Si a la música elegante tuviéramos que ponerle un nombre propio, una firme propuesta sería el de Quique González. Tras veinticinco años sobre los escenarios, acompañado de bandas sin riesgo, pero de mucha altura y de otros compañeros de viaje tan intensos como él (Nina de Juan, Jorge Drexler, Iván Ferreiro o el gran Enrique Urquijo) Quique se ha embarcado en un repaso musical de su carrera por fascículos. Esto es que, en cada una de las ciudades por las que va a pasar, el madrileño está dando prioridad al “remember” de uno de sus discos. Así, los afortunados que puedan verle en varias ocasiones lo harán disfrutando cada vez de un concierto diferente.

En Granada, ante una Industrial Copera llena, su “Daiquiri blues” volvió a iluminar el recinto como lo hizo hace catorce años en Sala El Tren. Éste, que fue su octavo álbum, se grabó nada menos que en Nashville. Producido por Brad Jones, entre ambos consiguieron realizar un viaje a las entrañas del rock desde el lado más romántico y preciosista de un músico que ya consiguió el lleno también en aquella ocasión. Se presentaba entonces bajo un neón que parecía invitarnos precisamente a ese cóctel con el que Quique González tituló este álbum. En esta ocasión, las luces, medidas, sin excesos, sin durezas, acompañaron el espectáculo tanto como el excelso sonido del que pudimos disfrutar toda la noche.

Como en cada cita, Quique apareció ante el público con la tímida elegancia que le caracteriza y fue desgranando, poco a poco, el prometido repertorio principal antes de dar paso a una segunda parte, pausa dramática entre medias, más animada, si es que en el caso del cantautor puede utilizarse este término. Siempre cargado de nostalgia, pasear sus vivencias, recuerdos y deseos entre lánguidos acordes ha sido y es un sello personal al que le sienta a las mil maravillas la cercanía de Edu Olmedo, Jacob, Toni Brunet y con un papel de primer escudero, multiinstumentista, coros y apoyo moral y musical, excelso, como siempre, Raúl Bernal a la diestra del artista.

Del disco de referencia para la ocasión sonaron, por supuesto muchos temas, entre ellos su “Resto de Stock” que originalmente fue compuesta para Miguel Ríos y uno de sus temas más tristes “Algo me aleja de ti”, del gran José Ignacio Lapido (presente anoche entre el público). Cantada a dos voces con Raúl Bernal, cerraban así un círculo de cercanías entre tres músicos estrechamente relacionados entre sí. De otro de sus grandes discos, una de las referencias más importantes en su extensa discografía, no faltó tampoco "Salitre 48".

Impecable, diríase que insuperable, poco o nada afectó le afectó el haber estado convaleciente unos días antes y entre relecturas de sus grandes temas (aunque creo que no hay ningún tema pequeño en su discografía), nos sorprendió con un “Charo” donde Toni Brunet se hacía cargo de la segunda voz, que fue grabada por Nina de Juan en su momento para el disco “Me matas si me necesitas” con un timbre que dio variedad a un tema compuesto precisamente para tener esa contrarréplica.

A esas alturas del concierto, todo el que le conoce sabe que no es banda de bises y que cuando Quique González dice “quedan dos canciones” es que quedan dos, ni más, ni menos. Así que su público, que ya le había estado pidiendo a gritos varias veces que cantara “Vidas Cruzadas” se vino arriba para finalizar con él esta experiencia tan personal y cercana, con ese tema imprescindible en sus cierres, imprescindible en sus giras e imprescindible para no dejar ninguna noche, una vida cruzada a pie de escenario, siempre persiguiéndole.

Crónica y fotos: María Villa