la
pista se llenó bajo la droga que supone
Lips. Uno, cuando escucha el neo-soul que propone el artista,
cierra los ojos y se transporta a los Estados Unidos más cosmopolitas y
cultos musicalmente.
Todo este panorama yankee e idílico se transforma totalmente al escuchar guindas de su nuevo trabajo, Maybe
(single del que será su segundo LP). Es aquí cuando la influencia de la zona más
cool de Berlín asoma para dejar su huella y para encargarse de
que el oyente no olvide jamás estos sonidos poco apreciados en nuestro
país.
Cada uno de los temas que Noah Slee entonó en la más de hora y media que dedicó a las gentes de mundo que se agolpaban en Madrid,
hacían apreciar más la fusión que allí se vivía. Los pelos de punta y
los ojos cerrados de las primeras filas germinaban de los falsetes del
artista con orígenes tonganos. Toda la paz y energía positiva que uno
puede imaginar de las Fiyi, Tonga, Niue y demás
quedó recogida en las paredes del Café Berlín gracias a los ritmos
R&B progresivo que aglutina el artista.
Sonriendo, ovacionado y tras un bis abandonó Noah Slee el escenario dejando dos sensaciones claras. En primer lugar, uno
podría estar escuchando esas variaciones e
improvisaciones
musicales todo el día. Y, por otra parte, ansiar el momento en que presente su segundo LP en nuestro país. Hasta ese
instante sólo queda cerrar los ojos e imaginarse en el ecléctico barrio de Kreuzberg mientras que,
en los auriculares, Noah Slee nos hace sentir algo imaginario como real.
Redacción: Alejandro López Yáñez
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