Deleste Festival - Palau de la Música. Valencia, 17/11/18

El Deleste Festival arroja cifras de récord en una séptima edición que, gracias al cambio de ubicación, (este año se ha celebrado en el Palau de la Música) les hace aumentar en aforo y ambición con un cartel que colgó el “no hay billetes” gracias a la presencia estrella de Los Planetas y el 20 aniversario de un disco capital como es “Una Semana en el Motor de un Autobús”. 

La séptima edición del Deleste Festival deja, de un modo inequívoco, contraluces en una valoración que en gran medida se preveían antes de su comienzo. Sin dejar de soñar y comprender un Deleste que pueda crecer sin perder su esencia, es inevitable que algunos de esos detalles que lo asemejaban a un festival gourmet inscrito en una categoría sobresaliente, se hayan diluido un tanto para dejar paso a un evento más orientado a lo común pero envuelto en un enclave inusual y ciertamente majestuoso. El Palau de la Música se convirtió, por unas horas, en santo y seña de lo más granado del público “indie” de la ciudad, gracias a un cartel hecho a su medida que se hizo estandarte del gozo de todo aquel “planetero” residente en València y alrededores. 

Democratizar el Palau sí, hacer que sea un poco más la casa de todos, también, pero sin poder evitar por el momento la sensación de estar en un lugar extraño. Que duda cabe que nos acostumbraremos y que seguramente se trate de una edición de transición entre dos etapas de diferente calado, necesaria para su crecimiento a nivel de aforo y por ende, de sus posibilidades de supervivencia. 

Larga vida al Deleste en todo caso, ese festival que se convirtió un poco en el festival de todos y que continua su andadura con la necesidad de evolucionar y de afianzarse como enseña de la escena musical de esta ciudad. 

La jornada comenzaba con cielo nublado y a unas horas en las que solo los valientes, los esforzados y los menos trasnochadores pisaban el Palau y una terraza en la que se ultimaban aún los últimos detalles. Fuego Amigo, como semifinalistas de Sona la Dipu y fuerte promesa del panorama local fueron los encargados de inaugurar el día. Les venimos siguiendo la pista desde hace un tiempo y vemos en ellos una banda con ganas y fuerzas para tirar hacia delante su proyecto. Esto será seguramente al ritmo que ellos mismos marquen, ya que de momento transitan por ese siempre arriesgado camino de la independencia. 

De acuerdo, cuándo los escuchas es inevitable pensar en bandas como Cala Vento o Nueva Vulcano, pero el tiempo será el que dentro del estilo les haga trabajarse la diferencia. Muchos más sólidos y compactos que en otras ocasiones, se entregaron en la mañana del sábado a un público que fue aumentando durante el concierto y que les recibió con atención y respeto. Fueron el aperitivo perfecto para coger la mañana con fuerzas y adrenalina. 

Desde Sant Vicent del Raspeig a València se trasladaron Els Jovens, uno de los más recientes grupos revelación del País Valencià. Su presencia en el festival es una muestra más de la apertura que siempre ha caracterizado a sus programadores. Recordemos que la reivindicación de la música tradicional valenciana ya había estado presente en el año 2015 con la celebre y memorable actuación de Pep Botifarra en el auditorio de La Rambleta. 

Con el ambiente un poco más animado y con algunos problemas de sonido que no lograron solucionarse defendieron su primer trabajo en un directo muy apetecible que se cargaba de belleza, amor y humor en cada gesto: “Nosotros queríamos montar un grupo de trap pero nos salió uno de jotas”, bromearon entre canción y canción. Destacar la maravillosa versión de The Magnetic Fields “I Think I Need a New Heart”. 

A continuación, Ana Fernández Villaverde y Antonio Luque, La Bien Querida y Sr. Chinarro, tuvieron el honor de sustituir un auditorio por otro y estrenar así la Sala Iturbi como escenario principal del Deleste. Dos nombres musicalmente entrelazados entre sí y junto al tercero en concordia, J de Los Planetas, todos presentes con letras mayúsculas en esta séptima edición homogeneizando un tanto un cartel que fue todo el éxito que se preveía. 

Ambas propuestas, sumamente consolidadas, comenzaron por reventar un auditorio que en sus primeros envites alojaba el set acústico de la bilbaína y la propuesta eléctrica de Chinarro entre jaleos constantes de un público que disfrutó al máximo a ambas bandas. Sin sorpresas, pero sumamente efectivos, recurriendo a temas ya emblemáticos y a sus respectivos últimos trabajos, "Fuego" y "Asunción". 

Entre ambas bandas, y tras el delicado concierto de La Bien Querida, tomamos de nuevo aire fresco en la terraza para experimentar y descubrir una de las propuestas más arriesgadas del cartel. En este punto decir que con Wind Atlas encontramos esa diferencia que alejaba al Deleste de lo masivo y que tan gratas sorpresas nos dio en anteriores ediciones. En esta edición hemos echado en falta más propuestas de este calibre, sinceramente. Su sonido post industrial entre el rock y la electrónica nos electrificó con fuerza, oscuridad y la sensualidad misteriosa de su cantante. 

Por cierto, que en ella vimos esa actitud que tanto nos gusta encontrar cuándo vemos a una mujer encima del escenario; ese gustoso descontrol que no tiene límites ni los espera. 

Por romper la tónica general, las propuestas más esperadas dentro de un cartel que ha perdido gran parte esa capacidad de sorprender (¿o será culpa nuestra, por escuchar demasiada música?) eran El Petit de Cal Eril y Marem Ladson. Los primeros ofrecieron un concierto sobresaliente al que la acústica de la Sala Iturbi favoreció en gran medida, junto a un espectáculo de iluminación que, aunque "cegara", como hemos tenido ocasión de leer por ahí, conjugaba al máximo con los temas de su magnífico último trabajo de nombre triangular. 

La reverberación de un bajo infinito en "Som Transparents" y la apoteosis de la deliciosa "Amb Tot", mutada en catarsis con las dos baterías a plenas revoluciones, se quedan, pues, en momentos para el recuerdo particular de este Deleste 2018. 

Si el proyecto de Joan Pons tuvo que sufrir la desbandada de gran parte del público del auditorio (aunque los que se quedaron tornaron en entusiasta compañía igualmente), a Marem Ladson le cayó en suerte la presencia a rebosar de la terraza del Palau. Sin embargo, esta zona se convertía a esas horas en lugar de socialización para el público que esperaba ver a Los Planetas y no había tenido la vista de anticiparse para ponerse en la cola de entrada. 

Hablando claramente: en la terraza el paso estaba complicado por la gran cantidad de personas concentradas y un gran porcentaje de las mismas tenían el concierto como hilo musical. Una lástima, imaginamos que estarían debatiendo asuntos de pleno interés que no podían dejarse para otro momento, pero lo cierto es que aquellos les distrajeron de una de las revelaciones musicales que nos ha dado el 2018. El disco de debut de Marem Ladson bebe de las figuras femeninas del folk en su vertiente más eléctrica y se rodea de unas guitarras firmes y rocosas que otorgan a sus canciones un poder pocas veces visto en nuestro país; Pudimos verla en directo por primera vez y no dejaremos pasar la ocasión de disfrutarla a distancias más cortas si se presenta la oportunidad. 

Y llegó el momento más esperado de la noche: la confirmación que les hizo colgar el cartel de todo vendido de forma rápida (casi fugaz) venía cargada de altas expectativas y un énfasis generalizado en las últimas semanas tal como se podía observar en las redes sociales, esa realidad paralela en que muchas veces vivimos. 

Sin duda, traer a Los Planetas al festival dentro de la gira del 20 aniversario de “Una semana en el motor de un autobús”, era una apuesta que, aunque segura, sencillamente respondía a ese soñar que siempre ha acompañado a sus organizadores. De acuerdo, sí, también era la forma de reventar la Sala Iturbi en esa comunión artista público con una banda que ha marcado y arrastrado a muchos seguidores durante más de dos décadas. La interminable cola para entrar al auditorio con mucho tiempo de antelación a la hora de su actuación ya preveía en gran parte que lo que sucedería allí sería algo memorable e histórico. Y aquí llega la nota crítica pero necesaria: aunque habría sido de agradecer mayor previsión y organización a la hora de acceder al auditorio, una entrada tranquila y sin problemas no es posible sin la colaboración de todos los implicados, y aquí una parte del público también falló de manera notoria. 

En cuanto a lo estrictamente musical, el concierto de Los Planetas con el planteamiento de orquesta sinfónica, contando con el quinteto de cuerda Cosmotrío, el piano de David Montañés y los audiovisuales con las viñetas de Max, fue de menos a más. La verdad es que nos costó un poco entrar en la emoción colectiva porque nos faltó en parte esa intensidad y explosión que tenían las canciones del disco. Conforme avanzaba la actuación esto fue virando a un todo más completo y con más cuerpo, que rindió justicia a un disco que ya es historia de la música en español. 

Ya con los ánimos más calmados y los deberes hechos la noche viraba hacia otros derroteros ya de vuelta a la terraza, con los ganadores del concurso Vinilo Valencia y semifinalistas de Sona La Dipu, Los Invaders, y los siempre efectivos Punsetes con Ariadna al frente como inmóvil estandarte pop punk. El cierre lo daban la electrónica retro de Tversky y The Basement ya en el hall, en una edición que huele a récord por todas partes y que nos deja expectantes de cara a lo que pueda suceder el año que viene. 


Texto: María Carbonell y Susana Godoy
Fotografías: Susana Godoy 

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