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sábado, julio 06, 2019

Loreena McKennitt en Granada (05/06/2019)


Hay una magia invisible que transforma el silencio en mística melodía y la oscuridad en evocación de un bosque en Irlanda. Una magia que se intuye desde el escenario minimalista, apenas adornado con unos candelabros estratégicamente colocados para resaltar el lado mistérico y casi religioso de un encuadre perfecto para no distraer al público de lo verdaderamente importante en el espectáculo de las almas perdidas, la MÚSICA.


Aplaudida con verdadera devoción al subir al escenario, Loreena McKennitt ha demorado, esta vez en exceso, su vuelta a Granada y por ello, recibirla esta vez con el alma preparada para la dulce ingravidez de su voz era lo esperado, y lo recibido. Acompañada de su banda de siempre, con Brian Hughes (bouzouki, oud, guitarras), Hugh Marsh (violín) y Caroline Lavelle (flautas, violoncelo, coros) junto a la parte rítmica, discreta y siempre lista para resaltar las impactantes composiciones de un setlist bien elegido para la ocasión.


Ayer, Loreena McKennitt presentaba su último trabajo “Lost souls”, pero comenzó el show llevándonos, nostálgicos, hasta “The Mystic Dream”, tema que formaba parte de “The mask and mirror”, publicado allá por 1994, hace nada menos que veinticinco años.

A partir de ahí, un ir y venir por temas de una buena parte de sus trabajos, elegidos no sólo para dar unidad al recital sino para dar oportunidad a la canadiense de demostrar su virtuosismo en el piano, sinte, acordeón y arpa. Con esta última, especialmente, temas como “Manx Ayre” o “Tango to Évora”, ya en los bises, resaltaron la intensidad vocal de una de las mejores cantantes de lo que se ha venido llamando “New Age” desde que, en los noventa, surgiera como contrapunto a otras músicas mucho más contundentes y “mundanas”.


Influencias que van desde Portugal a España, pasando por Marruecos o Estambul, asentadas todas ellas sobre esa base celta que conforma la sonoridad de sus composiciones, conviven y se mezclan dando lugar a temas intensos, sensoriales, con capacidad de relajación e incluso, a veces, sanación para quienes soportan el estrés y el ruido de un mundo que se embellece cuando mujeres como Loreena McKennitt desliza su voz sobre las cuerdas del arpa.

Mucha magia, desde los propios colores de las luces, elegidos para resaltar la escena, hasta la propia disposición de los instrumentistas, estratégicamente colocados para dar a cada uno el justo protagonismo en el momento exacto en que debía tenerlo. En ello, la estupenda producción del espectáculo tuvo mucho que ver, convirtiendo cada momento en una experiencia única.
Especialmente aplaudida “The Bonny Swans", tema interpretado al piano y que, quizás por ser uno de los más conocidos de la artista, arrancó incluso algunas tímidas palmas que no se decidieron en ningún momento a romper la belleza sonora del concierto.


La justa duración para no quedarse cortos ni hacerse pesados, algo más de hora y media de repertorio, con dos bises bien elegidos para poner el broche de oro a la noche y dejarnos con la sensación de que la cantante de Manitoba debería volver más a menudo por Granada.

Crónica y fotos: María Villa

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