Salíamos prácticamente de sudar apretados en un concierto de
León Benavente con sold out en Industrial Copera cuando,
en unos días, el panorama de la música en directo iba a dar un vuelco nunca
antes conocido. Pocos días separaron ese memorable concierto (sobre todo
porque, al ser el último, se nos ha grabado a fuego) de las primeras
cancelaciones de eventos para unos días después de la celebración de este. Así,
sin aviso, sin vacuna ni anestesia. Cayó el primero y rápidamente intuimos que
las fichas del dominó se habían puesto en marcha. Pocos días después todo
estaba postpuesto o cancelado y lo que no se había anunciado como tal no se
podía celebrar tras el estado de emergencia declarado por el gobierno.
Para quienes sólo van a ver a su grupo de cabecera cuando
pasa por su ciudad o vive la música entre cervezas en los festivales esto no
suponía más que un parón en esa parte de su ocio, pero, para quienes la música
en directo es una forma de vida, una parte de la cultura sin la que no sabemos
vivir, esto era sencillamente, una situación que cambiada de la noche a la
mañana nuestra manera de relacionarnos con el mundo.
Y, como suele pasar en estas situaciones, algunos artistas y
organizadores reaccionaron tan rápido como el propio virus y, ese mismo fin de
semana, ya se pudieron disfrutar los primeros conciertos y festivales en
streaming. A grandes males, grandes remedios. O, al menos, remedios. Con cinco
cancelaciones consecutivas en dos días Sölar decidieron sumar fuerzas
con The Tragic Company y Wi Bouz, con quienes compartían cartel en distintas
fechas del mismo fin de semana y el mismo 14 de marzo ya realizaban el
primer concierto virtual al que llamaron “Que no pare la música – Live
Streaming Instagram”, como agradecimiento a quienes habían adquirido sus
entradas para los eventos aplazados.
A partir de ahí, decenas de conciertos, festivales y
apariciones de músicos y grupos se anunciaron al unísono y con la misma rapidez
con la que había reaccionado el sector, una página granadina, antes dedicada a
agendar conciertos en directo, se reconvirtió en dos días creando su propia
sucursal de conciertos en streaming (https://www.conciertosencasa.com/)
para que no nos perdiéramos entre tantos datos. Comenzaba así una situación
nunca vivida con anterioridad que programaba “festivales” como el Cuarentena
Fest, que ha tenido varias ediciones, pasando por denominaciones más o
menos acertadas, como el “Murciélago Fest”, “Subiéndonos por las paredes”,
“Como en casa en ningún sitio”, “All you need is home”, “OnLive Fest”, “Mantita
Fest” o“CRB Fest”, todos los estilos han tenido cabida en una situación donde la
imaginación y la falta de recursos fueron tomando el control de una subcultura
nacida de la nada.
Artistas, páginas, blogs, asociaciones e incluso
discográficas como Wild Punk Records, que tuvo a Antonio Arias en
directo, han tenido presencia en estos casi sesenta días de “confitamiento. Entre
esa marabunta de directos, algunas apariciones memorables, como la de Ismael
Serrano, que reunió a más de 12.000 espectadores durante su concierto
siendo, quizás, a nivel nacional, quién más público virtual ha movido en una
sola actuación. Otros, como Arco o Miguel Rivera, de Maga,
optaron por apariciones diarias, cortas, pero intensas. A veces un solo tema
bastaba para dar un rato de compañía a los que vagábamos de Instagram en
Instagram para sentirnos un poco menos huérfanos de directos.
Algunos, optaron por la originalidad, montándose un tour al
completo, como el “Home Tour 2020” de Luis Albert Segura (L.A.) con
actuaciones en los escenarios “Cocina”, “Baño”, “Dormitorio” o “Terraza”, hasta
doce actuaciones streaming en total. Después de los conciertos, los tours y los
festivales, ciclos como las “Charlas abiertas desde el confinamiento” de
Monkey Week o el “¿Malos tiempos para la lírica?” de Babylon Festival
utilizaban este precario recurso para desarrollar sus actividades, también
en directo y en streaming ante la imposibilidad de llevarlo a cabo en un
espacio público. Nacionales, internacionales, grandes, medianos, pequeños,
emergentes y emergidos. Repitiendo los mismos patrones y modelos que
encontramos también en los formatos físicos, ni para romper barreras ha servido
el “distanciamiento social”.
Ante esto, los medios de comunicación han sufrido la onda
expansiva de esta nueva situación y, entre noticia de lanzamiento y noticias de
cancelaciones, han dado espacio también a este formato de evento tan sui
generis que, además, ha tenido el denominador común de una controvertida
gratuidad de todos ellos. Hasta aquí, podríamos decir que bien, porque nadie
podía imaginar una situación como la que estamos viviendo. Pero claro, la
cultura no puede ser gratuita cuando los artistas tienen que pagar facturas y,
además, tienen costumbre de comer todos los días. Y, con ellos, toda la enorme
maquinaria que mueven tras de sí, como técnicos de sonido, iluminación,
montadores, backliner, manager, tour manager, agencias, discográficas, fotógrafos,
prensa, salas, personal de sala, agencias de comunicación y booking, etc.
Llegados a esa conclusión, algunos artistas han conseguido
“monetizar” sus actuaciones, bien sea mediante aportaciones desde Bizum o
pequeños ingresos en cuenta o sistemas personalizados, como el que ha puesto en
marcha Luis Albert Segura, en el que los fans pueden disfrutar de tres
formatos distintos de concierto por el precio de 6 €, 60 € o 100 €. O el formato “benéfico” que se está imponiendo
estos últimos días, con ejemplos solidarios como el de Salvador y Luisa
Sobral, que han recaudado fondos para paliar las pérdidas de todos los que
han dejado de desarrollar su labor por estas suspensiones (músicos de banda,
montadores, técnicos, etc.).
Ante la incertidumbre de toda la industria, promotoras
musicales como Siroco Cultural se han asociado con La Casa de la Mar
(Valencia) para poner en marcha a partir del 7 de mayo una programación musical
y cultural, también en streaming porque, como ha podido saberse hoy (5 de mayo)
en la última comparecencia del gobierno, estamos ante el sector que más
inseguridad tiene en estos momentos, en cuanto a lo que va a ser su futuro más
inmediato. Hasta el punto de haber sido determinante en la caída de una
revistan musical histórica como lo es “ROCKDELUXE”.
Grandes agencias diseñan hoy en día posibles soluciones que
van desde la parcelación de los recintos, hasta ver los conciertos desde el
coche (como las pelis americanas de los 50 con el autocine). Ninguna rentable, apetecible,
ni comparable al cúmulo de sensaciones de un festival como los vividos hasta
hace apenas unos meses.
Nos quedamos así, aún huérfanos de directos, ante el peor
escenario posible en estos momentos, que es precisamente la falta de
escenarios, mirando alrededor para intentar solventar las muchas
dificultades y problemas que le han caído de golpe a una industria, la
cultural, que representa el 3,6 % del PIB en España (equiparable al porcentaje
del área de energía y superior al de agricultura, por poner dos ejemplos). *
Sabiendo, como sabemos todos que, sin los amigos, los abrazos, las cervezas,
los pogos y las emociones que se viven en un concierto, podemos tomar pequeñas
dosis de streaming con efecto placebo, pero, sin la adrenalina y las emociones
del directo, esto nunca será lo mismo.
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