Eramos muy afortunados. Rara vez cuando un artista de más allá del charco decide ser parco en sus presentaciones europeas España es la elegida para albergar la mayoría de fechas y, dentro de esa ya de por sí inusual circunstancia, València rara vez suele ser una de las ciudades escogidas. Sin embargo, esta vez se alineaban los astros para que una de las dos fechas de entre las cinco del tour europeo de presentación (y de la mano de los siempre presentes en trinchera Tranquilo Música) tuviera lugar en nuestro Loco Club.
¿Hubo llenazo? Noooooo, por supuesto, ¿Qué se creen? Esto es València, la ciudad en la que se sale mucho, todos los días si hace falta, pero en la que cae muy cuesta arriba un evento cultural un martes noche. La ciudad en la que artistas del calibre de Matthew Houck -alias Phosphorescent- , dueños de una carrera que abarca ya más de una década y con un buen montón de discos justamente laureados por la crítica, no son conocidos más que por cuatro enterados. La ciudad en la que un concierto-delicatessen de estas características sólo registra media entrada. Esa ciudad.
Y mira que daba gozo contemplar el escenario del Loco cuando uno entraba en el recinto. Un set de batería, otro de percusión, dos sets de teclado, amplificador de bajo, de guitarra, pedales a tutiplén... El despliegue era literalmente el de un concierto de estadio, incluida una mesa de control dispuesta justo delante de la cabina del local, donde habitualmente suele ubicarse el técnico. Era perfectamente presagiable que lo que iba a ocurrir estaría incluso más allá de los altos estándares a los que este emblemático club valenciano nos tiene acostumbrados.
Foto: María Carbonell |
A la maravillosa interpretación de My Beautiful Boy, una de las columnas vertebrales de su último y magnífico disco C'est La Vie, siguió la recuperación de Joe Tex, These Taming Blues, homenaje al viejo soulman en forma de gospel en que la banda comenzó a dar muestras de encabritamiento. Los finales eran largos, intensos, rebosantes de energía y cercanos por momentos al kraut rock. Otra recuperación (la anterior era de 2005) que dejó gran sabor de boca y que fue la encargada de acelerar algo el tempo fue Nothing Was Stolen, de Here's To Taking It Easy (2011). La cosa ya era imparable, Houck estaba agusto, la banda sonando monumental, con una tremenda base rítmica que resultaba sobrecogedora en los acelerones y unos arreglos de piano-órgano-guitarra que elevaban todo a las alturas.
Muchacho, el aclamado trabajo que posicionó a Phosphorescent más o menos donde está ahora, pasó a ser protagonista con Muchacho's Tune, Down To Go y una esperadísima Song For Zula que supuso el punto álgido de la noche. Tras ello, descanso de la banda, pero no de su líder, que en solitario defendió a las mil maravillas la canción titular de su último disco y un Wolves de su disco Pride que supo a gloria.
Tiempo para los bises. El cantante y la banda tenían previstas sólo dos canciones para este menester, pero Houck preguntó a la dirección del local si había inconveniente en alargarlo a dos canciones más. Estaban agradecidos, emocionados. Vaya usted a saber si por la cerveza con whisky que ingerían o por haber encontrado una respuesta tan entusiasta de un público de martes noche, pero estaban pletóricos y con ganas incontenibles de tocar. Y así lo hicieron: el jolgorio luminoso de New Birth In New England, quizá su tema más pop, dio entrada a una fanfarria que se prolongaría unos 25 minutos, hasta el colofón con la grandiosa Ride On/Right On, con la que todos terminamos extenuados, plenamente satisfechos y con la sensación de haber visto algo verdaderamente grande.
Es curioso que un proyecto así se prodigue tan poco en directo. Pero claro, también hay que ver las circunstancias que han traído a este autor hasta aquí. En los cinco años que mediaron entre Muchacho y C'est La Vie el tipo se casó, tuvo hijos, se mudó, construyó un estudio considerablemente grande con sus propias manos y estuvo a punto de ser enterrado a causa de una meningitis. Normal que se tome las cosas con algo de calma. Pero desde luego, una vez se sube al escenario, calma poquita... Menudo huracán. Lo que os decía: fuimos muy afortunados.
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