Mientras los puristas se retuercen y mascullan razones para
denostar a los “nuevos flamencos”, una oleada de renovadores se abre paso aunando
arte, tradición y modernidad, como en su momento lo hizo Enrique Morente a
través del “Omega”, tal como mencionó María José Llergo ante el telón de
fondo de una Alhambra iluminada presidiendo el rotundo paisaje, en el Palacio
de los Cordova. Cierto es que algunos “viran” y se alejan de la idea
inicial, pero en su lugar llegan otros que vuelven a captar la atención de un público
muy joven que vuelve a mostrar interés por el flamenco. Cosa que, de otra
manera, sería imposible.
Rotundo paisaje, como el cante de María José Llergo, una
cordobesa criada en Cataluña, desde donde ha sabido conservar los cantes que
aprendió con su abuelo, pero también ha tenido la capacidad de darles una nueva
vida a través de una voz limpia y cristalina con la que se atreve prácticamente
con todos los palos, no en vano comenzó su recital por granaínas.
María José, que se ganó al público con su simpatía desde el
primer momento, hizo de los “Momentos Alhambra”, patrocinados por la
misma marca, un momento único e inolvidable donde la buena música, llevada
hasta los espacios más singulares, es la protagonista. Con un repertorio entre los
palos más clásicos y temas propios como “Nana del Mediterráneo”, en la que
canta a la tragedia que vive nuestro mar actualmente o “Niña de las Dunas” que,
con su soniquete lento y profundo nos lleva hasta un flamenco dulce, sentido y
profundo, bien cantado y bien tocado a la guitarra, como debe ser, como ha sido
siempre.
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