Quién lo iba a decir. Son ya cuatro discos. Y nadie hubiera apostado por ello cuando veíamos tocar a aquella chica tan tímida que cantaba en inglés y supuraba arte en aquellos conciertos de la Caverna (local de la ciudad de Valencia aún en funcionamiento) hace un montón de años. Tuvo que superar un sinfín de inseguridades, pero la apabullante trilogía "anatómica" de epés formada por "Pómulo", "Gran mandíbula" y "Tibia turbia", aparecida entre 2013 y 2016, dio irremediablemente la razón a todos cuantos la animaron una y otra vez a emprender este camino, que ahora se salda con su primer trabajo largo.
Todo lo construido en aquella tríada de obras -a cada cual mejor y dejando patente un crecimiento imparable- sigue vigente en este "Rémora", que salió en los estertores del año pasado y que por tanto, no ha gozado de una vida larga como para salir en todas esas consabidas listas en las que debiera haberlo hecho. Y lo digo sin temor a equivocarme: sin duda estamos ante un trabajo relevante, tanto por la constante ascensión artística de la persona al frente del proyecto, como por la personalidad a miles de kilómetros de distancia de la mayor parte del páramo creativo nacional que destila en unas canciones que jamás dejan indiferente.
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Foto: María Carbonell |
Rodeada, como viene siendo habitual, de gente de confianza como su compañero sentimental, el también músico y líder de Doctor Divago, Manolo Bertrán, así como otras que se han ido adhiriendo con los años al proyecto como Vanessa Juan (Cello) y Ana Santos (sintetizador), a los que ahora además se añade un clásico como Santi Serrano (Caballero Reynaldo, Carmina Burana), a la batería, Lanuca se ha convertido en algo cada vez más coral, aunque basado en la personal forma de respirar la música de la autora de las canciones.
Todo en Lanuca es evolución, vista al frente: además de la adición de un batería a la ecuación, también ha sido nuevo el entorno de factura. Grabado en los estudios Rio Bravo de Xirivella (Valencia) a las órdenes de Cayo Bellveser y Xema Fuertes (es el primero en que no está Dani Cardona al timón), el disco añade la suficiente potencia rock a los ya habituales escapes sonoros como para poder decir que se abre una nueva etapa. No es una reinvención en toda regla, pero decididamente, el disco suena distinto: se basa mucho más en riffs de guitarra y la tendencia es menos ensoñadora en general, para dar paso a un energético tour de force que juega con mil géneros a la vez, sin casarse con ninguno en particular.
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Foto: Susana Godoy |
Y es que son artistas como éstos los que hacen merecer todavía la pena mantenerse al día sobre la escena musical de este país. Gente arriesgada que sigue peleando a la contra y a la que no le importa tener que autoeditarse o que no le llamen de festivales para seguir sucumbiendo al arte y brindar a los que permanecemos despiertos momentos tan intensos, tan emocionantes y tan necesarios como los que encontramos en este disco que debería hacer mucho más ruido del que seguramente hará, por salirse del foco de la aristocracia musical de este país. Ojalá no sea así, pero ni falta que hace: es un disco mayúsculo y como a toda obra de este calibre, aguantará con el tiempo y el tiempo le dará toda la razón.
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Foto: María Carbonell |
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