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martes, julio 23, 2019

El blues del hombre sencillo

Decían de él que era el único que podía hacerle sombra a Hendrix, los Rolling Stones quisieron que fuera su guitarrista y titanes como Johnny Marr, Brian May o Slash le reconocen como su principal influencia. Sin embargo hablamos de un hombre que evitaba la fama, siempre vestía igual y tocaba la misma guitarra. Un tipo que huía despavorido de todos los clichés del rock y sin embargo levanta pasiones entre los entendidos. Para celebrar los 50 años desde que Rory Gallagher comenzara a grabar junto a su primera banda, Taste, aparece ahora una caja recopilatoria que lleva por título Blues e incluye tanto inéditos como muchos de sus temas emblemáticos. ¿Qué tenía de especial este hombre sencillo que tanto idolatramos algunos y desconocen muchos?



La verdad, me es difícil explicar mi adoración por Gallagher. En principio, ni soy un aficionado a ultranza del blues -pero me gusta mucho- ni soy tampoco especialmente proclive a escuchar hard rock, aunque mis inicios en la música partieron de ahí y aún hoy lo escucho. No, lo mío con él va más allá. Es el personaje, su genialidad, su sencillez, su halo de autenticidad, que le ha mantenido al margen de leyendas casposamente rockeras y demás fauna de enciclopedia barata. El era lo que era: un guitarrista que tocaba el blues como nadie, un hombre discreto que jamás se separó de su melena, sus patillas, su camisa de cuadros y sus jeans y que empuñó siempre la misma guitarra, una destartalada Stratocaster del 61 que le acompañaría de por vida y que pese a su tranquilidad de ánimo, cuando se subía al escenario todo, pero absolutamente todo, estallaba por los aires.

Mi primer conocimiento de su música vino de la mano, como en tantas otras ocasiones, de mi (aún) buen amigo Carlos, que compró el mítico Irish Tour'74 en cd y me lo pasó. Cuando escuché aquél Tatto'd Lady, que todavía hoy sigue siendo mi canción favorita de él, algo pasó. La tensión entre aquellos acordes menores y mayores y el lirismo con que cantaba y luego tocaba su solo aquel tipo me parecieron de otro mundo. Es una canción que me hace hervir la sangre siempre, aunque la haya escuchado hasta la saciedad, como es el caso. Rory llevaba la música en las venas y lo mejor de todo, más que su pericia a las seis cuerdas o su capacidad creativa, era que sabía transmitirlo.

Esa pasión se manifestó bien pronto en su vida. Al fin y al cabo, en Irlanda hay cierta raíz musical que entronca directamente con los orígenes del rock and roll, por ser parte del sonido que emigró a EEUU y también porque, como demostraría nuestro protagonista con su obra, hay ciertas similitudes entre la música celta y el blues que les emparentan. William Rory Gallagher nació un 2 de marzo de 1948 en Ballyshannon, localidad del Ulster, República de Irlanda. Los Gallagher eran católicos y su padre era músico, además de militar. Cuando contaba tan sólo 3 años, se mudaron a Cork, que él acabó considerando su ciudad. Desde muy, muy pequeño manifestó su amor por la música. Su hermano Donal -figura muy importante para su carrera- asegura que con unos cinco años se construyó un rudimentario ukelele. Con ocho escuchaba todo lo que caía en la emisora del ejército americano de la radio, Leadbelly, Chuck Berry, Muddy Waters. Y con nueve al fin, obtuvo su primera guitarra.

Se convirtió en un maníaco del instrumento. Tocaba cuanto podía y aprendía de manera autodidacta y con facilidad pasmosa todo cuanto escuchaba que tuviera olor a la música que amaba, que era básicamente el blues. Con 15 años empezó su andadura en conjuntos de bailes de salón, tan típicos en Irlanda. La Fontana Showband pronto cambiaría su nombre a The Impact y comenzaría a tocar la música que aquél endemoniado chaval - que ya había cambiado su nombre real, Liam, por el de Rory, porque no había ningún santo que se llamara así- traía consigo y que miraba muy de cerca hacia los tres acordes que Chuck Berry enseñó al mundo. Así, comenzaron a girar por toda Europa y recalaron en Londres, la Meca de todo por aquél entonces, en donde Rory comenzó a ver tocar a gente como Georgie Fame, Rod Stewart y sus Steamhammer, Long John Baldry e incluso a The Byrds, para los cuales The Impact hicieron de teloneros.

Todo esto causó una gran impresión en el muchacho, que pronto decidió que la música que estaban haciendo estaba bien para entretener a unos cuantos bailarines, pero no era lo que realmente llevaba en la sangre. Contactó con otros dos músicos de Cork, Norman Damery y Eric Kitteringham, bajista y batería respectivamente, y basándose en la formación trío de The Peddlers, magnífico combo jazz-soul, dieron forma a Taste, que junto a Cream y The Jimi Hendrix Experience llegarían a ser ejemplo paradigmático de lo que hoy se conoce como "power trio" y generarían una música que causaría un impacto básico para el endurecimiento del rock que llegaría tras la década de los sesenta.

Taste, como tantos otros grupos de la época, ante la imposibilidad de conseguir contratos en su propio país, fueron a curtirse en Hamburgo, la ciudad en que los Beatles habían comenzado a ser ellos mismos. Tras la agotadora ración de seis conciertos a la semana, los muchachos retornaron a Irlanda, en donde consiguieron una residencia en el club Maritime de Belfast, ciudad con una escena blues que les acoge con entusiasmo, cayendo en manos, desgraciadamente, de un manager bastante malintencionado llamado Eddie Kennedy, que manejaría su carrera a partir de entonces. Kennedy les llevó a Londres y ante el interés de Polydor Records de grabar un álbum a la banda, convence, bajo los auspicios de la compañía, a Rory de que despida a sus dos compañeros y consiga otra base rítmica para tocar un material que es en su mayoría suyo y para realzar un show en directo excitante, del cual él es la única atracción.

De esta forma, entran en juego Taste Mk II, con Richard "Charlie" McCracken en el bajo y a John Wilson en la batería, que son los que graban junto a Gallagher el primer álbum de la banda. Taste (1969), que incluye maravillas como Blister On The Moon o Born On The Wrong Side Of Time, es bien recibido en el Reino Unido y les posibilita una primera gira por EEUU teloneando a Blind Faith, así como un concierto triunfal en el festival de la Isla de Wight, con el que logran definitivamente el merecido estatus de uno de los mejores actos de directo en el mundo. Graban un segundo álbum, titulado On The Boards (1970) y con un repertorio más consistente todavía que en su debut, con trallazos como What's Going On, que les sitúa de nuevo en buena posición en las listas de éxitos británicas, lo que no impide que las relaciones entre sus miembros y sobre todo, con un manager que no deja de engañarles, causen el hartazgo del guitarrista, que da carpetazo a la banda para continuar en solitario.

La aventura en Taste le costó a Rory su inocencia: acabó sin un duro, peleado con sus amigos y tal como se demostraría años después, estafado hasta las trancas por un malnacido que no hizo otra cosa que engañarles y robarles. Quedó tan escarmentado de los tejemanejes de la industria discográfica, que jamás volvería a dejar sus asuntos en manos de nadie. Él era su productor, su intérprete, su arreglista, su manager (aunque oficialmente este cargo recaería en su hermano pequeño Donal) y dueño y señor de una carrera que manejaría siempre desde su punto de vista, alejado de modas o condicionamientos. Sólo le importaba su música y la forma de sacarla adelante de la manera más honesta posible.


En 1971 aparece al fin Rory Gallagher, disco homónimo que le aleja de los planteamientos pesados de Taste. Su sonido, sin salir de los márgenes del blues-rock, se vuelve más liviano y predominan los pasajes acústicos. Le acompaña ya su bajista de siempre, Gerry McAvoy, que continuaría con él hasta su última gira del 91. También está el batería Wilgar Campbell y con este nuevo trío graba Deuce, el primero de sus discos donde el de Cork gana el control total y hace exactamente lo que quiere hacer. Es un disco intenso, plagado de enormes canciones como Used To Be, I'm Not Awake Yet o la inmensa Crest Of A Wave.

Las giras, sobre todo por Europa, dado que en América nunca consiguió realmente hacerse un mercado, se suceden constantemente. Rory es un tipo reservado, tímido, que sólo en el escenario se convierte en ese animal que supura blues y rock and roll por los cuatro costados, que es capaz de enfervorizar a su público hasta el limite, que lo da todo. Fuera, es un hombre solitario, que huye despavorido de cualquier cliché del rock. Ni drogas, de las que está totalmente en contra, ni groupies, ni siquiera admitía que su personal dijera palabras mal sonantes... Sus únicos vicios eran tocar la guitarra, el cine, del que era un compulsivo consumidor y una afición por el alcohol que lamentablemente crecería con los años y que unida a la ingesta de calmantes para mitigar su miedo a volar, acabaría llevándole a la tumba.

Pero no adelantemos acontecimientos. Para rentabilizar todas esas giras y los conciertos orgiásticos que brinda el trío a su audiencia aparece Live In Europe, directo que captura fielmente a un artista en la cresta de la ola tanto de facultades como de popularidad, lo cual es causa de que el disco sea su primer y único top ten en el reino unido y una de sus pocas entradas en el hot 100 del Billboard norteamericano. Un éxito que confirma el gran estado de forma en que se encontraba su carrera.

El, sin embargo, no se deja transformar por la fama y continúa con lo que le interesa, que es dedicarse en cuerpo y alma a perfeccionar una técnica a la guitarra que no conoce límites. El blues, por supuesto, ya no se le resiste, pero su espíritu gitano y su ánimo experimentador, siempre dentro de los parámetros que le interesaban, hacen que entre en juego también la música tradicional de su tierra o el rock duro que bandas como Led Zeppelin, Black Sabbath o Deep Purple están comenzando a convertir en el género más popular a ambos lados del atlántico.

Todo eso queda representado en Blueprint (1972), el primero de sus discos más clásicos, que llega tras intervenir como músico de sesión en los nuevos trabajos de dos de sus más grandes ídolos, nada menos que el "killer" Jerry Lee Lewis y el rey del blues, Muddy Waters. Blueprint combina a la perfección la faceta más acústica de Rory con pasajes eléctricos que comienzan a transitar del blues al hard rock, como demuestra una pieza tan fundamental en su repertorio como es Walk On Hot Coals y alguna combinación de todo como la infinita Daughter Of The Everglades, una de sus cimas en formato canción. Además, el disco representa un antes y un después al suponer la entrada a la batería de Rod De'Ath y la adición de un teclista, Lou Martin, que completan la formación más compacta con la que jamás tocaría y determinan el sonido más clásico de la discografía de Rory.

Para corregir y aumentar lo anterior, llega en 1973 Tattoo, disco grabado en los estudios Polydor de Londres y producido por él mismo que podría considerarse su obra maestra, su disco arquetípico. No es para menos: además de comenzar con ese trallazo que es Tattoo'd Lady (canción fetiche de quien suscribe estas líneas), el disco incluye números como A Million Miles Away, Walk On Hot Coals, Who's That Coming o They Don't Make Them Like You Anymore, que configuran un disco tan potente como perfecto en sus planteamientos y que le mantendría en la cresta de la ola del rock europeo del momento.

América se le resistía, pero Europa ofrecía para él el suficiente mercado como para no parar de tocar. Además, en casa las cosas no estaban fáciles. Irlanda estaba inmersa en una cruenta guerra civil y él, al saberse con categoría de icono, decidió embarcarse, para finalizar el que venía siendo el tour más largo de su carrera, en una gira que albergaría toda la geografía de su país. Un país en medio de un conflicto fratricida que dividía a las gentes de su zona norte, concretamente la zona del Ulster, protestantes y unionistas contra católicos y nacionalistas. En esas circunstancias, que un ciudadano de Cork, ciudad más que católica de la República de Irlanda, acudiera a tocar a Belfast con su banda y no sólo eso, llenara el recinto y ofreciera un soberbio concierto que formaría parte tanto de una película como de uno de los mejores discos en directo de la historia de la música grabada, era un hecho más que significativo. Podría haber sido toda una provocación, pero alguien como Rory lo convirtió en uno de los hitos de su carrera: demostró que el poder de la música puede contra cualquier idea generadora de odio.

Toda esa gira dio forma a Irish Tour'74, disco doble y también película dirigida por Tony Palmer, en que se plasmaba a las mil maravillas la capacidad para comunicar desde el escenario de uno de los artistas más portentosos que uno pudiera ver sobre un escenario aquellos días (o en cualquier otra época). Las interpretaciones que allí se encapsulan son de una fiereza insólita. La fuerza que desprenden, tanto en su vertiente visual como en su faceta estrictamente musical es una rara avis en la música popular, tan poco dada a que los discos en directo sean productos realmente fidedignos de la experiencia en vivo. Rory y su banda aquí consiguieron muchas cosas, entre ellas el disco por el que siempre serán recordados.


1975 sería el año de Against The Grain, primer disco con la discográfica Crysalis y  más que digno sucesor de todo lo anterior, pero también de la propuesta nada menos que de sus satánicas majestades, The Rolling Stones, para formar parte, en sustitución de Mick Taylor, de la banda más famosa del planeta. Tras unas sesiones en Rotterdam a modo preliminar a la grabación del disco Black And Blue, el guitarrista desecharía la idea por encontrar que él jamás podría situar su música al servicio de nadie que no fuera él mismo y sus ideas. Jamás lo consideraría una oportunidad perdida, muy al contrario: fue la constatación de que efectivamente se hallaba en el camino correcto.

Calling Card (1976), producido por el bajista de Deep Purple, Roger Glover, primera vez, por tanto, en que el irlandés confió en un productor externo para uno de sus discos en solitario, dibuja si cabe unas líneas más afiladas en el ya por aquél entonces duro sonido que tejían entre los cuatro que integraban la banda. Incluye el que quizá sea su mayor acercamiento al heavy metal, un Moonchild que se inscribe con letras de oro en su repertorio, al igual que Do You Read Me o Edged In Blue. Un gran álbum que sería, sin embargo, poco apreciado por su creador, al que no acabó de gustar su sonido. También sería el último de la formación con el baterista De'Ath y el teclista Martin.

El noveno disco de Rory Gallagher llegaría tras su período más largo de silencio, dos años, entre los cuales tuvo que recuperarse de una herida en el pulgar y desechó todo un álbum, de título Torch, grabado en San Francisco junto al exitoso productor Elliot Mazer y la formación cuarteto. Por algún motivo a Rory le disgustó tanto el resultado (que no es para nada malo, a raíz de la edición de esas grabaciones años después y de forma póstuma bajo el título de Notes From San Francisco), que dejó archivado el proyecto, despidió a la mitad de su banda -McAvoy, por supuesto, se quedaría- y grabó en Alemania un disco completamente distinto que apareció en el 78 bajo el título de Photo-Finish y le captura endurecido y con un sonido tremendamente pulido que le ve regresar al formato trío para entregar perlas como Brute Force And Ignorance, el grandioso clásico Shadow Play o The Last Of The Independents.

Otro gran acierto de su carrera vendría con su décimo disco, Top Priority (1979), que tiene en Bad Penny y Follow Me dos de sus grandes bazas y en general constituye uno de sus trabajos más sólidos. La gira de presentación sirvió como excusa para Stage Struck (1980), otro de sus grandes discos en directo, que precedió otro período de silencio que se rompería con Jinx (1982), el último con Crysalis, que quizá peca demasiado de producción pulcra en busca de modernizar el sonido del irlandés. Fue además un disco bastante carente de promoción por la discográfica y por tanto pasó sin pena ni gloria. Quizá por eso, aunque el guitarrista siguió girando sin descanso para ganarse el pan, no volvió a grabar hasta pasados cinco años.

Su vuelta se llamó Defender (1987) y era sus disco más orientado al blues en muchos años y le muestra en plena forma, con un sonido si bien algo pulido, fiel a sus cimientos en una época, los ochenta, en que eso no era nada habitual. Rory era ya un clásico que no tenía nada que demostrar y se explayaba con lo que le gustaba, por lo que le salió un disco honesto y elegante que pasaba a engrosar una discografía con pocos puntos flacos, igual que lo haría Fresh Evidence (1990), su último disco en vida y otro regreso al blues que llevaba en el corazón.

Ya lo dijo él mismo: "el blues es malo para la salud". Por eso a él le acabaría pasando factura una vida en la carretera y pese a ello, solitaria, en la que para mitigar sus fobias empleaba el alcohol y algunos barbitúricos. Su miedo a volar era todo un handicap y se medicaba para aplacarlo cuando no había más remedio que coger el avión, lo cual en la vida de un músico como él, es algo más que cotidiano. De esa forma su hígado se resintió tanto que al final fue necesario un trasplante, en una operación a la que sobrevivió, pero no a las complicaciones que surgieron al poco tiempo y que le enviaron a la tumba en Londres el 14 de junio de 1995. Su entierro tuvo lugar en Cork rodeado de su familia y legiones de fans que elevaron el evento casi a la categoría de asunto de estado. Su mítica Fender Sunburst estuvo junto a su ataúd durante toda la ceremonia.

Su pérdida supuso un inmenso vacío en la iconografía del rock, pero no el final de su vida discográfica. De manera póstuma, además de las grabaciones de San Francisco, aparecería un último disco que dejó grabado, el tendente a melancólico Wheels Within Wheels (2003) y recientemente, coincidiendo con el 50 aniversario del comienzo de su carrera con Taste, aparece Blues, caja de tres cd que recopila grabaciones de su faceta más pura, la de intérprete de la música del Delta del Missisippi, estudioso de las grabaciones míticas del género  y guitarrista dotado de una habilidad renovadora y un estilo intransferible. Incluye inéditos además de grabaciones en directo y restauración de algunos clásicos escogidos. Necesario tributo para uno de los personajes más sinceros de la historia del pop, el rock, el blues, o donde se le quiera encuadrar, porque si algo fue Rory es un personaje genuino difícil de encasillar. Un hombre sencillo, amante de la música en estado puro,  las novelas de detectives, las peliculas francesas, a ser posible de Catherine Denueve y las pintas con tres partes de Guinness y una de Jameson. Un tipo tranquilo fuera del escenario que dentro e él se convertía en una de las fuerzas de la naturaleza más increíbles que el mundo ha visto con guitarra al hombro. En mi opinión, ni Clapton, ni Hendrix, ni ningún otro guitarrista archifamoso, gozan del mismo carisma que él, que le hace objeto de adoración para cualquiera que se aproxime a su música y su magnética personalidad. El último de los independientes, el hombre invendible, el genio que dijo no al éxito fácil, el verdadero amor por el rock and roll hecho persona. Por aquí algunos no te olvidamos, Rory. Sigues tocando el blues.

Aquí os dejamos una Playlist con una más que generosa ración de su música para que le conozcáis mejor o sencillamente, paséis un gran rato.


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